Un ‘pata negra’ sin complejos
El candidato del PP nunca ha ocultado su deseo de ser comisario europeo
Es madrugada en un centro de convenciones en Qatar en el que cientos de delegados exhaustos negocian un complicado avance en un aún más complicado tratado internacional del clima. Hay gente durmiendo por el suelo. El texto que se negocia apenas servirá de nada, pero aun así sigue todo encallado. En ese ambiente, una figura encara decidida la sala del plenario, custodiada por policías de Naciones Unidas. Ignorando el cartel que prohíbe introducir bebida y comida, Miguel Arias Cañete lleva a su equipo una tortilla de patatas que acaba de preparar la mujer del embajador español en Qatar a petición del ministro de Agricultura. Las delegadas españolas, de la Oficina Española de Cambio climático, no dan crédito. Es la forma que tiene el ministro de crear ambiente y agradecerles el trabajo. Sin complejos.
De eso y más es capaz Miguel Arias Cañete (Madrid, 24 de febrero de 1950). Abogado del Estado, políglota, empresario siempre en el filo del conflicto de intereses, lenguaraz, decidido, exeurodiputado con mucho callo político, y ahora cabeza de lista del PP a las elecciones europeas. Quiere ser comisario europeo desde el principio de la legislatura, y en la formación, donde varios dirigentes recuerdan su "cintura para negociar en Bruselas", se empezó a especular con su salida del Gobierno ya en junio de 2012, apenas unos meses después de las elecciones generales de noviembre de 2011.
Siempre se ha hablado de Miguel Arias (como le llaman quienes le conocen, ya que a él no le gusta lo de Cañete) como favorito para encabezar la candidatura de los populares. Nunca se cayó de las quinielas, aunque en las últimas semanas, mientras Mariano Rajoy retrasaba la decisión y apuraba los tiempos, circuló la teoría de que ya no quería ser el aspirante ni hacer campaña. No obstante, el propio ministro protagonizó en marzo una conversación informal con periodistas en el patio del Congreso de los Diputados en la que demostró estar preparado para impulsar una estrategia electoral del PP.
A pesar de eso, muchos dirigentes aseguraban que Arias Cañete no tenía ningún deseo de ser el candidato a unos comicios que reflejarán una crisis profunda del bipartidismo, según todas las encuestas, y con alto riesgo de perder, lo que supondría una mancha enorme en su expediente político. Pero siempre ha aspirado a una comisaría de peso, por ejemplo, la de Competencia que ostenta ahora Joaquín Almunia.
Cuando Rajoy aseguró hace semanas en una reunión a puerta cerrada que el candidato europeo representaría los valores esenciales del PP y sería representativo del partido, muchos pensaron en Esteban González Pons, vicesecretario nacional y responsable del programa, quien también estuvo en las quinielas. En realidad, Cañete, muy próximo al jefe del Ejecutivo, ocupa cargos de relevancia en el partido desde que en 1982 fue elegido senador por Cádiz. "Un pata negra", reconocen todos en la formación.
Es el hijo mayor de un abogado del Estado. Estudió en los jesuitas de Madrid, con un periodo en Dublín, se licenció en Derecho en la Complutense y pronto sacó la oposición de abogado del Estado. En 1974, con 24 años, obtiene su plaza, con destino en Cádiz. Desde allí cubre Ceuta y Jerez de la Frontera, que se convertirá en su auténtico pueblo. “Llegó con barba negra y más delgado”, cuenta José Ramón del Río García de Sola, que fue abogado del Estado junto a él. Hernández Mancha, también abogado del Estado, recluta a Cañete y a Del Río para la lista de AP a las primeras elecciones autonómicas, las de 1982, meses antes de que el PSOE arrasara en las generales. “Si fueron los números uno y dos en la lista de Cádiz al Parlamento andaluz en 1982 fue porque nadie aceptó. No estábamos de moda”, declaró después Hernández Mancha en una entrevista
“Me dejó el primer lugar en la lista aunque no había muchas opciones de sacar dos diputados por Cádiz y eso que él estaba antes en AP. Eso dice de su generosidad”, cuenta Del Río. De la campaña recuerda la afición de Cañete por los coches y por conducir rápido. “Imagine ir con él al volante a toda velocidad por las carreteras de la Sierra de Cádiz en esa época. Decía que su ilusión habría sido ser piloto de Fórmula 1”. No era buen orador, ya que disparaba las ideas, algo que apenas ha cambiado los más de 30 años en política. “Fernando Suárez [ministro de Trabajo con Franco] le decía: `Miguel, bájate de la Kawasaki y habla más despacio”.
