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Vuelta a la autoescuela – DÍA 1

“Empecé mi clase de reinserción vial a la misma hora que llegaba la selección”

Una periodista de EL PAÍS relata su experiencia en un curso de reinserción vial

Patricia Ortega Dolz

Empezaba mi curso de reinserción vial a la misma hora que estaba prevista la llegada de la Selección Española de Fútbol a Madrid con el flamante trofeo de la Eurocopa. A las 15.00 horas del 2 de julio de 2012. No parece un mal día para entrar en un centro de reinserción, aunque sea vial, con todo el país eufórico y teñido de rojo. Me sentía un poco como Nathan, Kelly, Curtis, Alisha y Simon en la serie Misfits, pero sin el mono naranja. Y esperaba la llegada de esa extraña tormenta que cambiaría nuestras vidas para siempre y nos otorgaría algún poder sobrenatural.

A la media hora de entrar en clase me di cuenta de que la tormenta ya había pasado. Ya ocurrió. Para todos los que estamos en este grupo de perdedores de todos los puntos para conducir, la vida cambió en algún momento de hace aproximadamente seis meses, el tiempo que hace que nos retiraron el carné por quedarnos con el saldo a cero. Y, como siempre, la vida cambió para algunos más que para otros. Yo sencillamente me quedé sin poder utilizar mi coche y descubrí las ventajas del transporte público. Otros (muchos) se quedaron sin su medio de vida: conductores autónomos, transportistas, comerciales, ingenieros…

Somos finalmente 18 en clase y ninguno tenemos pinta de superhéroes de nada precisamente. Soy la única mujer entre hombres de edades comprendidas entre los 20 y los 75 años, tal y como me habían anunciado el día que me matriculé en este curso de “sensibilización y reeducación”.

Estamos divididos entre los que no tienen carné por una sentencia judicial (la mayoría por conducir excediendo la tasa de alcohol permitida) y los que no lo tenemos porque nos hemos quedado sin puntos a base de infracciones. La diferencia, entre unos y otros, radica en que los primeros no tienen que examinarse en Tráfico, sino que será directamente un juez (si Antonio, nuestro profesor, certifica el “aprovechamiento” de este cursillo de cuatro días) el que les devolverá (o no) el permiso de conducción; los segundos, entre los que me incluyo, pasaremos ese examen (si Antonio certifica que hemos “aprovechado” el curso). O sea, para que quede claro, el que manda ahora mismo es Antonio, que para eso se sabe los enunciados de los temas de memoria, lleva 25 años en esto, da clases hasta los sábados y tiene un tono de voz similar y tan didáctico como el de Felix Rodríguez de la Fuente.

Y, como Antonio manda, me ha impedido utilizar el móvil nada más arrancar el curso, “ni para trabajar ni para nada”. Tiene razón. Aquí estamos para lo que estamos. A cambio me ha dicho que me hablaría del “efecto submarino”.

Hoy nos hemos dedicado fundamentalmente a descubrir nuestro perfil de infractores. La mayoría somos “C”, es decir tenemos que mejorar nuestro concepto del riesgo de la velocidad. Luego hay algún “D”, que tiene que profundizar más en temas de “alcohol y drogas” y algún A, que se tiene que centrar más en temas de “seguridad y velocidad”. Nuestro perfil es importante, básicamente porque determina los cinco temas (de los 16) que nos tendremos que estudiar para el examen.

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Y, precisamente de cara a esa prueba, nos ha hablado del “efecto submarino”. Es un apartado del Tema 2 (“Dinámica de un impacto y consecuencias para las víctimas”). Según él es un tema tan importante que entra en todos los perfiles de infractores, da igual que seas “A”, “B”, “C”, “D”… Todos los caminos llevan al dos y al “efecto submarino” que, según cuenta, ha provocado divorcios. “El efecto submarino es el que acontece cuando alguien se reclina mucho en el asiento, o lleva unas fundas muy gastadas y, cuando se produce el frenazo, se desliza hacia abajo, en lugar de hacia adelante, hasta el punto en el que el cinturón se convierte en una soga capaz de provocarle la muerte”. Y añade: “Por eso ese hombre optó por separarse de su mujer: no podía soportar la idea de tener que frenar y llevarla recostada en el asiento del copiloto”.

Mañana, entre otras cosas, os contaré la historia de Jose Antonio, el cundero de Canillejas. Me vuelven a llamar para entrar en clase.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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