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Tribuna
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Sin castigo

Interesa es saber si la recuperación de la confianza en los mercados podrá favorecer al PP

Enrique Gil Calvo

Los últimos datos conocidos la semana pasada podrían romper el empate técnico que pronostican los sondeos preelectorales en beneficio del partido en el poder, que saldría vivo sin recibir su merecido castigo por el injusto austericidioque perpetró. Y no me refiero tanto al crecimiento del PIB como a las cifras de Semana Santa en materia de turismo interior (también confirmadas por el repunte de los accidentes de tráfico), que revelan un sustancial incremento de la propensión a gastar de la ciudadanía española. Alegría turística que bien pudiera responder al gran incremento del patrimonio financiero de las familias (valores bursátiles, depósitos a plazo, planes de pensiones e inversión), cuyo saldo neto ha superado claramente al de deudas pendientes de devolver, alcanzando el efecto riqueza un récord histórico que no se conocía desde antes de la crisis. Lo cual parece significar que las clases propietarias ya han recuperado la confianza que se disipó con el estallido de las burbujas especulativa e inmobiliaria. Todo lo que baja ha de subir algún día, de acuerdo a su inexorable oscilación pendular. Habrá que volver otro día a esta perspectiva cíclica.

Parece que el estado de ánimo de las clases propietarias ha virado hacia el optimismo

 Pero lo que ahora interesa es saber si esta recuperación de la confianza en los mercados podrá favorecer o no al partido en el poder. Nadie piensa por supuesto que la recuperación en curso sea mérito suyo ni mucho menos, como sostiene la propaganda gubernamental, pues la desconfianza en Rajoy sigue siendo ampliamente mayoritaria. Y, además, tampoco se percibe todavía que la recuperación afecte a la economía real, muy perjudicada por la contraproducente política de austeridad (como ha reconocido el propio ministro de Economía), que ha incrementado sobremanera el desempleo, la pobreza, la desigualdad y la deflación salarial. Pero dada la mejora de la economía financiera, tan duramente lograda a costa de las rentas de trabajo, parece evidente que el estado de ánimo (animal spirits) de las clases propietarias ha virado claramente hacia el optimismo. Es el efecto Mateo hace poco citado por M. Á. Aguilar: a quien tiene (los propietarios) más se le dará, y a quien no tiene (los asalariados) todo le será quitado. De modo que no parece muy probable que haya voto de castigo hacia el Gobierno de Rajoy. Sobre todo si a lo largo de la campaña electoral el ministro de Hacienda anuncia una rebaja de la presión fiscal.

En cuanto a las clases asalariadas, que no perciben recuperación significativa sino al revés, dadas las inciertas expectativas del mercado de trabajo, es casi seguro que no votarán al PP, al que no pueden perdonarle el injusto austericidio sufrido. Pero tampoco al PSOE, en lo que sería el único voto de castigo útil o posible, dada su inexistente renovación organizativa, pues sigue liderado por la misma élite que avaló la nefasta ejecutoria de Zapatero, el iniciador del austericidio. De modo que jóvenes, parados y empleados ejercerán su voto de protesta mediante la abstención, el apoyo a la candidatura de la izquierda encabezada por Tsipras (el líder de la Syriza griega) o cualquier otra alternativa populista, como UPyD o ERC, que les permita expresar su airado rechazo a esta corrupta casta política. Y la resultante agregada será la revalidación sin castigo del partido en el poder.

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