Macrino Suárez, último ministro de la II República
El político, fallecido el 15 de mayo, ocupó la cartera de Economía desde el exilio en París
Macrino Suárez (Luarca, 1936) era el último ministro de la II República en el exilio vivo. Se ocupó de 1971 a 1977 de la cartera de Economía en el Gobierno que presidía José Maldonado, también asturiano. Cuenta su viuda, Raquel Madroñero, que nunca le oyó quejarse de su peculiar nombre. “Se lo pusieron por tradición familiar y él decía que le había facilitado las cosas porque a la gente nunca se le olvidaba el nombre. Es difícil olvidarse de un Macrino”. Murió anteayer, de un infarto. El próximo 30 de mayo habría cumplido 76 años. Llevaba 17 casado con Raquel, su segunda mujer, de 52 años, a la que conoció en una conferencia. De su matrimonio anterior tenía un hijo que vive en París.
Macrino Suárez nació pocas semanas antes de que estallara la Guerra Civil, en la que su padre luchó en el bando franquista. Después, se fue a estudiar Económicas en Madrid, donde fue procesado por injurias al jefe del Estado porque en la pensión en la que vivía le requisaron unas octavillas con Franco vestido de gitana y la leyenda la bien pagá. Pasó 15 días incomunicado y cuatro meses en la cárcel de Carabanchel, recordaba en una entrevista en 2008 en TeleAsturias.
Después huyó a Francia. “El exilio fue muy duro para él. Llegó sin dinero y sin hablar una gota de francés. Pasó mucha hambre. Empezó trabajando en una imprenta y terminó doctorándose en la Sorbona”, relata su viuda. En Francia trabajaría como investigador en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas y como enviado del Gobierno francés a países en desarrollo. En 1971 fue nombrado ministro republicano de Economía en el exilio, cargo que desempeñó hasta 1977, cuando José Maldonado disolvió el Gobierno en el exilio al considerar democráticas las elecciones en España.
Se refugió en Francia tras ir a la cárcel acusado de injuriar a Franco
Macrino Suárez también fue secretario general del Consejo Federal Español, perteneciente al Movimiento Europeo, cuyo cuarto congreso, en 1962, para exigir democracia en España sería calificado peyorativamente por el franquismo como el “conturbenio de Múnich”.
“Para él el exilio, todos esos años sin poder poner un pie en su país, fue muy doloroso. Añoraba tanto Asturias que en verano se iba de vacaciones a la Bretaña francesa porque decía que era lo que más se le parecía”, recuerda su viuda. “Pese a todo, siempre decía que no se arrepentía de nada y que si volviera a nacer, lo haría todo igual. Era un hombre íntegro, incorruptible, y por supuesto, republicano hasta el final”.
Los políticos le habían decepcionado. Fue muy crítico, por ejemplo, con la ley de memoria histórica, que le pareció demasiado tibia. Pero la política le seguía apasionando. Con su mujer solía debatir sobre las posibilidades de una tercera República. “Era pesimista, porque incluso ahora, que parece que el Rey ya no es intocable, que se le puede criticar, él creía que la sociedad no estaba preparada por todo lo que la dictadura y también la democracia habían desinformado sobre la República, como una cosa de quemaiglesias y comecuras”, recuerda Raquel. A Macrino le dolía que una de las acepciones que el Diccionario de la Real Academia recoge de la palabra república sea la de “lugar donde reina el desorden”.
Macrino Suárez vivía desde 2005 en Asturias, donde presidía la asociación José Maldonado y el Ateneo Republicano.
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