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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No vamos a permitir que la historia se cuente al dictado del verdugo

Carta de la viuda del ex gobernador civil de Gipuzkoa Juan María Jáuregui, asesinado por ETA, y directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo

Maixabel Lasa deposita una flor en el monumento con el que la Cámara homenajea a las víctimas del terrorismo
Maixabel Lasa deposita una flor en el monumento con el que la Cámara homenajea a las víctimas del terrorismoDAVID AGUILAR (EFE)

Ante el anuncio que la organización terrorista ETA hizo público ayer de cese definitivo de la actividad armada, quiero señalar varias cosas.

Entiendo muy bien los sentimientos de desazón, inquietud, preocupación e incredulidad que, con mayor o menor intensidad, pueden atenazar en estos momentos el ánimo de muchas personas que han sufrido la lacra del terrorismo. No podemos desprendernos del todo de la sensación de estar viviendo un sueño irreal. Nos cuesta creer que esta vez sí, sea la de verdad. Estos sentimientos son la consecuencia lógica de una historia de muerte, dolor y enorme sufrimiento, así como de las decepciones sufridas en anteriores ocasiones.

Por otra parte, me hago eco también de la preocupación sentida por un amplio sector de las víctimas del terrorismo que contemplan con un cierto grado de escepticismo este proceso de final de la violencia, temiendo que cualquier clase de impunidad pueda manifestarse a lo largo del mismo. En tal sentido, quiero subrayar de manera vehemente mi rechazo rotundo a un final con impunidad para quienes han causado tantísimo dolor y sufrimiento en nuestra sociedad, al tiempo que reitero mi compromiso personal absoluto con el trabajo y la lucha por evitar un final ignominioso para los que más han padecido el sinsentido de la violencia.

En ese sentido, quiero transmitir un mensaje de serenidad y confianza absoluta en la actuación del Estado de Derecho y de sus instituciones. Quiero decir, con toda claridad, que las instituciones y la sociedad vasca, en su conjunto, no vamos a permitir que la impunidad y la indecencia moral se abran paso al calor de una noticia por la que hemos estado suspirando tanto tiempo. No vamos a permitir que la historia se cuente al dictado del verdugo o al dictado de los que han justificado o consentido la barbarie cometida. No olvidamos que se ha matado en nombre del pueblo vasco. Justamente, por ello, los vascos y las vascas estamos obligados a preservar un relato en el que hablen, sobre todo, las víctimas.

Tenemos derecho a la esperanza. Nosotras, que tanto hemos perdido, hemos ganado, no obstante, el derecho a un futuro mejor para nosotras y nuestros hijos. Un futuro en el que la verdad, la justicia y la memoria de lo acontecido constituyan los principios morales que hagan de la sociedad vasca, una sociedad más justa, más compasiva y más libre. Tenemos derecho a la esperanza y tenemos derecho a ser felices en un nuevo tiempo que no tenga vuelta atrás. Y ese tiempo de futuro se ha abierto ya con el anuncio del fin del terrorismo. Su derrota es el triunfo de la democracia y de los demócratas. Los ciudadanos inocentes, por fin, hemos conquistado la libertad. Es por ello que hoy tenemos un motivo para la alegría y esperanza, que serán plenas el día que se produzca la disolución de ETA, cuya exigencia aprovecho para reiterar una vez más.

Entremezclados los sentimientos de alegría y esperanza con el recuerdo y la emoción, hoy más que nunca me vienen a la cabeza los nombres de Juan Mari, José Luis, Juan Manuel, Isaias, Santi, Miguel Angel, Fernando, Mikel, Eduardo, Jose Ignacio, Gregorio, Inaxio, Joxe Mari, Joseba, Enrique, Ernest, Jesus Mari, Froilán, Jerónimo, Diego, Carlos, Maria José, Daniel, Maite, Ramón, Daniela, Rafael, Juan….y así hasta casi 900 nombres a los que hoy quiero recordar diciendo. Gogoan zaituztegu. Os tenemos en el recuerdo y en nuestros corazones. Muchas gracias.

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