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50 minutos para una era de corrupción

La lectura del fallo concluye con abrazos y golpes en la espalda de los absueltos

El presidente del tribunal que ha juzgado el caso Malaya, José Godino, ha tardado 50 minutos en leer parte del fallo del macrosumario que ha juzgado la trama de corrupción en Marbella. Ha bebido agua en tres ocasiones y el impresionante banquillo, con 86 procesados escuchando atentamente, ha ido poco a poco desvelando sensaciones y gestos de condenados y absueltos (43 personas). Ha habido pocas lágrimas, apenas las de la exalcaldesa Marisol Yagüe, y algún gesto de indignación de Isabel García Marcos, que fue su mano derecha después de ser azote del GIL durante años desde las filas del PSOE. Ambas están condenadas. Pero lo más sonoro y vistoso han sido los abrazos y golpes en la espalda de quienes han sido liberados de los cargos.

“Hay que sacar el champán”, comentaba uno de los absueltos fundido en un gran abrazo con otro cuando ha terminado la sesión. Uno de los más efusivos era el empresario Tomás Olivo, que se enfrentaba a cinco años de prisión y que ha quedado libre. Algunos han utilizado discretamente el móvil para comunicar por escrito las buenas noticias. Yagüe, sin embargo, hablaba de “injusticia” y García Marcos dejaba claro que piensa seguir luchando. “¡Qué yo he alterado el precio de las cosas!”, exclamaba tras intercambiar unas palabras con su marido. Después de conocer que ha sido penada con cuatro años de prisión, se ha enzarzado en una conversación en voz baja con Montserrat Corulla, condenada a lo mismo y sentada delante de ella.

Juan Antonio Roca, trasladado a primera hora de la mañana desde la prisión de Alhaurín de la Torre, ha dejado pocas imágenes y su semblante apenas reflejaba emociones. Pero sí ha ejercido de perfecto anfitrión de la sala de juicios, como ha sido habitual durante toda la vista oral, entre quienes han sido sus compañeros de banquillo: antiguos socios, colaboradores o conocidos. Además de que su mujer, Rosa Jimeno, esté en el grupo de absueltos. Roca ha compartido el furgón policial con los otros dos procesados de Malaya que están presos, Julián Muñoz y el empresario José Ávila Rojas.

La sentencia del caso Malaya no ha despertado el interés de ningún curioso y la escena que se ha vivido esta mañana en la puerta de la Ciudad de la Justicia de Málaga no ha tenido nada que ver con el día en que se notificó el fallo que condenó por blanqueo a Isabel Pantoja. Ni empujones ni pisotones ni situaciones de histeria. Solo familiares discretos que han atestado la enorme sala habilitada en su día a conciencia para juzgar la mayor trama de corrupción municipal destapada en el país.

Todo ordenado y ágil. Tanto, que hasta los fotógrafos y cámaras apostados en la zona acotada para facilitar el acceso de los acusados al edificio judicial se han quedado sin buena parte de las imágenes porque los protagonistas, muy avispados, han optado por entrar por donde lo hacen todos los usuarios. Trucos que aprenden quienes han asistido a un juicio durante cerca de dos años.

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