Guantánamo, Malasia y España
Son las últimas paradas de los observadores enviados por Human Rights Watch a vigilar juicios Víctimas del franquismo apoyan al juez: “Esto es una farsa”
Los había ancianos y jóvenes. Expertos juristas y “prácticamente analfabetos”. Quienes habían recuperado los restos de familiares fusilados y otros que los siguen buscando por fosas comunes. Personas que tienen a padres desaparecidos y padres a los que les robaron a sus hijos. Políticos, actrices... Gente muy distinta se reunió ayer frente al Supremo porque su lectura de lo que le ocurre al juez Garzón es la misma. “¡Este juicio es una farsa!”, gritaron durante horas frente al tribunal.
El exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo aseguraba: “Estoy aquí porque Garzón es el único juez que se ha atrevido a enfrentarse a los crímenes de la dictadura y la respuesta del Supremo, de la mano de los herederos del franquismo, ha sido perseguirle como un delincuente. Eso no es compatible con un Estado de derecho y una democracia”. Y Albino Calvo, hijo, sobrino y nieto de represaliados, que nunca fue al colegio, decía: “Yo no entiendo mucho de leyes. ¿Pero no es raro que los que pongan las querellas sean los ladrones y los que se sienten en el banquillo los jueces? ¿Que Falange denuncie al juez que investiga los crímenes que cometió Falange? ¿Que los otros se llamen Manos limpias?”.
Albino Calvo, como muchos otros, acudió a la puerta del Supremo con las fotografías de sus padres a modo de pancarta. Aunque ellos no fueron los únicos represaliados en su familia. “El primero fue mi tío. Se lo llevaron los falangistas el 5 de abril de 1939 por ser de izquierdas. Después fueron a casa de mi abuelo y le dijeron: ‘A la puerta del cementerio hemos dejado al hijo de puta de tu hijo. Si al amanecer no está enterrado, lo echamos a los perros’. Así que mi padre fue a enterrar a su hermano”.
En junio de 1939 detuvieron al padre, la madre y el abuelo de Albino Calvo. “Yo no había cumplido tres años. Mi madre se llevó a mi hermano de cuatro meses a la cárcel. Pero cogió un montón de enfermedades y mi abuela se lo llevó para intentar salvarlo. Murió tres días después”. Su padre fue fusilado. Tenía 27 años. Su madre siguió un año presa. “Tengo sus cenizas guardadas para cuando encuentre a mi padre. Todo lo que quiero es juntarles”.
En la pancarta de Julia Merino también había una fotografía de sus padres. “A él lo fusilaron el 25 de noviembre de 1936, con 29 años. Ella murió de pena, con 27. Su único delito era ser del PSOE. He venido para apoyar a Garzón porque es el único que se ha atrevido a ayudarnos. Van a por él y me parece una vergüenza. Hizo lo mismo en Argentina y Chile y ahora le acusan de prevaricar, ¿no es eso un delito muy grave?”.
También salió sorprendido del juicio el observador enviado por Human Rights Watch, Reed Brody. “No he entendido por qué no aceptaron a los testigos que pedía Garzón [jueces y fiscales extranjeros que habían promovido causas idénticas a la que él pretendía abrir contra el franquismo], ni la cuestión que la sala quiere debatir”. “Procesar a un juez por una interpretación atenta contra la independencia judicial”, asegura. “Tenemos una deuda con Garzón. Él cambió el mundo. El día que procesó a Pinochet le dio esperanza a las víctimas de todos los tiranos y torturadores”. No es frecuente que su organización envíe observadores a vigilar juicios. “Los últimos a los que hemos asistido han sido en Guantánamo y Malasia”.
Mientras, María Martín, de 81 años, espera. Es la primera víctima del franquismo citada a declarar en el juicio. En su día, le escribió una carta al instructor de la causa, Luciano Varela, en la que le pedía su autorización para exhumar la fosa donde yace su madre y le hacía ver que “si fuera la suya” estaría haciendo lo imposible por encontrarla. “Garzón no se merece esto. Viendo lo que le están haciendo me dan ganas de borrarme de española”. Nunca ha hablado en un tribunal, pero dice que no está nerviosa. “¿Por qué? Yo no he hecho nada malo. Y Garzón tampoco”.
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