Contra pronóstico, AP obtiene dos escaños por Cádiz y con menos de 32 años, Cañete deja la abogacía del Estado. Entonces ya se ha emparentado con la buena sociedad jerezana. Conoce y se casa con Micaela Domecq Solís-Beaumont, hija de Juan Pedro Domecq Díez y de Matilde de Solís-Beaumont y Atienza, dueños del brandy Fundador, el fino La Ina, la ganadería de Jandilla, terratenientes de toda la vida aunque la familia ya ha vendido las bodegas.
Como había estudiado fuera y sabía idiomas, Cañete es de los elegidos por AP para viajar a Europa a conocer qué se cocía allí. Fue él quien preparó la enmienda a la totalidad de la reforma agraria que preparó el Gobierno socialista. En 1986, con las primeras elecciones europeas, Cañete se va como eurodiputado a Bruselas. Allí está hasta 1999, donde preside, entre otras, la comisión de Agricultura y conoce los entresijos de las negociaciones comunitarias. Su destino político siempre va ligado a la agricultura aunque su familia es receptora de subvenciones europeas de la PAC.
En 2000, Aznar lo rescata como ministro de Agricultura, donde deja huella porque las cámaras le cazan con cierta frecuencia diciendo inconveniencias. Ese mismo año, una cámara le graba diciendo que el trasvase del Ebro iba a salir “por cojones”: “Sale por cojones... Porque el Plan Hidrológico o sale en esta legislatura o no sale nunca. Porque pasan dos cosas: que tenemos mayoría y hemos perdido en Aragón. Yo se lo digo ahora que va a ser así. Esta vez sale por narices...En diciembre sale de las Cortes y entra a tramitarse la ley, que va a ser un paseo militar. Tenga usted la seguridad que el presidente ha dicho en el Consejo de Ministros.-estando yo- que esto salía por huevos". Al día siguiente, Mariano Rajoy, entonces vicepresidente del Gobierno, le rectificó. Toreó la crisis de las vacas locas enfrentándose a la ministra de Sanidad, Celia Villalobos, y atiborrándose a carne en público, pese a que en privado apenas la prueba y suele pedir pescado. Otra de sus perlas le granjeó las críticas de las feministas: “El regadío hay que utilizarlo como a la mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”.
Cuando Aznar pierde el Gobierno, Cañete sigue como diputado en la oposición y aumenta sus negocios. Se convierte en consejero de la empresa Bami Newco y presidente de Petrolífera Dúcar, una empresa dedicada al búnkering. En la oposición sigue destacando por sus declaraciones fuera de tono. En febrero de 2008 carga contra la inmigración por no servirle adecuadamente: “Aquellos camareros maravillosos que teníamos, que le pedíamos uno cortado, un nosequé, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí uno de boquerones en vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia”. En la misma intervención apuntaba que los inmigrantes colapsan la sanidad pública: “Los inmigrantes han descubierto la grandeza del sistema nacional de salud. Alguien que para hacerse una mamografía en Ecuador en nueve meses llega aquí a urgencias y se la hacen en una hora”.
Cuando en 2011 Rajoy llega a La Moncloa, Cañete aspira al Ministerio de Exteriores. Ha cruzado en desierto junto al presidente y cree que es su momento. Ya había declarado que los temas de agricultura eran reiterativos. Pero no tiene toda la fortuna que desearía. Rajoy le devuelve a Agricultura, ahora con Medio Ambiente añadido, un tema del que ignora casi todo y le interesa poco.
