La tarea pendiente de la Transición
La presencia de López y Basagoiti en actos al aire libre en el barrio viejo de San Sebastián era impensable hace aún muy poco
Durante el fin de semana, tanto el candidato del PP vasco, Antonio Basagoiti, como el del PSE, Patxi López, se han prodigado en actos al aire libre en el barrio viejo de San Sebastián, algo impensable hace aún muy poco tiempo por el riesgo de acoso del brazo político de ETA. Fue Felipe González, este mismo fin de semana en un acto en Barakaldo (Bizkaia), quien más enfatizó este hecho, la recuperación de la libertad en Euskadi, que en esta campaña electoral alcanza su máxima expresión, y lo presentó como un logro histórico, la tarea pendiente de la Transición. Tiene lógica que sea a González a quien impacte especialmente la nueva situación vasca, porque en sus 13 años de gobierno asistió a centenares de funerales y vivió el acoso del terrorismo que padecieron sus compañeros vascos, una decena de ellos asesinados.
El principal problema
Pronto se va cumplir un año del anuncio del cese definitivo de ETA. Este hecho tan trascendente está pasando inadvertido en la campaña vasca. Afortunadamente, no es noticia. ETA está cumpliendo su compromiso de cese definitivo de la violencia y se sabe que la banda terrorista sigue sometida a la dirección estratégica de la izquierda abertzale. Ahora, el principal problema de los radicales, que han apostado definitivamente por las vías políticas, radica en un sector minoritario de presos de ETA —alrededor de 80 sobre los casi 700— que no asume la legalidad penitenciaria y mantiene la exigencia de la amnistía, inasumible para cualquier Gobierno en las circunstancias de hoy.
Poner orden
Poner orden en este asunto de los presos es una tarea política pendiente que le queda a la izquierda abertzale para normalizar la situación en Euskadi. Como el PP tiene pendiente afrontar el reto que le ha planteado su sector más radical, según se ha puesto de relieve este verano con el caso Bolinaga. La gestión del final de la violencia de ETA es una tarea pendiente para la próxima legislatura vasca porque, se diga lo que se diga, mientras no se aborde no se podrá hablar de normalidad en Euskadi. Por eso está en la agenda del lehendakari, Patxi López, y en la del candidato con más posibilidades de ganar, el peneuvista Iñigo Urkullu. El entorno de este suele recordar que Mariano Rajoy tiene sobre su mesa la hoja de ruta que le resumió Urkullu en siete folios y medio en su encuentro de julio.
No está en campaña
Pero ese tema no está en la campaña. Tiene su lógica, porque los partidos vascos no quieren remover el pasado, incluida la izquierda abertzale. Sus facilitadores internacionales, como Brian Currin, han desaparecido de la escena desde que López convocó las elecciones. Con su candidata Laura Mintegi —tan distinta a sus líderes tradicionales— pretende ofrecer una nueva imagen hasta en la indumentaria. Tampoco interesa abordar en campaña la gestión del fin de ETA a PNV, PSE y PP, porque es meterse en un jardín. Pero tras el 21-O será prioritaria en la agenda, por encima de la reforma del Estatuto, aunque la situación en Cataluña lo haya puesto de moda en campaña.
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