“Si recortas un año en ciencia, tardas 10 en recuperarte”
Consuelo Guerri, investigadora, donó el premio Mafred Lautenschlager Award a sus becarios Esta bióloga revierte en el centro Príncipe Felipe todo lo que gana gracias a él
Da gusto hablar con esta mujer. Saltó a las noticias porque donó su premio (el Mafred Lautenschlager Award, dotado con 25.000 euros y concedido en Alemania) para aliviar las penurias de sus becarios en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. Pero no es solo ese el gesto que distingue a Consuelo Guerri. Le distingue su decisión para afrontar todas las crisis que se le presentan.
Deja su bata blanca de investigadora sobre la mesa del comedor del centro, se pide un vaso de agua, y habla como una locomotora sobre la difícil situación de sus becarios y de todo el personal del Príncipe Felipe, pero sobre todo acerca de una evidencia: los recortes que sufre la ciencia en la Comunidad Valenciana y que amenazan seriamente este y otros centros de estas características. “Si cortas el grifo en ciencia durante un año luego te puedes pasar 10 tratando de recuperarte”. Y, generalmente, no lo logras. España padece ese retraso, “multiplicado por muchos años, y mira cómo estamos”.
Hablamos en un centro sometido a las amenazas de los despidos y los ERE. En la entrada, los que cada día deploran la situación mediante pancartas y grafiti han puesto un Se vende en la cristalera de la garita donde nos abren paso. “Es una situación muy depresiva, sin duda”. ¿Y usted cómo no se rinde? “¿Rendirme yo? No nos podemos rendir. Como en la vida, te puedes deprimir, pero enseguida te tienes que levantar”.
Guerri es una luchadora. Aquella donación de su premio es parte de su lucha. Saltó a las noticias, confiesa, porque a Santiago Grisolía —“mi maestro [fue con él a Estados Unidos, regresó cuando él volvió]”—, se le ocurrió contárselo a la agencia Efe. Pero siempre ha sido así: “Todo lo que gano gracias al centro revierte al centro: mis conferencias, los extras... Y, cómo no, el premio”.
Ese gesto le dio la notoriedad, pero lo que hace es mucho más importante que un premio. “Investigo el efecto que tiene en el feto el alcoholismo de las madres”, cuenta. Y esas investigaciones han incidido también en ese alcoholismo que se adquiere “casi jugando” en los botellones, “donde quien no bebe no es aceptado en el grupo”. Ella ha usado ratas para verificar “esa prolongada herida” que produce el alcohol en los adolescentes, “que difícilmente se recuperarán de los retrasos que les provoca esa adicción en la memoria”.
Delante de su vaso de agua relata esos efectos del alcohol. Actúa como un tóxico celular (sobre el hígado y el cerebro); es teratógeno, es decir, produce la muerte fetal y las malformaciones, y es anestésico. “¿Te acuerdas de las películas del Oeste, que emborrachaban a los tipos para que les dolieran menos las palizas?”, pregunta. Y continúa: “Es una droga adictiva (eso sí, “poco potente”), pues produce tolerancia, dependencia física y psicológica (delirium tremens) y adicción, con posibilidades de refuerzo”.
Eso es lo que le preocupa en el laboratorio; y lo que le preocupa en el centro es el ERE en curso, que puede diezmarlo hasta límites “muy peligrosos para la investigación y por tanto para el futuro”. “No me rindo, cómo me voy a rendir. He superado enfermedades, circunstancias adversas. Esto es de luchar”. Por si quedaban dudas, paró su verbo y nos envió un e-mail: “No sé si quedó claro al final que para salir de la crisis hay que trabajar lo más posible; en mi caso, si no lo puedo hacer en este centro por los problemas económicos me trasladaré a otro o a la Universidad”. Se trata de no rendirse. “Los luchadores siempre salen adelante”.
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