Cospedal en el laberinto
Las críticas internas a la ‘número dos’ del PP se han recrudecido tras el ‘caso Bárcenas‘
Apenas pisa Génova, 13 y pasa casi toda la semana en Castilla-La Mancha. Defiende la transparencia en público pero no se explica lo suficiente en privado, o lo hace con un reducidísimo equipo de colaboradores de confianza. Bajo su gestión, el partido ha vivido muchos meses de inactividad casi absoluta en los que ha fallado la comunicación con el Gobierno y con los ciudadanos.
Críticas internas como estas, dirigidas a María Dolores de Cospedal, se han repetido desde que Mariano Rajoy la confirmó como secretaria general del PP en el congreso de Sevilla de febrero de 2012. Desde entonces, “una cúpula que ya estaba bastante desdibujada”, según coinciden varios dirigentes, tuvo que hacer frente a un giro radical de sus previsiones, que consistían básicamente en explicar y defender el trabajo del Ejecutivo. Primero, llegaron las oleadas de recortes y la caída en picado de la popularidad de la formación según todas las encuestas. Hasta que el pasado 16 enero estalló el caso Bárcenas, la dirección del PP, con Cospedal a la cabeza, se vio sumida en un laberinto y todo se complicó.
La número dos de los populares, la máxima responsable de la formación después de Mariano Rajoy, asumió entonces la gestión interna del escándalo del extesorero junto al jefe de los servicios jurídicos, Alberto Durán, y algunos miembros de su gabinete. Y la sede nacional del partido pasó de ser un lugar “en el que se oyen los pasos”, como describía gráficamente un miembro del Comité Ejecutivo para subrayar la inacción del PP, a convertirse en una catedral del silencio. Después de la publicación en EL PAÍS de los papeles del antiguo responsable de finanzas, la dirección nacional optó por una alineación de defensa cerrada. Mientras, la situación laboral de Luis Bárcenas, que fue despedido el 31 de enero, cuando se conoció su contabilidad manuscrita, le estalló a Cospedal en las manos. La secretaria general, que siempre había presumido de haberle apartado en 2010, tras su imputación en el caso Gürtel, calificó su supuesto finiquito de “indemnización en diferido” o contrato “en forma de simulación”. Y desapareció de Génova, al menos públicamente, durante casi mes y medio, entre finales de febrero y principios de abril.
Esta circunstancia, además de retrasar o paralizar muchas decisiones internas, desató una guerra fría en la cúpula mientras la división crecía cada día también a cuenta de la decisión final sobre las acciones legales, finalmente, zanjada por Rajoy. La dirigente popular optó por blindar la comunicación, a la vez que barones como José Antonio Monago, Alberto Núñez Feijóo, Juan Vicente Herrera o Antonio Basagoiti insistían en la necesidad de dar explicaciones a los ciudadanos.
La dirección del PP suspendió oficialmente la habitual reunión de estrategia semanal, integrada por la propia Cospedal y los vicesecretarios Carlos Floriano, Esteban González Pons y Javier Arenas, durante un mes. Y Alfonso Alonso, jefe del Grupo Popular en el Congreso, un dirigente mucho más próximo a Soraya Sáenz de Santamaría, se convirtió en el verdadero portavoz del partido.
"La cúpula quedó desdibujada desde el congreso de Sevilla”, coinciden varios dirigentes
Ningún miembro de la cúpula se siente cómodo en el papel de portavoz del escándalo. Y esto se debe en parte al “secretismo” de la gestión de Cospedal. Frente a la necesidad de explicaciones coherentes de asuntos tan delicados como la contratación de Bárcenas o el despido del exmarido de Ana Mato, Jesús Sepúlveda, en las filas populares se han echado en falta una estrategia y unas instrucciones más claras por parte de la dirección.
El vicesecretario de Organización y Electoral, el número tres, Carlos Floriano, quien comparecía habitualmente cuando no lo hacía Cospedal, redujo drásticamente su presencia pública en lo que algunos interpretan como un distanciamiento de la secretaria general.
Otros recuerdan que Esteban González Pons, vicesecretario de Estudios y Programas, ya fue responsable de comunicación en la etapa más complicada del caso Gürtel, y que tendría sentido rescatarle en este momento. Pons ha intensificado sus comparecencias, aun así todavía no hay un reparto claro. Los críticos recuerdan en este sentido que el escándalo del extesorero de los populares no solo ha convulsionado al partido, sino que ha paralizado varios debates internos. Las direcciones autonómicas, por ejemplo, ven con inquietud acercarse las elecciones europeas de 2014 y las municipales de 2015, por lo que reclaman decisiones sobre plazos y sucesiones que aún no se han producido.
Mientas tanto, la judicialización del caso hizo que Cospedal y su equipo cambiaran el mantra oficial: de la negación completa —“la contabilidad del PP es perfectamente legal y está auditada por el Tribunal de Cuentas”— al “respeto” por el procedimiento judicial —“el caso está en los tribunales y el juez decidirá”—.
En las filas del PP se echa en falta una estrategia más clara desde la dirección
Esta estrategia, de momento, ha permitido a Cospedal salir del laberinto y centrarse en otras tareas, como el Gobierno de Castilla-La Mancha. Ahí la número dos del PP tiene otro frente abierto. Su Ejecutivo tuvo que acometer una reducción radical del déficit y lleva desde el primer día aprobando recortes. Dentro del partido son conscientes del desgaste y admiten que Emiliano García-Page, líder regional del PSOE, es un adversario más que peligroso. Ahora que se ha llegado a la mitad de la legislatura, muchos consideran que lo lógico sería que centrara su trabajo en Castilla-La Mancha, aunque eso la alejaría todavía más de Génova, 13.
Cuando hace un año Javier Arenas, vicesecretario de Política Autonómica y Local, dejó el PP andaluz para dedicarse en exclusiva a la dirección nacional, la interpretación más extendida le situó entonces como líder en la sombra y como correa de transmisión con el Gobierno. Arenas se ha centrado, no obstante, en su área y el partido, al menos hasta el estallido del caso Bárcenas, siguió parado.
Ahora el PP ha intensificado su actividad con vistas a la convención prevista para otoño. Los populares quieren sumarse al debate sobre regeneración democrática para tratar de minimizar el desgaste del escándalo y de la política de recortes. En este contexto la dirección asegura que está dispuesta a hablar de casi todo “sin miedos ni cortapisas” y así dar una imagen de apertura. Para ello, han organizado debates sobre la creación de empleo, las listas abiertas y los sistemas electorales y el desapego ciudadano a la política. En este último, Cospedal, recién aparcadas las críticas por la gestión del caso Bárcenas, abrió otra veta al comparar los escraches con el “nazismo puro”.
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