La mafia del corazón de cerdo se enfrenta a un siglo de cárcel
Los juzgados en el caso KO se enfrentan a penas que suman un siglo de cárcel Una operación desbarató la lucha de dos bandas por controlar los negocios ilícitos entre rejas
Un corazón putrefacto, empaquetado, llegó al domicilio de Juan Fernando Díaz, el director de la cárcel de Palma, en 2008. El órgano parecía humano pero era de cerdo. El mensaje macabro, que estaba dirigido a la esposa del funcionario, era un aviso de las mafias que por entonces pugnaban por controlar el lucrativo negocio del mercadeo ilegal dentro del presidio. Los cuatro acusados por este asunto se enfrentan a penas de prisión que suman casi un siglo en un juicio en el que se reproduce el código clave en el mundo del hampa: el silencio.
En el juicio del caso K.O. (el principal acusado es el funcionario Antonio Cao) se refleja como en la prisión de Palma, en 2008, se desbarataron dos tramas corruptas en disputa por el control de los negocios negros entre rejas. Empleados del Estado buscaban “enriquecerse ilícitamente” y ejercer el “control y dominio” en el submundo, explica la fiscal.
Traficaban, supuestamente, con drogas para venderlas a los presos; facilitaban la entrada y uso de aparatos prohibidos (teléfonos, minirreproductores de música y lectores de vídeo) y vendían bebidas alcohólicas. La tarifa era alta: 500 euros. La actividad ilegal se prolongó entre 2002 y 2008. Presos de confianza y familiares fueron investigados y revelaron los vínculos clandestinos con los carceleros.
En el banquillo de la Audiencia de Palma, los cuatro acusados afrontan peticiones de pena que suman más de un siglo. Para el líder, Antonio Cao, el fiscal pide 47 años de prisión. En la vista se observan los códigos del hampa: los reos -dos de ellos encarcelados- callan, no responden al ministerio público, aunque se escuchan sus voces más allá de la ley en los pinchazos judiciales. "Cuidado con no romper los billetes al abrir el sobre", advertía un acusado a su madre, sobre sus envíos por correo de dinero, día a día, de 500 euros. Tenía miedo a recibir un tiro y amenazó con “denunciar a todo el mundo”. Contaba que tenía ofertas millonarias de “tirar de la manta” en el programa de Ana Rosa.
“En multitud de ocasiones” las dos bandas mafiosas introdujeron heroína y cocaína y comerciaron con los presos. A veces, el narcotráfico derivaba en abusos sexuales a internos, con oferta de cocaína y cambio del recipiente de orina de la víctima de la coacción, para que ésta no diera positivo en los controles y perdiera su autorización de salir en régimen abierto.
Uno de los supuestos mafiosos está acusado de “filtrar” informaciones reservadas a un periódico. Así se identificó a un funcionario que “obligó” a un preso a realizar una felación o se divulgaron fotos de presos fugados. Hay testigos protegidos, denunciantes, amenazados. Relatos de palizas, coacciones dentro y fuera de la prisión.
La fiscalía acusa a los cuatro imputados de los delitos de cohecho, amenazas, tráfico de drogas, coacciones, atentado a la autoridad, abuso de funciones públicas, obstrucción a la justicia, revelación de secretos o abuso sexual.
El capo de la banda dominante es Antonio Cao, de 42 años y por ello la policía denominó la 'operación K.O.' para la desarticulación de las tramas de corrupción en la prisión en el verano de 2008. Las víctimas y delincuentes extorsionados poseían potentes patrimonios y tenían condenas por delitos económicos.
Una funcionaria recibió una llamada anónima telefónica amenazante: “eres una roja de mierda”. El que era director del centro penitenciario, Juan Fernando Díaz, que recibió la prenda del corazón en descomposición, fue sustituido por Manuel Avilés, un aperturista y muy popular, que ha escrito una novela sobre su experiencia. El PP le cesó. Avilés quiso ser un implacable entre rejas del ejecutivo público. El remitente, en clave mafiosa, “para intimidar y amedrentar” dice la acusación- fue un funcionario de prisiones que había sido expedientado y que firmó el envío a nombre de una asociación cultural gitana, real.
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