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Al otro lado del espejo

Rajoy ha seguido el mismo trazo de campaña que dio la victoria a Artur Mas hace un año Como el convergente, Rajoy enarbola el cambio, no hace promesas y evitado temas espinosos

Àngels Piñol
Artur Mas, a su llegada hoy la reunión semanal del Consell Executiu.
Artur Mas, a su llegada hoy la reunión semanal del Consell Executiu.EFE

Hay que ser prudentes con las encuestas. Este cambio ilusiona. Cuando lleguemos al Gobierno, vamos a recibir un país arruinado, con una grave situación económica pero no recortaremos los servicios sociales ni la sanidad. Adelgazaremos la administración y facilitaremos el trabajo a los emprendedores. ¿Un extracto de unas declaraciones de Mariano Rajoy? ¿De su ambiguo programa? ¿Ideas de un mitin? No. Son de Artur Mas, presidente de la Generalitat, que repitió por activa y por pasiva esos conceptos durante la campaña de las elecciones autonómicas en Cataluña hace ahora justo un año. Más allá de sus diferencias en la cuestión estrictamente nacional -cristalizadas en el pacto fiscal y en su postura opuesta a la inmersión lingüística-, Rajoy y el presidente de CiU no solo comparten casi al milímetro el programa económico y su forma de afrontar la crisis si no que sus campañas son casi paralelas.

Rajoy (Santiago de Compostela, 1956) y Mas (Barcelona, 1955), iniciaron, respectivamente, su primer asalto en un caso a La Moncloa y, en el otro, al Palau de la Generalitat en 2004 y 2003. Tras fracasar en sus dos primeros intentos, ambos apostaron por un tercero y definitivo. Y con un lema casi calcado: Mas optó por pivotar su campaña con la idea de “el cambio ilusiona” -el anagrama eran las siglas de CiU bajo una línea dibujando una sonrisa- y el PP con éste: “Súmate al cambio”. Los dos partían de una situación pareja: igual que Rajoy con el PSOE, Mas también se topó con un partido socialista extremadamente debilitado. En un solemne acto en el Liceo, José Montilla, ex presidente de la Generalitat, rompió el tripartito. A diferencia de Alfredo Pérez Rubalcaba, casi tiró la toalla antes de empezar.

El presidente de la Generalitat solo prometió erradicar el impuesto de sucesiones y levantar el límite de los 80 km/hora

Todas las encuestas, aunque no hablaban de mayoría absoluta, arrojaban ya una victoria holgada de CiU y una catástrofe para el PSC. Pero Mas nunca dio la victoria por segura. Como Rajoy que, a lo sumo, el domingo se atrevió a decir en Valencia, ante 20.000 personas, un sobrio: “Creo que vamos a ganas las elecciones”. Con el freno de mano puesto para evitar la euforia, el convergente pasó los 15 días de la campaña explicando su filosofía y sus ideas para impulsar la economía. No necesitó prometer nada y se cuidó mucho de cometer el menor resbalón -a diferencia de lo que ha hecho ahora el candidato Josep Antoni Duran Lleida-y de meterse en charcos. La misma táctica ha aplicado Rajoy estos días: por ejemplo, en Cataluña, no habla de la política de inmersión lingüística y en el caso de su posición con el matrimonio homosexual utiliza la misma estrategia que empleó con el Estatuto catalán: hay un recurso en el Constitucional y los tribunales decidirán.

Puestos a concretar, Mas se comprometió únicamente a erradicar el impuesto de sucesiones -ya modificado a la baja por el tripartito- y a levantar la prohibición de ir a menos de los 80 km /hora en las Rondas de Barcelona. Y las dos medidas, que salían económicamente gratis, con diversos vaivenes, las ha cumplido ahora gobernando. Rajoy, que se sepa, ha prometido solo aprobar la ley de estabilidad presupuestaria -pactada tras la reforma de la Constitución- y actualizar las pensiones que quedó contemplada en la congelación de las mismas aprobada en mayo de 2010. Ninguno de los dos quiso tener excesivamente contacto con el público: pocos mercados y pocos paseos para evitar riesgos innecesarios. Eso si: el convergente, a diferencia de Rajoy, y de ahora la mayoría de candidatos, ofreció cada día de campaña una rueda de prensa.

