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Cruces blancas por un asesino

Rafael Robles dejó en Extremadura en 17 días de fuga un rastro de dos muertos, el secuestro de un padre y su hijo y varios robos antes de fallecer tras un tiroteo

J. Jiménez Gálvez
El cadáver de Rafael Robles (a la izquierda de la fotografía, tapado con una manta térmica), en el paraje donde cayó abatido.
El cadáver de Rafael Robles (a la izquierda de la fotografía, tapado con una manta térmica), en el paraje donde cayó abatido.EDUARDO PALOMO (EFE)

Aquí murió el presunto asesino. Junto al muro de piedra de un caserón medio derruido del Espartal, un barrio rural de Plasencia (Cáceres). A tres kilómetros de la ciudad, a donde se llega tras dejar atrás la N-110, un camino asfaltado, otro de tierra y saltar una verja. En este punto de la sierra de Santa Bárbara cayó el 7 de febrero Rafael Robles García, El Pistolero,de 53 años. Lo atestigua la hierba pisoteada y vencida por el barro. Y lo recuerdan dos grandes cruces blancas y las siglas DEP pintadas en la tapia. Aquí, tras un tiroteo con la Guardia Civil, se desplomó El Pistolero que mató supuestamente a dos personas. Según fuentes del instituto armado, las arrodilló y les disparó en la cabeza.

Una espiral de "locura", en palabras del Cuerpo Nacional de Policía, de un hombre que también dejó a un padre y a su bebé tiroteados tras su secuestro. Ellos salieron ilesos. "La hipótesis, en los tres casos, es que solo quería sus coches", explican los agentes, que rememoran los 17 días de fuga del criminal. Todo comenzó el 21 de enero, cuando aprovechó un permiso para fugarse de la cárcel de Badajoz, en la que cumplía 11 años de condena por intento de homicidio. A ese episodio, ocurrido hace una década, recurren fuentes policiales para describir el carácter "violento" y "cruel" de este placentino, natural de Talayuela (Cáceres), de físico rechoncho y 1,70 metros, con perilla y pendiente en la oreja izquierda.

Aquella noche de 2001, sentenció la Audiencia Provincial, el fugitivo hirió a Luis V. S., tras dispararle por la espalda. Habían discutido minutos antes, cuando casi chocan sus vehículos. La pelea verbal no fue suficiente para El Pistolero, que se marchó a por una nueve milímetros y salió en busca de su víctima, a la que encontró en el barrio de San Lázaro. Le gritó que se arrodillase, que iba a matarle. "Esa es una zona conflictiva, relacionada con la droga" explica el alcalde placentino, Fernando Pizarro. Un mundo que conocía bien Robles, con antecedentes por narcotráfico.

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— ¡Lo tenemos! — informa por radio un agente el 7 de febrero.

— Recibido. Enhorabuena — le responde un compañero.

La Guardia Civil acababa de detener al supuesto asesino y ponía fin al dispositivo de búsqueda. Una intervención que se aceleró a las diez de esa mañana, cuando se avistó al huido cerca de Jaraiz de la Vera, a 35 kilómetros de Plasencia. "Un policía que estaba fuera de servicio lo vio conduciendo", explica la policía. Robles llevaba el Ford Focus blanco que había robado tan solo un día antes a su supuesta última víctima, Manuel Tejeda Carmona, asesinado de un tiro en la nuca.

El cuerpo de este vecino del barrio de San Roque (Badajoz), de 57 años y con dos hijos, fue hallado en el margen izquierdo del azud del Guadiana, cerca del club de piragüismo de la capital. "Sobre las diez recibimos una alerta de que había una persona tirada en el suelo, inconsciente y con sangre", informa un portavoz del 112. Una unidad móvil intentó reanimarlo. Sin éxito. "Lo encontró un bombero que hacía deporte", añaden fuentes municipales.

En ese momento, los investigadores encajaron una pieza. Cinco días antes, el 1 de febrero, se halló un Kia Sorento calcinado a unos metros de allí, junto al tanatorio. No tenía matrícula, pero sí número de bastidor. El coche pertenecía a Víctor Manuel González Flores, un joven de 28 años de Cazalegas (Toledo), al que asesinaron el 30 de enero. El alcalde de ese pueblo, Amando Blanco, relata cómo lo encontraron con heridas de bala en la cabeza y el abdomen. Sucedió por la mañana, en una finca próxima a la autovía y conocida como Las Maris en este municipio de casi 2.000 habitantes, a hora y media en coche de Plasencia. La víctima paseaba con sus dos galgos cuando le mataron.

