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Lorca, un año después

El terremoto sigue vivo en Lorca

Un año después del temblor, más de 7.000 personas no han podido volver a sus hogares Muchos edificios aparentemente intactos tienen las estructuras dañadas

Una monja de clausura de las clarisas observa las obras de restauración de su convento.
Una monja de clausura de las clarisas observa las obras de restauración de su convento. PEDRO VALEROS

Un año después de los terremotos que hundieron Lorca, los barrios de La Viña, Alfonso X, San Diego o San Fernando parecen zonas bombardeadas. Están llenos de solares vacíos y de casas apuntaladas. Las promesas de reconstrucción de la ciudad murciana, de 90.000 habitantes, no se han cumplido. Más de 7.000 personas —2.000 familias— no han podido volver a sus casas porque siguen dañadas, demolidas o sin reparar.

Ya no hay escombros tirados por las calles como la noche del 11 de mayo de 2011, pero el daño sigue presente, aunque no siempre se perciba. La concejal delegada para la reconstrucción, Saturnina Martínez, confiesa que “al obligar a los vecinos a hacer informes técnicos muy precisos, han aparecido daños ciegos que eran mayores que los visibles. Las grietas que se veían los primeros días eran lo sencillo. Lo difícil está dentro de las estructuras”.

Los datos de la tragedia

  • El 11 de mayo de 2011 se produjeron en Lorca dos terremotos. El primero hizo temblar la tierra a las 17.05 y fue de magnitud 4,5 en la escala Richter. El segundo fue a las 18.47 y fue de magnitud 5,1; su intensidad fue de grado VII, el máximo en la escala Mercali. En los siguientes cuatro días hubo nueve réplicas.
  • El epicentro de los temblores se situó a seis kilómetros al suroeste de la ciudad. El hipocentro estaba a unos 2.000 metros de profundidad. La zona es conocida como Falla de Alhama. En la región se halla el límite de las placas tectónicas euroasiática y africana.
  • Hubo nueve muertos y 300 heridos, la mayoría por la caída de cascotes de los edificios.
  • 30.000 personas durmieron en la calle la primera noche del terremoto por miedo a las nuevas réplicas.

En Lorca no se construye. Según el Ayuntamiento, en el último año solo se han concedido tres licencias de obra para levantar edificios y 30 para viviendas unifamiliares. No ha empezado la obra de ninguna. Los trabajos parecen centrados en reparar daños, pero miles de familias siguen empantanadas en la burocracia de obras mayores y menores. Se han dado 1.800 licencias de estos dos últimos tipos, pero la pelea para pagarlas con los peritos de los seguros es, según los vecinos, “kafkiana, constante, y está retrasando las cosas”. La desesperación aumenta. Lo que sí ha habido en la ciudad han sido derribos: 250 edificios, 1.164 viviendas demolidas. “El hueco de su casa es el hueco que me han dejado mis amigos, que se han tenido que ir del barrio”, dice un vecino ante el gigantesco solar que ha dejado el Residencial San Mateo: seis bloques de edificios demolidos en la avenida de Juan Carlos I, la arteria principal de la ciudad.

A toda esta situación hay que añadir la increíble historia de unos 160 edificios que siguen, según la asamblea de vecinos afectados por el terremoto, “en estado de indefinición”. Son las casas de 500 familias que “un año después de la catástrofe no saben si sus edificios serán demolidos o no. Y, lo que es peor, no ignoran si los gastos de demolición y desescombro, si llegan a producirse, correrán a cargo de sus bolsillos”.

Los edificios públicos y de servicios se van recuperando muy lentamente: En educación, 11 colegios conviven todavía con las obras y dos institutos siguen demolidos. En sanidad, por ejemplo, se ha tenido que adecuar como centro de salud el antiguo hospital Santa Rosa de Lima, que presta servicio a los usuarios del antiguo barrio de Lorca Centro, que tuvo que ser arrasado tras los temblores. El hospital Rafael Méndez mantuvo quirófanos cerrados hasta el pasado mes de febrero.

La ciudad entera se ha vaciado y ha perdido ánimos. Dos datos aportados por la gerente del Área III de Salud, Catalina Lorenzo, lo confirman: “Hay un llamativo descenso de nacimientos y 10.000 cartillas sanitarias menos en la zona”. Mucha gente se ha marchado de la llamada Ciudad del Sol y, como triste metáfora, se puede decir que es difícil volver, porque entre los edificios dañados y cerrados está el de la estación de tren.

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El sector del comercio sufre este éxodo de vecinos. “En los cuatro meses que siguieron al día de los terremotos, las ventas fueron prácticamente nulas, casi cero”, declara Antonio García, presidente de la Asociación Comarcal de Comerciantes. Unos 700 comercios tuvieron que cerrar, y “la reapertura ha sido lentísima”. Los que se han quedado han tenido que hacer frente, casi sin ayudas, a costosas remodelaciones y “a las calles desiertas”. El 10% de los comercios dañados no han podido reiniciar su actividad.

Para darle la puntilla a la ciudad, el turismo y la vida cultural también están hundidos. Edificios emblemáticos como el palacio Guevara, el conservatorio de música, la biblioteca Pilar Barnés o el teatro Guerra están severamente dañados y cerrados. Y, además, 15 de las 16 iglesias del municipio están cerradas al culto; en dos de ellas ni siquiera se trabaja en su restauración.

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