En su tercer intento para ganar las elecciones, los dos políticos  eludieron temas espinosos
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¿Y la economía? Casi idéntica hasta el punto que Duran Lleida sostiene que el PP les ha copiado parte de su programa. Mas apoyaba su piedra filosofal contra la crisis en lo que llamó la triple A en la administración: agilidad, austeridad y adelgazamiento. Los tres son conceptos que emplea reiteradamente de Rajoy. Todo ello, con la idea de fijar las condiciones idóneas para que los emprendedores y empresarios pudieran crear empleo, los únicos, a su juicio, capaces de generarlo. En ese marco, proponía más facilidad para obtener crédito y la moderación fiscal aunque no, como el PP, una bajada generalizada de impuestos. De hecho, dijo en campaña -y no lo ha hecho- que no tocaría -de forma temporal- el aumento del IRPF a las rentas más altas y a los impuestos que gravaron la compra de coches y la compra-venta de pisos. En este capítulo, el PP es más ambicioso y quiere bajar directamente los impuestos.

Durante la campaña, Mas rechazó el copago porque creía -y cree- que perjudicaría a los pensionistas, los principales usuarios de la sanidad pública. Pero aseguró que no tocaría ni un euro del departamento de sanidad en sus dos primeros años de mandato y que invertiría ese tiempo en pensar cómo mejorar su gestión. La realidad ha sido bien distinta: puso al frente de la consejería de Sanidad a Boi Ruiz, el jefe de la patronal de las mutuas sanitarias y bajo el paraguas del déficit heredado del tripartito ha acometido un tijeretazo mayúsculo: ha recortado un 10% el presupuesto o, lo que es lo mismo, 1.000 millones de euros, que han comportado el cierre de quirófanos y ERES en hospitales públicos. Rajoy sostiene que es posible hacer cumplir la cuadratura del círculo: bajar tributos sin que se resientan los servicios sociales. Pues en Cataluña no ha sido así: durante la campaña, Mas solo compartió manteles con los abogados y los médicos. Un año después, éstos han convocado una huelga de dos días, que han empezado hoy. Duran Lleida reconoció ayer que el paro puede perjudicarle en los resultados de las elecciones.

Mas, como Rajoy, también aseguraba que no iba a recortar el presupuesto sanitario

Cataluña está ahora peor que hace un año: el paro ha pasado de afectar de 600.000 a 743.000 personas -se ha situado en un 19,43%- y la política de recortes sociales ha provocado a lo largo de este año protestas en trabajadores sanitarios y de la educación. Los directores de instituto hacen números por las paredes para cuadrar los números. Y, en este año, parece que se ha acentuado en Cataluña el desencanto y el distanciamiento de los ciudadanos con la política. Por ejemplo, el viernes por la noche se celebró en TV-3 un debate a cinco que, posiblemente, fue uno de los menos vistos de todos los tiempos. Y eso que en él participaban primeros espadas de la política española como la ministra Carme Chacón o Duran Lleida. Pero la cuota de pantalla fue del 9,4%, justo la mitad del índice de audiencia que se registró el debate a cinco de hace un año cuando Mas enfilaba la directa hacia la Generalitat. El convergente, igual que hizo Rajoy en el cara a cara, también canceló la víspera sus actos de campaña para estudiar su intervención. La audiencia del viernes es de las más bajas que se recuerdan y no es que no interese en Cataluña las elecciones generales. Históricamente, la participación siempre ha sido superior en ese tipo de elecciones que  en las autonómicas: si en 2008 alcanzó un 70,9%, en las autonómicas de 2010 fue del 59%.

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