Rubalcaba, la difícil dosis de oposición
El portavoz socialista subió a la tribuna a subrayar las “contradicciones” de Rajoy, a ofrecer pactos parlamentarios y a marcar las líneas rojas de su partido
Se trataba de moverse en un difícil equilibrio, mantener la línea vertical y no despeñarse hacia ningún lado. Al margen del resultado y del juicio o juicios que se emitan, el discurso inicial, réplica y dúplica de Alfredo Pérez Rubalcaba ha obedecido estrictamente a lo que quería hacer. Y, tras su intervención, se ha reafirmado en que ha estado acertado, según señalan en su entorno.
Entre las 14.00 y las 16.00 horas de ayer, cuando se produjo el receso de la sesión parlamentaria tras la intervención del candidato a la investidura como presidente, Rubalcaba aprovechó para introducir en su discurso todas las sugerencias, preocupaciones e incógnitas que le había producido el relato del ganador de las elecciones del 20 de noviembre.
Lo tenía previsto. Rubalcaba ha preparado estos días el discurso muy pendiente de los pasos que daba Rajoy, pero ante la ausencia de huellas y escasez de pistas decidió centrarse en lo que él quería decir y aguardar a la exposición de Rajoy para añadir la réplica.
El dirigente socialista quiso dejar acreditado que su oposición no será la que el PP hizo al PSOE
El presidente del Grupo Socialista subió a la tribuna dispuesto a subrayar las “contradicciones” del presidente del Gobierno en ciernes; ofrecer pactos parlamentarios en asuntos de especial relevancia y, por último, advertir de que si el nuevo Ejecutivo traspasa las líneas rojas que se ha marcado el PSOE, encontrará a los socialistas “beligerantemente en contra”. Tras la intervención de Rajoy, el político socialista constató que había dicho aún mucho menos de lo que esperaba. Quizá por eso Rubalcaba rescató el método de preguntas que inauguró en el debate televisivo con Mariano Rajoy en la campaña electoral. Y le dio algún resultado. Inquirió a Rajoy para que respondiera qué va a hacer en materias sobre las que no se había pronunciado en campaña y también sobre las que se había mostrado en contra, con su voto, cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero las aprobó.
Del forcejeo consiguió el presidente del Grupo Socialista que Rajoy desvelara que, a pesar de oponerse en su momento, dejará la edad de jubilación en los 67 años. Y ahí quedó toda la satisfacción que Rajoy pudo dar a Rubalcaba. Al resto de los requerimientos no respondió y eso le sirvió a Rubalcaba para poner en solfa esas inconcreciones. “Vamos a votar no a su investidura por lo que ha dicho que va a hacer y por lo que no ha dicho pero que va a hacer”, explicó el político socialista. Rubalcaba se sitúa en el terreno de la política preventiva, en la que se mantiene desde la campaña electoral, con la colaboración de Mariano Rajoy, que no ha decidido aún concretar en casi ninguna materia. Esto le da pie al PSOE para seguir afirmando que vienen grandes restricciones sin que Rajoy se tome la molestia de afirmar o negar. No contesta.
Era previsible, pero no lo era tanto que se atreviera a anunciar que quiere ahorrar unos 16.500 millones de euros durante 2012. De esta cifra, de dónde se reducirá, sin ingresos extra, habló Rubalcaba al mediodía con José Luis Rodríguez Zapatero y el portavoz socialista, José Antonio Alonso. Después, ambos se ausentaron y Rubalcaba tuvo otro intercambio de información con la vicepresidenta económica en funciones, Elena Salgado. Con esas conversaciones, Rubalcaba subió a la tribuna para denunciar que “las cuentas no cuadran” y preguntar para cuándo las malas noticias.
La parte más delicada sabía Rubalcaba que estaba en las ofertas de pacto, una vez que el tono elevado y las formas bruscas estaban descartadas. Estas resultarían extemporáneas dada la moderación exhibida por Mariano Rajoy. Pero muchos parlamentarios socialistas rebullían en sus escaños. Recordaban la moderación del candidato a la presidencia del Gobierno en 2004 y 2008, José Luis Rodríguez Zapatero, y las embestidas que recibía del entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, con descalificaciones que resonaban en la Cámara. Pero los socialistas están atrapados en su propia doctrina, realzada al máximo en la campaña electoral. Aquel “no somos lo mismo” forma parte del discurso de Rubalcaba y de la actual cúpula socialista. Y ayer lo volvió a reiterar.
Los socialistas no harán la oposición que sufrieron del PP. Al menos, así será hasta el congreso federal del PSOE. En ese cónclave se decidirá qué modelo de oposición y quién será el líder de los socialistas; por lo que, aunque Rubalcaba ha dicho que la interinidad está en las personas y no en el proyecto, todo será revisable en el 38º congreso socialista. A Rubalcaba llegó anoche la especie de que algunos diputados no muy afines habían considerado su discurso excesivamente pactista. Pero a la mayoría le pareció razonablemente correcto, dentro de las dificultades. En su entorno transmitían que su condición de químico le ayudó a encontrar las dosis adecuadas entre una posición responsable, y respetuosa, con quien ha ganado las elecciones y la defensa con dignidad de los siete millones de votos socialistas.
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