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"Lo lógico era que mis hermanos y yo viviéramos mejor que nuestros padres"

"Sigo buscando trabajo pero nunca me toca el premio y creo que, simplemente, no hay"

Recuerdo que con cinco años quería ser policía nacional. Después con diez quería ser carnicera… o esquiadora como la barbie que me regalaron por aquella época. O misionera, pero me dijo mi abuelo que para eso había que creer en Dios y ser monja. Con 15 quería ser arqueóloga, como Indiana Jones. Después, con 18, quise ser profesora, psicóloga, diseñadora de juguetes, historiadora, arqueóloga todavía… pero finalmente decidí matricularme en Trabajo Social frente a las presiones sociales que me decían que me matriculara en algo con más salidas profesionales. Pero yo pensé que como trabajadora social no me iba a faltar nunca empleo, porque las desigualdades, por desgracia, nunca se acaban. Todos estos futuros iban acompañados de una casa en propiedad, de una pareja, de unos hijos, de unas ilusiones… como había visto en mis padres, quienes vivían mejor que sus padres; lo lógico era que mis hermanos y yo viviéramos mejor que los nuestros.

A día de hoy, con 29 años, soy Diplomada en Trabajo Social, tengo dos títulos de posgrado, hablo cinco idiomas y tengo más de cinco años de experiencia en mi campo, a parte de estar trabajando desde los 18 en trabajillos para “ir tirando” mientras vivía en casa de mis padres y era estudiante. Hoy, estoy en el paro desde hace más de nueve meses. En este tiempo he hecho tres entrevistas de trabajo: en las que había de pasar tres entrevistas para un puesto a turnos por menos de 800 euros al mes y durante tres meses, obviando el mes de prueba de rigor, claro, y la verdad es que te sientes un poco como en la NASA, importante y todo. En la única entrevista en la que me cogieron fue en una de comercial a comisión pero decidí no aceptarlo, no estoy dispuesta a trabajar a cambio de nada; la locura aún no se ha apoderado de mi cultivada mente.

Cuando aún trabajaba me independicé, hace ya más de tres años. Me fui a vivir con dos amigos y aún hoy sigo independizada, los compañeros de piso ya no son los mismos, ellos se fueron, emigraron: Manchester y Sarajevo. No son los únicos, otros se fueron a Brasil, Alemania, China, ya no sé cuanta gente tengo fuera, incluido mi hermano. Él se fue a Grecia primero y después a Francia, allí como camarero cobra más de 1200 euros al mes por las siete horas diarias que marca la ley, y paga 400 euros por un estudio para él solo. Su sueldo es el mínimo interprofesional, y yo aquí nunca llegué a cobrar eso, incluso cobrando en relación a mi titulación. Este país ya no me ofrece nada y, lo que es peor, yo no le debo nada. Ha hundido mi futuro, ha acabado con mis ilusiones.

Y mientras planeo mi emigración y ahorro, como puedo, para no fracasar en el intento, sigo buscando pero nunca me toca el premio y es que creo que, simplemente, no hay premio.

 Laura

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