En Agricultura se aplica con éxito en su tarea, que no haya protestas. Nada de tractores en Madrid. Si los olivareros quieren aceiteras no rellenables y Bruselas no lo aprueba, él las implanta en España inmediatamente. Da satisfacción a los cazadores aun a costa de irritar a la UE, como cuando pidió ampliar la caza del lobo ibérico y se ha empeñado en privatizar la joya de la corona del patrimonio de su departamento: la finca de la Almoraima, un enorme latifundio en el Parque Natural de los Alcornocales (Cádiz) que pasó al Estado tras la expropiación de Rumasa.
Desactiva a los ecologistas tratándolos con mucha cortesía pero sin hacerles demasiado caso. Desmonta la ley de Costas, vigente desde 1988, y da a los dueños de casas en la playa 75 años más de permanencia. En la práctica, la ley y su reglamento reducen la servidumbre de protección en buena parte del litoral de 100 metros a 20. Las implicaciones son enormes, pero Cañete bautiza la ley como “ley de protección y uso sostenible del litoral”.
Apaga el fuego del agua entre los barones del PP y aprueba un pacto entre Castilla-La Mancha, Murcia y Valencia que entierra la guerra del agua. Aprueba los planes de cuenca que el Gobierno del PSOE dejó empantanados (de hecho aprueba los que ya estaba listos) aunque eso suponga enfrentarse a Cataluña. Al contrario que sus antecesoras, viaja personalmente a todas las cumbres del clima y a los consejos de ministros europeos, lo que implica frecuentes viajes a Bruselas por su departamento equivale a cuatro en Europa: Agricultura, Pesca, Medio Ambiente y Clima. Cuida sus contactos en el exterior y se mueve bien en las complejas negociaciones internacionales.
Cañete, muy próximo al jefe del Ejecutivo, ocupa cargos de relevancia en el partido desde 1982
Ante las críticas, su respuesta fue siempre la misma: el silencio, ignorar la polémica, no desmentir ni confirma nada, una actitud con la que ahora ha conseguido ser el ministro mejor valorado del Gobierno, según el CIS, aunque con un pírrico 3,14 sobre 10. Sigue hablando a la misma velocidad que cuando empezó en política y sus comparecencias parlamentarias son un dolor para los taquígrafos. Mantiene un trato cordial con la oposición. Cuando salían las notas del CIS y Cañete comenzó a subir, un día llamó a su equipo y en broma les insistió en seguir bajo el radar, en que se quemaran otros ministros con la economía y el aborto: “A ver si bajamos el ritmo, que como sigamos así van a ir a por nosotros”.
Su larga y variada carrera política –también fue concejal en Cádiz y senador- no le ha impedido llevar una fructífera vida empresarial. “Él solía decir que quien hacía dinero en casa era él y no su mujer”, cuenta un socialista que le ha tratado. Como consejero/asesor, Cañete ha sido presidente de una empresa petrolera con sede en Ceuta y Canarias que maneja el dinero de una sociedad holandesa y por eso se abstuvo en el Consejo de Ministros en el que su departamento llevó la prohibición de los repostajes en el mar frente a Gibraltar. En 2001, Interviú publicó que, siendo ministro, mantenía puestos en Consejos de Administración en empresas de juego en Ceuta.
Casi cada viernes, acude a Jerez a algún acto oficial menor. Allí va a cenar a los mejores restaurantes de Cádiz, pero también a un modesto freidor llamado Arturo, un sitio con mesas de plástico en la calle en el que fríen como nadie el pescado. Colecciona coches antiguos –tantos que superaban el espacio destinado a los vehículos en la declaración de bienes del Congreso- y su afición los fines de semana en su chalé en Jerez es montar y desmontarlos. Es el ministro que más bienes declara del Ejecutivo y posee un Austin Cooper de 1967 y un Alfa Romeo de 1971, un Mercedes, un Volvo, un Morgan y un todo terreno Suzuki
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