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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La verdad judicial y la cegada

A Camps y Costa les sonó la flauta y el jurado acabó absolviéndoles por cinco votos contra cuatro

El expresidente Camps ya puede exhibir públicamente su verdad judicial de inocencia. El Tribunal Supremo ratificó ayer el veredicto emitido por el jurado popular de Valencia que, ante la sorpresa general, le absolvió del delito de cohecho pasivo en enero de 2012. Era previsible: raramente el alto tribunal tuerce o se inmiscuye en la voluntad de un jurado popular, aunque este se constituyera en una Valencia con un reo beneficiario de tres mayorías absolutas y emitiera un fallo harto cuestionable. Camps ya es, pues, no culpable de haber recibido 22 prendas de la trama Gürtel. Pero de lo que nunca podrá jactarse es de que no hubiese pruebas incriminatorias contra él. Precisamente eso fue lo que sobró en el juicio: documentos y testimonios, hasta sonoros, que nunca refutó y que seguían perfectamente el rastro impagado de las prendas. Camps es un hombre de contrariedades: con la misma soltura con la que dice que él pagó sus trajes negó amistad alguna con quien luego resultó ser (está grabado) su “amiguito del alma” Alvarito, El Bigotes.

No siempre la verdad judicial coincide con la real si por esta se entiende el conjunto de indicios y razones constatadas que orientan el común de los sentidos hasta otear certezas penalmente tipificadas. En Camps ya hay verdad judicial. La otra no está clara. Aun así, los fallos judiciales hay que acatarlos. Pero es sabido que siempre habrá inocentes condenados y culpables sin condena. Y es que la peor justicia no es la ciega, sino la cegada. La que solo ve lo que quiere.

En la misma causa de los trajes de Camps iban, aparte del que fuese su lugarteniente en el PP valenciano, Ricardo Costa, dos altos cargos de su Gobierno: Víctor Campos (su exvicepresidente) y Rafael Betoret (su exasesor en Turismo). Y por los mismos hechos: aceptar trajes de El Bigotes. Pero antes del juicio, los dos se presentaron ante el tribunal, admitieron haber recibido trajes gratis total de Alvarito y salieron de allí con la condena bajo el brazo. Ahora son la cruz de la otra verdad judicial.

A Camps y Costa les sonó la flauta y el jurado acabó absolviéndoles por cinco votos contra cuatro; por la mínima, pero absueltos. Fue un veredicto de inocencia basado en argumentos que, aunque al Supremo le parezcan ahora racionales y lógicos, distaban de ser sólidos. Pues se construyó una absolución soslayando los 14 argumentos incriminatorios expuestos por las fiscales anticorrupción que han permitido aflorar las espuertas de suciedad que anidaban en Gürtel. Ellas no recurrieron al Supremo, pero no por falta de ganas. Ni de argumentos. Camps ya tiene razones exógenas para esgrimir su inocencia. Lo que no está claro es si un hombre como él, de férreas convicciones religiosas, empleará sobre la almohada, para sus adentros, el mismo consuelo jurídico.

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