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Tribuna
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El discurso del método

El PSOE no tiene ninguna seguridad de llevarse la actual mayoría sociológica de izquierdas

Fernando Vallespín

No hace ni una semana que finalizó la Conferencia Política del PSOE y ya apenas se habla de ella. Quedó sepultada debajo de la basura que inunda las calles de Madrid, el caso Wert, los requiebros de la cuestión catalana y la sorprendente sentencia del Prestige. Imagino la frustración de quienes con tanto esmero y dedicación elaboraron el programa al ver cómo se ha zapeado ya hacia otras cosas. La tiranía de la inmediatez que rige en los medios imposibilita la reflexión sosegada. Como dice Bourdieu, provoca, por el contrario, un pensamiento rápido, una representación discontinua del mundo, fragmentada, que impide distinguir adecuadamente entre lo nuevo y las meras “novedades”. Los discursos de los partidos son, además, poco mediáticos. En este nuevo espacio público las ideas deben ser prêt-à-porter,de fácil digestión. Lo que importa en realidad son las personas, quién haya salido ganador o perdedor en el envite, la colocación respectiva de los aspirantes cara a las próximas primarias. O, en su caso, si el discurso resultante es más o menos de izquierdas y las consecuencias electorales que eso pueda tener. Recuerden que hasta hace poco la mayor acusación que se hacía al PSOE es que carecía de discurso. Cuando al fin lo aportan ya casi no parece interesar, la atención se ha desviado hacia otro lado.

Ante este tipo de situaciones, tan difícil como elaborar un discurso es tener la capacidad para venderlo, que sea discutido y resulte creíble. Hay que disponer de un método para difundirlo y captar la atención, tener un discurso del discurso. No es un mero juego de palabras, es lo que exige la política en estos tiempos ligeros para el pensamiento. Sin embargo, el problema al que se enfrentaba el partido antes de la conferencia política no era solo un problema de ideas. Lo que estaba en juego era su misma cohesión interna bajo un liderazgo sin fisuras antes del gran salto en el vacío que significan unas primarias abiertas. Un liderazgo firme y un partido sin fracturas para poder emprender, precisamente, la renovación del liderazgo. Y, a mi juicio, esto sí lo ha conseguido dicha conferencia. Ha calado el mensaje de que lo que suelda a un partido socialdemócrata tiene más que ver con las convicciones políticas que comparte que la persona concreta encargada de defenderlas o, llegado el caso, ponerlas en práctica. Aquí la actual dirección sí puede ponerse una medalla.

La siguiente cuestión consistía hacer creíble lo que hoy se ha convertido ya casi en la cuadratura del círculo, emprender un giro a la izquierda y esperar a la vez alcanzar el gobierno. O, lo que es lo mismo, ser capaces de diseñar una política con ambición de superar los imperativos tecnocráticos que hoy la animan y apartarse del centro, algo que históricamente ha sido letal para cualquier partido con aspiraciones a alcanzar una mayoría en nuestro país; ignorar las limitaciones de facto a nuestra soberanía y empecinarse en recuperar la capacidad de acción política. Quizá por eso el programa aprobado empieza con consideraciones de política europea, aunque es la parte que ha pasado más desapercibida. Con todo, el problema estratégico reside en evitar que dicho giro a la izquierda y la potencial creación de un “frente popular” después de las elecciones movilice el voto del PP que ahora se encuentra escondido o desconcertado. Mientras que el PSOE tiene que competir con otros por el voto de izquierdas, el PP se encuentra solo a la derecha y le basta con moderarse mínimamente para aspirar a una buena parte del caladero centrista.

El PSOE no tiene, pues, ninguna seguridad de llevarse la actual mayoría sociológica de izquierdas. Pero esta no es la cuestión principal. Las próximas elecciones no serán sólo en clave de izquierda-derecha, sino también y sobre todo en clave territorial e identitaria. Gran parte de los recientes males del partido socialista derivan de la percepción de que no ha hecho oposición. Entre otras razones porque la oposición visible al Gobierno no la han ejercido uno o varios partidos, la ha protagonizado Cataluña. Las próximas elecciones se convertirán en una especie de nueva batalla del Ebro. Si esto es así, el discurso del método para ganarlas no es el aprobado en la conferencia política de Madrid, sino en la territorial de Granada. Y aquí el PSOE sí que se ubica en el centro. Basta que sepa vender lo que plantea, el giro federal del Estado de las Autonomías y un discurso de la identidad nacional como comunidad de ciudadanos. Desarrollar más y mejor lo aprobado en Granada sin olvidarse de Madrid. ¡Casi nada!

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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