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El mercado laboral se resiste a salir del naufragio

Paro y precariedad constituyen las cartas de presentación de un sistema dado a los excesos Los expertos piden acercar costes de temporales e indefinidos y cambiar el modelo productivo

Lucía Abellán

Casi uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar se enfrenta a una situación anómala: o está parado (prácticamente cinco millones de personas) o tiene un empleo precario (cerca de cuatro millones de temporales). Aliviar esas cifras será el mayor reto que asuma el próximo inquilino de La Moncloa, aunque la tarea se antoja hercúlea. Porque las tasas de desempleo (21% de la población activa) y de temporalidad (25% de los asalariados) constituyen las cartas de presentación de un mercado propenso a los excesos -el que más puestos crea en épocas de prosperidad y el que más destruye durante las crisis- y que ninguna reforma laboral ha conseguido corregir.

Los servicios públicos de empleo deben tener un mejor funcionamiento para activar a los parados

Conscientes de que el paro quita el sueño a la mayoría de los electores, los principales partidos han afinado sus propuestas sobre el empleo; incluso el Partido Popular, cuyo programa sigue siendo una incógnita, ha dejado entrever varias ideas en ese terreno. Nada de lo dicho hasta ahora, sin embargo, encaja con el vuelco en las reglas del juego que pide una buena parte de los expertos. Porque las disfunciones del mercado laboral no se han generado en estos años de estrecheces. “No es un problema de la crisis. Todas las medidas que se adopten, aparte de para dejar atrás la crisis, deben servir para salir definitivamente de este elevado desempleo. Y hay que hacerlo creando empleo de calidad”, reflexiona Florentino Felgueroso, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de empleo en la fundación Fedea.

Sin ponerlo por escrito, el paso más radical lo ha dado hasta el momento el candidato del PP, Mariano Rajoy, al coquetear con la idea de contrato único que pide la CEOE y, de forma más matizada, otros expertos en el mercado de trabajo. El PSOE se desmarca de esa equiparación a la baja en los costes de despido de los diferentes contratos, aunque la reforma laboral que aprobó el Gobierno el año pasado contiene varias medidas en esa dirección. En su lugar, Rubalcaba opta por penalizar la contratación temporal encareciendo más su cotización respecto de la fija.

Cola ante una oficina de empleo de Madrid, en una imagen de archivo tomada en 2010.
Cola ante una oficina de empleo de Madrid, en una imagen de archivo tomada en 2010.SAMUEL SÁNCHEZ

José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI) y uno de los grandes expertos en mercado laboral, defiende con rotundidad una simplificación de contratos que anime la creación de empleo y destierre la temporalidad. “Lo importante es que la diferencia de costes, especialmente el del despido, sea mínima. Eso ayuda a reducir los contratos temporales a lo causalmente imprescindible. El alineamiento de costes debería ser a la baja, lo que supone un estímulo a la dinamización del mercado”, expone.

Más allá del marco, la valoración de este modelo requiere conocer los detalles. Frente al modelo lineal de 20 días por año trabajado que propone CEOE para despidos improcedentes, los investigadores de Fedea abogan por establecer un contrato único, sí, pero con indemnizaciones crecientes. El primer año de contrato, despedir al trabajador le costaría al empresario 12 días de salario. A partir de ahí, se irían sumando tres días más por cada año de antigüedad, hasta llegar a un máximo de 36. Una cifra que está a medio camino –tirando a la baja- entre la actual indemnización ordinaria por despido improcedente de 45 días y la reducida de 33 días para los contratos de fomento.

La reforma, casi sin impacto

Pero todo este sustrato teórico se resquebraja al contrastarlo con lo que ha ocurrido en España desde que existe un contrato fijo con despido más barato, el de 33 días por año trabajado. Esa figura, en principio pensada para colectivos concretos (jóvenes, mujeres subrrepresentadas, parados de mayor edad…) se amplió en la última reforma laboral hasta el punto de facilitarla para casi cualquier contrato que no constituya un fichaje de empresa a empresa. Y sin embargo los resultados son decepcionantes: salvo cuando ha estado subvencionado o ha contado con alguna otra ventaja, este contrato sigue siendo residual. De la escasa contratación indefinida que se suscribe en estos momentos, la de fomento apenas representa el 18%.

