Obsesionada por el futuro de su hija
Montserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco, le obnubilaba el futuro de su hija
A Montserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco, le obsesionaban la carrera y el futuro de Montserrat Triana, su hija. Procedente de una familia pudiente de agricultores de Carrizo de la Ribera —un pequeño pueblo de 2.500 habitantes a unos 30 kilómetros de Astorga—, la esposa del inspector jefe pasaba largas temporadas en el ático que la chica tenía en el cuarto piso del número 2-4 de la calle de la Cruz Roja, en una zona acomodada de la capital leonesa. Estaban muy unidas. Según indican fuentes cercanas a la familia y los vecinos que la trataron, esta ama de casa mostraba generalmente una actitud “distante” con los demás, aunque “correcta”.
Asidua a actos oficiales, a los que acompañaba con gusto a su marido, se había afiliado al PP en la provincia. Al igual que su hija. “Aunque ninguna de las dos en la junta local de Astorga”, indican fuentes del partido. Montserrat llegó a este municipio leonés hace diez años, cuando trasladaron a su marido desde Gijón. Primero, aterrizó en un piso próximo a la catedral y al Palacio de Gaudí. Posteriormente, la familia se mudó a la casa que se encuentra en la comisaría local. Nunca se empadronó allí.
Varios testigos destacan la “calma” que mantuvo cuando la detuvieron en el centro de León, pocos minutos después de que presuntamente matara a tiros a la presidenta de la Diputación. Tanto después de que un policía jubilado gritara a otros agentes para que la arrestaran, como cuando estos le indicaron que bajara del Mercedes gris en el que se encontraba. Allí la apresaron.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.