Propuestas de los partidos para la batalla
Las formaciones españolas abogan por más integración, una política fiscal coordinada También por la implicación de Bruselas en el control de fronteras La mayor amenaza de estos comicios será el euroescepticismo
Esta será una campaña bipolar para los partidos españoles (que se reparten 54 de los 751 escaños del Parlamento Europeo): la política nacional estará sobre la mesa, porque el resultado de estos comicios será clave para medir las fuerzas ante las municipales, autonómicas y generales de 2015; pero, al mismo tiempo, todos remarcan la importancia histórica de la cita de mayo para la construcción europea, y quieren poner ahí el énfasis. EL PAÍS ha pedido a los cuatro principales partidos de ámbito nacional —PP, PSOE, IU y UPyD— sus propuestas en cuatro aspectos: política económica, política social, regeneración democrática e inmigración. En la mayoría de los casos son aún muy vagas (algunos programas no están cerrados), pero dan idea de por dónde irá el debate ideológico. Estas son las propuestas, enviadas por escrito por los equipos de campaña en nombre de sus candidatos:
POLÍTICA ECONÓMICA Y FISCAL
Miguel Arias Cañete (PP). Gracias al esfuerzo de los ciudadanos, a las reformas adoptadas por los Estados y a las medidas de las instituciones europeas se han despejado las dudas sobre la continuidad del euro y se han estabilizado los mercados. España y los españoles han sido un actor principal en ese esfuerzo. Es tiempo de perseverar en el rumbo iniciado. La unión bancaria nos permitirá superar el círculo vicioso entre el riesgo soberano y el del sector financiero, y la fragmentación de los mercados financieros. También es importante progresar en la unión fiscal, creando una capacidad fiscal común que aumente la resistencia ante eventuales turbulencias económicas.
Elena Valenciano (PSOE). Necesitamos medidas potentes de apoyo al crecimiento y a la creación de empleo. La derecha se ha cegado y ha recetado solo grandes dosis de austeridad y a un ritmo insoportable. El resultado: Europa se ha asfixiado a sí misma.
Por eso he propuesto un Pacto de Progreso Social que complete el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y que incluya un ambicioso programa de inversiones en infraestructuras físicas, energéticas, formación, innovación, la flexibilización del calendario de consolidación fiscal, triplicar los fondos de la garantía de empleo juvenil o aumentar los fondos del BEI. En materia de política fiscal reclamamos un sistema más justo y homogéneo, que evite el dumping [competencia desleal] fiscal, y luchar más intensamente contra el fraude, la evasión y los paraísos fiscales. Asimismo, defiendo un sistema de mutualización de deuda, los eurobonos.
Willy Meyer (IU). Necesitamos quitar el control de la economía a los bancos y dárselo a las personas. Esto no será posible sin un Banco Público Europeo cuya única prioridad sea crear empleo y no rendir intereses a sus accionistas.
Para resolver los problemas generados por las políticas del bipartidismo, IU propone: la derogación de la reforma constitucional impuesta por la troika; una auditoría de la deuda para no pagar la parte especulativa; y la creación de un Tesoro Público Europeo, de modo que se pueda devaluar la moneda y no sea necesario bajar los salarios. También planteamos la batalla contra los paraísos fiscales, implementar la tasa Tobin y la coordinación de las políticas salariales, de forma que en cada país de la UE se garantice un salario digno que sea del 60% del salario medio de cada país.
Francisco Sosa Wagner (UPyD). La UE tiene desde 1997 un Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es verdad que, en los últimos años, la austeridad ha estado en el centro. Ahora se la combate como una política “de derechas” cuando lo cierto es que en la Comisión se sientan siete comisarios socialistas. A mi juicio, esta es la hora de poner el énfasis en las políticas de crecimiento, a través de grandes proyectos de infraestructura y de apoyo a la investigación, políticas agrarias, de pesca y de empleo. En cuanto a la política fiscal europea, hay que acabar con las desigualdades en los regímenes tributarios que generan una competencia desleal entre los Estados, especialmente en el impuesto de sociedades, y por supuesto es urgente liquidar los restos de paraísos fiscales o sus sucedáneos, caso de Luxemburgo
POLÍTICAS SOCIALES
Arias Cañete (PP). El Gobierno ha impulsado un Plan Nacional de Inclusión Social para seguir avanzando en nuestro compromiso con las personas más vulnerables. Este plan incorpora, por primera vez, la lucha contra la pobreza infantil como un objetivo transversal en todas nuestras políticas. A nivel europeo, el PP ha impulsado y promovido la creación del fondo de ayuda para los más necesitados hasta 2020. Vamos a seguir defendiendo su cumplimiento y, en particular, la Plataforma Europea contra la Pobreza y la Exclusión Social y el Paquete de Acción Social. Seguiremos trabajando también por conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres a través del empleo, la conciliación y la lucha contra la violencia de género.