Casi ningún experto sabe explicar esa contradicción: si las trabas para crear empleo indefinido radican en los costes de despido, ¿por qué no despunta el contrato con indemnización más baja? “La línea de la reforma laboral estaba bien trazada, pero el contrato de 33 días no queda suficientemente generalizado”, responde Sandalio Gómez, profesor del IESE. Este experto aboga por extender la fórmula a todas las nuevas incorporaciones laborales, con la esperanza de que el patrono opte por ella en lugar de por las más precarias. “Erróneamente el empresario se lanza al contrato temporal. No se da cuenta de que así es muy difícil que el trabajador se implique, que se identifique con la empresa”, añade Gómez.

Desde la fundación Fedea se señala la importancia de superar la situación "creando empleo de calidad"

Más allá de cambiar las reglas que definen el mercado de trabajo, los expertos consultados coinciden en que las anomalías laborales en España derivan principalmente del modelo productivo vigente. Una tesis en la que insiste con denuedo Albert Recio, profesor de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona: “El problema del desempleo no deriva del mercado laboral, sino del mal funcionamiento de la economía. Existe un desequilibrio en el sistema productivo, que provocó un crecimiento brutal de la construcción, y un subdesarrollo del sector público. En países como Suecia el sector público genera mucho empleo ligado a servicios sociales y a la I+D”. Al contrario que otros muchos expertos, Recio no cree que las supuestas rigideces –por ejemplo salariales- favorezcan al trabajador. Así, cita lo difícil que resulta negociar condiciones de trabajo en las pymes.

Las causas últimas del problema se manifiestan mucho antes de llegar al mercado laboral. La formación constituye el gran déficit de acceso. “Hay que mejorar muchísimo, especialmente en la formación no reglada [la ajena a los estudios ordinarios]. El problema es que es muy costosa y que estamos en pleno ajuste”, alerta Florentino Felgueroso. Más que a gastar, el experto de Fedea anima a evaluar qué cursos para parados y empleados funcionan y cuáles no, algo que apenas se ha hecho. “Nadábamos en la abundancia y el votante ha exigido muy poquito en este terreno”, lamenta.

Resaca del 'ladrillo'

El desempleo juvenil representa la cara más amarga de esas carencias formativas. Durante los años del boom inmobiliario, muchos jóvenes abandonaron las aulas para enrolarse en una profesión cuyos rudimentos básicos desconocían. Muchos de ellos están ahora desempleados, sin ningún título que avale su experiencia. Las deficiencias en educación y formación profesional, además de las consabidas trabas laborales, son los dos principales motivos que explican, según un reciente informe del BBVA sobre desempleo juvenil, que este indicador haya alcanzado un alarmante 46%. Es decir, casi la mitad de los menores de 25 años que se declaran en disposición de trabajar no pueden hacerlo. Una gran parte de las propuestas laborales del candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, recae en este colectivo.

La otra cara de las políticas de empleo, las prestaciones, también merecen algún comentario de los expertos, aunque ninguno sitúa en ese ámbito el foco de los problemas. José Antonio Herce aboga por fijar unas prestaciones “que contribuyan a activar al parado”, es decir, a que busque ocupación. Ese reto no es posible sin un mejor funcionamiento de los servicios públicos de empleo, para los que el PP propone una mayor colaboración con las agencias privadas. Más subrepticia –pero mucho más polémica- resultó la alusión que realizó la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal , respecto a un cambio en las políticas de desempleo. Tras defender un sistema en el que “los trabajadores tengan un mínimo de cobertura y haya que negociar hasta qué punto la tienen que tener todos”, la dirigente del PP aseguró que se refería a la brecha entre la protección por despido que tienen los temporales y los indefinidos. Pero la duda quedó sembrada.

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En este recuento de la catástrofe del naufragio laboral, algunas experiencias extranjeras suenan a ciencia ficción. Isabel Fernández-Mateo, profesora asociada de la London Business School, estudia una figura antitética en España: el trabajador temporal voluntario. “Son temporales por elección. Trabajan así porque ganan más dinero y tienen opciones de cambiar”, explica. En Reino Unido y EE UU hay empresas de trabajo temporal (ETT) especializadas en captar perfiles profesionales muy específicos y cualificados que a una compañía ordinaria le cuesta trabajo seleccionar. Nada que ver con el panorama de aquí. “En España no es necesario ir a una ETT, las empresas pueden contratar directamente a temporales y encadenar contratos, cosa que en otros países no es posible. El problema de la dualidad es enorme y no se da en otros sitios”, concluye Fernández-Mateo.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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