Quienes viven en el campo están ahora más tranquilos, desde que murió Rafael Robles Amando Blanco, alcalde de Cazalegas (Toledo)

"Además de los vehículos robados, indicios sólidos; la prueba de balística confirmó que coincide el arma usada en ambos homicidios", explican fuentes de la Guardia Civil, que recalcan que la investigación sigue bajo secreto de sumario. ¿Pero qué llevó a Robles a desplazarse de Plasencia, a Badajoz y a Cazalegas? La policía barajó como móvil, en un primer momento, el ajuste de cuentas. Pero después, se descartó. ¿Fue el azar? ¿Sólo quería sus coches? Las víctimas no guardan ningún tipo de relación con el agresor, según los agentes.

Tampoco el padre y el bebé de 11 meses a los que asaltó el 22 de enero en su casa de la calle de Dolores Ibarruri de Plasencia, cerca de las viviendas sociales de la zona norte. "Allí vivía antes de su encarcelamiento", aclara Pizarro. Robles los encañonó en el garaje, obligó al progenitor a llevarlo hasta la presa del Jerte, a cinco kilómetros. "Pero en un descuido del agresor, el padre escapó en el coche con su hijo" recalca la policía. El atacante disparó entonces tres veces contra el vehículo.

Ese día se le pierde la pista a El Pistolero, que huye hacia Cazalegas y, tras pasar por Badajoz, regresa a Plasencia. Miguel García-Izquierdo, jefe superior de Policía en Extremadura, afirmó que posiblemente volvió para vengarse de un vecino al que achacaba el encarcelamiento de un familiar. Según la policía, la esposa y dos hijos del delincuente "están o han pasado" por prisión.

Tras el aviso de Jaraíz, los agentes se despliegan en El Espartal. Temen que, para hacerse con un coche, cometa otro crimen. Cierran los accesos a Plasencia. Pero Robles se desvía de la nacional 101, abandona el Ford Focus en la sierra y huye a pie. Dos helicópteros apoyan desde el cielo.

Lo localizan escondido en un caserón medio derruido, de difícil acceso. Robles corre. Hay un tiroteo. Y lo reducen. "Lo esposamos y, tres minutos después, se desplomó. Creíamos que era un infarto", resaltan fuentes de la Guardia Civil. Los agentes intentan reanimarlo sin éxito. Y, tras trasladarlo al Instituto de Medicina Legal de Cáceres, el forense observa un disparo en la espalda. "La autopsia dirá qué le mató y de quién es la bala", dicen los investigadores.

Llevaba dos pistolas encima: una nueve milímetros y otra del calibre 22. En el coche había dejado otra. "Quienes viven en el campo están ahora más tranquilos, desde que ha muerto", concluye Amando Blanco. Dos cruces blancas, recién pintadas, marcan dónde terminó la caza policial.

Futbolista y aficionado a la caza

J. J. G. / CAZALEGAS

Víctor Manuel González, la primera víctima mortal de El Pistolero, vivía con su novia y jugaba de mediocentro. Tenía previsto incorporarse al C. D. Cazalegas justo el domingo siguiente a su asesinato. Estaba ya preparado para empezar la temporada con el equipo, que compite en la segunda autonómica. “El miércoles me reuní con él para arreglar su ficha, y el jueves apareció muerto”, apunta Aurelio Moreno, presidente del club de fútbol. Sus compañeros le rendirán tributo este domingo. Además de con su equipación celeste, saltarán con brazaletes negros al modesto campo de tierra de La Dehesa, a cinco minutos a pie del Ayuntamiento y con dos pequeñas gradas de cemento con capacidad para unas cien personas. Se enfrentan en casa al C. F. Gerindote. “Hemos hecho unas camisetas especiales donde pone Víctor, tus compañeros no te olvidan”, dice el directivo.

Porque la tragedia ha conmocionado a los vecinos de este pueblo toledano. Robles rompió el lema Sol, agua y tranquilidad que luce una marquesina a la entrada de Cazalegas. “Todos estamos con el corazón en un puño”, recalca el primer edil, que insiste en que “era un chaval de buena familia, sin problemas con nadie”. En el cementerio parroquial, una montaña de medio metro de coronas de flores (blancas, rojas y amarillas) aún cubre la tumba de Víctor, la última en ocuparse, junto al muro trasero. “Fue muchísima gente a acompañar a sus padres y dos hermanos, muy conocidos aquí porque tenían una empresa de construcción”, comenta el alcalde. En el tablón de anuncios municipal todavía cuelga el bando de condena del “crimen despreciable” aprobado por unanimidad en el pleno y la convocatoria el 9 de febrero, en la céntrica plaza de España, de una concentración en recuerdo del asesinado, aficionado a la caza con galgos.

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Sobre la firma

J. Jiménez Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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