Valenciano (PSOE). Me he comprometido a trabajar por una unión social al nivel de la unión económica, que cuente con objetivos vinculantes para todos los países en empleo, educación, innovación y cohesión social. A la troika de la austeridad debemos contraponer una “troika social” —formada por el Parlamento, la Comisión y los agentes sociales— que pueda controlar el impacto de las medidas económicas. Queremos avanzar hacia una verdadera Unión Social que, entre sus primeros pasos, establezca un subsidio europeo al desempleo y que evite la degradación de los sistemas nacionales de protección social. Vamos a defender también un marco europeo de salarios mínimos; una directiva para la igualdad salarial entre hombres y mujeres; y multiplicar por cuatro el fondo contra la pobreza.
Meyer (IU). El alarmante incremento de la desigualdad y la pobreza en Europa tiene su origen en las privatizaciones y los recortes. La deuda pública ha sido y es la excusa para justificar la destrucción del modelo social europeo. En la actualidad la UE se ha reducido a un mercado, en el que los países compiten bajando los salarios y recortando los servicios públicos.
Para que la Europa social sea posible, para darle la vuelta a esta catástrofe social, es necesario derrotar el proyecto bipartidista de empobrecimiento masivo.
Sosa Wagner (UPyD). La falta de empleo y el envejecimiento de la población son las dos grandes bombas que están colocadas en el corazón de Europa: no sabemos cuándo van a estallar pero, si no rectificamos, estallarán. El empleo se beneficiará de las políticas que fomenten la investigación, el avance en las redes de transporte y energía y las actividades agrícolas, ganaderas y forestales.
Junto a ello, pretendo impulsar otras vías para la mejora del empleo y las condiciones sociales: 1. Ante el envejecimiento de la población, aumentar las profesiones que se ocupan de la asistencia y cuidados a personas con dificultades. 2. Empleo ligado a la “economía verde”: aprovechamiento de los recursos naturales, comercialización de productos de calidad o cuidado del patrimonio histórico o artístico. 3. Más fondos para la formación profesional. 4. Incrementar la financiación a las pymes.
DEMOCRACIA, TRANSPARENCIA
Arias Cañete (PP). Necesitamos una UE más moderna, ágil y eficiente. Debemos facilitar una participación más efectiva de los ciudadanos en la vida política. Es importante mejorar la representatividad y la transparencia de las instituciones europeas, como vía para recuperar la confianza de los ciudadanos en la integración europea. Ahora más que nunca se requiere transparencia en el gasto e integridad en el desempeño del ejercicio público.
Valenciano (PSOE). Muchos ciudadanos están dando la espalda a Europa. Tienen razones, pero dar la espalda a Europa ahora es un error. Necesitamos otra Europa. Promoveremos las reformas necesarias para dotar de poderes plenos al Parlamento Europeo —incluida la iniciativa legislativa y la ampliación de competencias en el ámbito económico y monetario—, impulsaremos el uso de la Iniciativa Ciudadana y seguiremos luchando por una mayor transparencia. Necesitamos también reforzar el sistema comunitario frente al modelo intergubernamental que ha prevalecido en esta crisis y, bajo cuyo esquema, el Consejo se ha impuesto frente a la Comisión, y dentro del Consejo algunos países, en particular Alemania, han adquirido cotas de influencia y poder excesivos.
Meyer (IU). La actual UE es un proyecto fallido. Proponemos un proceso constituyente para desarrollar una nueva UE. En la actualidad los poderes económicos ordenan a las instituciones la ejecución de políticas que escapan al control democrático. Es necesario desarrollar instituciones que permitan recuperar el poder de la gente
Sosa Wagner (UPyD). Defendemos ahondar los mecanismos democráticos. Y una propuesta intrépida: la desaparición del Consejo Europeo, que constituye una rémora para el avance en la integración; los Estados se hallan ya bien y democráticamente representados en los Consejos de ministros
POLÍTICA DE INMIGRACIÓN
Arias Cañete (PP). Siempre hemos promovido y promoveremos los instrumentos para garantizar que se desarrolle de forma reglada y ordenada. Hoy resulta esencial impulsar una verdadera política común de inmigración, inspirada en criterios de solidaridad y basada en la protección de los derechos fundamentales de los inmigrantes; la cooperación internacional; la lucha contra el tráfico de seres humanos; y la adecuada aplicación de la normativa europea de retorno. El control de las fronteras exteriores ha de ser una responsabilidad compartida entre los países concernidos y la propia Unión Europea.
