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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rota, por nada

Otra vez los grandes partidos paran la esgrima para pactar en perjuicio de los intereses nacionales

Podrá calificarse de lluvia fina o de gota fría, pero el presidente Mariano Rajoy, su Gobierno y el país entero solo reciben desaires procedentes del mundo oficial de los Estados Unidos de América. Desaires a los que, según es costumbre, se prefiere responder desde esta parte contratante con actitudes genuflexas. Para muestra bastaría comparar cómo apenas una semana después de su investidura el primer ministro italiano, Mario Monti, que no había participado en elección alguna, era recibido por el presidente estadounidense, Barack Obama, en el despacho oval la Casa Blanca. Mientras que nuestro Rajoy, desde su victoria por holgada mayoría en los comicios legislativos del 20 de noviembre, sigue esperando sin más consideración que la penosa photo opportunity del pasado 25 de septiembre en Nueva York.

Cuando murió el dictador, los españoles dimos la sorpresa, nos acogimos al discurso del método, al diálogo frío, desapasionado, como si fuéramos ribereños del Báltico en vez del Mediterráneo. Hicimos fracasar las apuestas de los hispanistas, siempre propensos a edificar sus prestigios periodísticos y académicos y sus prosperidades económicas a costa de nuestras guerras civiles, seguidas con comodidades inencontrables en el África que requiere vacunas múltiples y presenta penurias e incomunicaciones de marca mayor. Tuvimos reconciliación, concordia, recuperamos las libertades, la democracia y la soberanía nacional. Nos adherimos a la Unión Europea y a la OTAN y alcanzamos en 1988 unos acuerdos de Defensa de nueva planta con Washington. Nos respetaron porque nos hicimos respetar, sin que se derivara daño alguno para las relaciones mutuas.

Fue una negociación ejemplar, conducida por el embajador Máximo Cajal. Tuvo muchas dificultades añadidas por parte de cierta prensa patriótica, que procuraba debilitar a nuestros negociadores tildándoles de comunistas y otras lindezas. Concluyó con la reducción de la presencia militar americana, con el cierre de Torrejón y con un convenio que establecía en bases, ahora plenamente españolas, Instalaciones de Apoyo (IDAS) y permitía solicitar Autorizaciones de Uso (UDAS) que se reservaba conceder el Gobierno de Madrid. La llegada a La Moncloa del presidente del PP José María Aznar supuso varias cesiones a nuestros socios, sin contraprestación ninguna. El relevo del presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero fue en la misma línea inalterable, pese al mal trato que recibía.

Así llegamos al 5 de octubre de 2011, cuando Zapatero, que iba de retirada, se hizo presente en Bruselas para abrazarse con Leon Panetta, secretario de Defensa de EE UU, y con el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, y darnos la buena nueva de que Rota se integraba en el proyecto de Escudo Antimisiles de la Alianza. Nunca hemos sabido en qué consiste semejante propósito, salvo que España autoriza el despliegue de cuatro destructores AEGIS de la Marina de Estados Unidos en esa base y que se incrementan en 1.400 los efectivos militares allí desplegados, cuyas familias anidarán como consumidores adicionales en la zona. Un año después, el pasado viernes, el Consejo de Ministros autoriza la firma del Segundo Protocolo de Enmienda del Convenio de Cooperación para la Defensa entre el Reino de España y los Estados Unidos de América de 1 de diciembre de 1988 antes referido. Al mismo tiempo, se establece un nuevo periodo de vigencia para el Convenio y sus dos protocolos de ocho años, a contar desde la fecha de su entrada en vigor.

Asombra que Zapatero tomara tal compromiso en vísperas de marcharse y que Rajoy lo selle mañana miércoles, día 10, en Bruselas, con la firma del ministro de Defensa, Pedro Morenés, junto a la de su homólogo Leon Panetta, cuando solo falta mes y medio para las elecciones presidenciales americanas. Además, sin que se haya alterado la asimetría que hace del Convenio un Tratado Internacional en España y un mero Acuerdo Ejecutivo en Estados Unidos. El jueves, día 10, Morenés y su colega de Exteriores, José Manuel García-Margallo, darán explicaciones ya inútiles en el Congreso de los Diputados, si es que alguien se las pide. Parece poco probable que lo haga el partido socialista, después del papelón que ha cumplido en el inicio de este capítulo de “Rota, por nada”. Otra vez los dos grandes partidos, que se vituperan de modo recíproco, interrumpen la esgrima para acordar en perjuicio de los intereses nacionales o tapar sus vergüenzas rellenando de incapaces las instituciones de máximo rango. Y luego dicen que el pescado es caro y que la clase política está degenerada. Mientras, los más graves asuntos de los que no quiero acordarme se nos van por el desagüe de la bañera con el agua sucia.

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