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"Ya no soy la eterna becaria pero irse al extranjero no es una decisión fácil"

"Mis amigos creen que trabajar fuera es cuestión de suerte, mis padres que es valentía" "Ahora somos la nueva masa inmigrante que viene a ocupar puestos de trabajo en Europa"

Mujer, joven, ambientóloga y valenciana... Sin duda, una de las combinaciones ganadoras para formar parte de las listas del paro.

Al iniciar la titulación nos decían “sois el futuro”, “el medio ambiente es más importante cada día”, “vais a tener mucho trabajo”... cinco años después, al terminar la carrera, sentí el deseo de tirar mi título a la basura. El panorama laboral era desolador. En tiempos de crisis, el medio ambiente no es una prioridad. En España no se valora a los licenciados en ciencias ambientales ya que, tal vez por desconocimiento, se considera que cualquiera puede desarrollar nuestro trabajo.

Tras un año y medio de master, cursos, talleres, solicitudes de becas, visitas diarias a decenas de buscadores de trabajo, cientos de auto-candidaturas por toda España, llamadas, peticiones y favores... NADA, nada parecía dar resultado. Mis únicos resultados fueron trabajos por horas de jardinería o de guía turístico. Llegué a pensar que no tenía nada que ofrecer, que me había equivocado. Ser licenciada en ciencias ambientales tenía el mismo valor que el diploma de mi último curso de mecanografía. No parecía haber solución para mí, me sentía hundida y derrotada.

Un buen día se me ocurrió (como a tantos otros, supongo) una beca para realizar prácticas en el extranjero. Decidí intentarlo y empecé a enviar mi currículum, aquel que tan inútil parecía en España, el mismo que iba directo a las papeleras. A las pocas semanas tenía una llamada con prefijo extranjero, un par de entrevistas por teléfono, y ¡voilà!, me ofrecieron unas prácticas laborales en Austria. Después de un año con diferentes programas de prácticas, he dejado de ser la eterna becaria, y al fin he conseguido un contrato de trabajo, en el que me siento valorada como profesional y, sobre todo, sabiendo que no he malgastado mí tiempo formándome. Ahora sé que trabajar en medio ambiente no es una utopía, y lo más importante, que todo mi esfuerzo tiene recompensa.

Marcharse no es una decisión fácil, dejarlo todo atrás y no saber cuando será el regreso o si lo habrá. Por otra parte, el paraíso laboral europeo no es tal. Los españoles cobramos lo mínimo, y para conseguir un trabajo hay que empezar desde cero y trabajar como nadie. En Europa la situación se empieza a complicar y ya no somos aquellos simpáticos habitantes que les servían en su destino vacacional. Ahora somos la nueva masa inmigrante, que viene a sus tierras a ocupar puestos de trabajo. Todo esto cuando, al parecer de muchos, la Unión Europea se desmorona por culpa de países como el nuestro.

Mis amigos en España consideran que trabajar en el extranjero es cuestión de suerte, mis padres que es valentía. Desde mi punto de vista, todos aciertan y todos se equivocan. Trabajar en aquello para lo que estás cualificado no debería ser considerado suerte y no hay valentía en tomar la única salida posible. Pero lo cierto es que sacrificar tu vida tal y como la conoces no es fácil y, hoy por hoy, solo algunos afortunados podemos decir “tengo trabajo y me pagan lo que me merezco”.

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Paula

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