Valenciano (PSOE). La vigilancia de las fronteras es compatible con un escrupuloso respeto de las normas que garantizan la integridad y los derechos de quienes quieren cruzarlas. Para frenar la inmigración irregular deben abrirse canales a la migración legal, por medio de acuerdos con los países de origen. Queremos una verdadera política común de inmigración. La próxima legislatura tiene que marcar una verdadera estrategia, fuertemente financiada, basada en tres pilares: previsión, protección e integración. Es también urgente que abordemos las causas de carácter político y económico que subyacen al fenómeno de la inmigración, reforzando nuestra política de desarrollo. Finalmente, no estamos hablando de una cuestión exclusiva de los países del sur, sino que afecta al conjunto de la Unión: hay que mejorar los mecanismos de solidaridad, con un reparto de cargas equilibrado.
Meyer (IU). Continuaremos oponiéndonos a la directiva de la vergüenza, que permite negar asistencia médica o encarcelar a personas por causas administrativas. En cuanto a la movilidad de los ciudadanos comunitarios, hemos denunciado cómo Estados cogobernados por el bipartidismo, como Bélgica o Alemania, expulsan a ciudadanos españoles por suponer “un excesivo gasto social”.
Sosa Wagner (UPyD). Las “devoluciones en caliente” son, desde el punto de vista de la legalidad europea, sencillamente expulsiones ilegales. Resumo las tres palabras que me parecen claves: 1. Ordenar con leyes europeas los criterios de gestión de los controles fronterizos, la vigilancia en las fronteras exteriores y la política común de visados. 2. Organizar la emigración/inmigración mediante acuerdos de las instituciones europeas con los Estados cuyos ciudadanos se ven obligados a emigrar. 3. Integrar a los nuevos conciudadanos: que respeten nuestras leyes y la Carta de derechos fundamentales de la UE y aprendan el idioma para evitar la marginación que supone la formación de guetos. Sería bueno que la agencia europea competente en materia de fronteras exteriores, Frontex, contara con sedes en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Y que las ciudades más involucradas en la acogida recibieran más fondos europeos.
A pocos y poco
La participación en las elecciones europeas del próximo 25 de mayo (en torno al 43%) puede ser la más baja de las seis hasta ahora celebradas en nuestro país, según la estimación de Metroscopia. Pero el dato quizá más destacable en la actualidad es que, entre quienes afirman de manera rotunda su firme decisión de acudir a votar, la mitad dice al mismo tiempo que todavía no tiene claro por quién lo hará. O dicho de otro modo, a un mes de la elección, apenas algo más del 20% de los españoles con derecho a voto tiene ya decidido a qué candidato entregarlo. Un porcentaje similar tiene decidido votar, pero no a quién. Es fácil comprender que, en estas condiciones, la estimación del voto probable —por cautelosa y prudente que sea— deviene especialmente azarosa y debe ser tomada con redoblada prudencia.
Esta es una elección que interesa a pocos, y a esos pocos —como se ve—, muy poco. Europa, lamentablemente, tiene poco que ver con el asunto. Tan voluminosa abstención, y tan abultado silencio entre quienes se declaran electoralmente movilizados, tienen una misma causa: los españoles siguen muy enfadados con los dos grandes partidos nacionales y, aunque hayan estado coqueteando —en los sondeos, se entiende— con otras dos formaciones de ámbito nacional, no parece probable que la irritación con aquellos o la atracción por estos vaya a traducirse ya en una recomposición sustancial del mapa electoral. Las formaciones de signo nacionalista mantendrán, básicamente, su peso anterior y algunas de las de nuevo cuño pueden hasta bordear la consecución de un escaño. El resultado de todo ello es que, el 26 de mayo, PP y PSOE amanecerán, sin duda, erosionados, pero a consecuencia de una elección cuyos resultados son sencillamente imposibles de trasladar, milimétricamente, a otra con 52 circunscripciones de muy dispar peso electoral: o sea, que sus rasguños (y los que quepa imputar al actual sistema de partidos) distarán mucho de ser profundos. Lo cual no causará mayor decepción: sondeo tras sondeo, los españoles han venido declarando con claridad que, en realidad, lo que desean no es un cambio de sistema, sino un cambio del modo en que funciona el actual sistema; que lo que quieren no es que surjan nuevos partidos, sino que los actuales funcionen de otra manera; y que lo que desean no es una vida pública dominada por actitudes “sin complejos”, sino alimentada por el espíritu de pacto, transacción y mutua lealtad que caracterizara —tal y como ha quedado fijada en la memoria colectiva— la tan añorada transición a la democracia.
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