Francia recela de la disolución
Fuentes judiciales y policiales del país vecino no descartan una escisión interna de ETA en el futuro. La dirección de la banda busca el respaldo de la “vieja guardia” por si hay que echar el cierre, aseguran en Francia
Las distancias políticas, emocionales, y culturales hacen que los vientos del desatado optimismo vasco español sobre el final de ETA lleguen a Francia tan amortiguados que no cabe hablar de euforia antiterrorista y sí de recelo y desconfianza sobre el discurrir del proceso. No hay euforia en los círculos de magistrados, fiscales y altos mandos policiales que se ocupan de ese dossier porque aunque la organización terrorista, que todo lo escribe, comunique su retirada, no ha dejado escrito en ninguna parte, desde luego no en la documentación y las comunicaciones intervenidas hasta ahora, que tenga intención de disolverse. Saben, por supuesto, de los gestos y declaraciones de la antigua Batasuna, de los movimientos de los mediadores extranjeros, de los requerimientos de la denominada Conferencia Internacional de Paz ahora aceptados y del clima de sólida esperanza instalado en la política vasca, pero a los profesionales franceses de la magistratura y la Policía eso no les saca del terreno de la duda y la cautela, de la actitud de ver para creer e, incluso, de la necesitad de no bajar la guardia.
“Pese a los aires de optimismo que soplaban desde España, nosotros hemos seguido trabajando. Mire, hace muy poco fuimos a detener a José Antonio Urrutikoetxea, ya sabe, Josu Ternera, el veterano dirigente de ETA y Batasuna que pasa por negociador en búsqueda de una salida. Sabíamos dónde estaba porque los servicios de información de la Guardia Civil nos habían facilitado datos precisos de su escondite. Lo teníamos, pero cuando fuimos a la casa a detenerle, resultó que el tipo la había abandonado pocas horas antes. Alguien debió avisarle y no hemos sido nosotros. No le diré más”, indica un destacado miembro de la judicatura francesa.
Fuimos a detener a Josu Ternera a su casa, pero se había ido. Alguien debió avisarle"
He aquí un actualizado parte francés de los movimientos de ETA, que podría resultarle provechoso, quizás, a los espontáneos “expertos” del Comité Internacional de Verificación del “alto el fuego” encargados de comprobar el cumplimiento efectivo de la tregua. “Los movimientos de los sospechosos sujetos a vigilancia se han reducido al mínimo, al igual que los robos de vehículos, que ya ni siquiera llegan a la media anterior de uno por semana” (…) “El robo de las 200 matrículas que se produjo en las inmediaciones de Pau el 5 de septiembre no fue cosa de ETA” (…) “A los servicios de información no les consta que ETA esté fabricando explosivos o adquiriendo armamento, aunque tienen muy presente que Iñaki Domínguez Atxalandabaso, detenido en junio pasado en un tren procedente de Italia, portaba elementos electrónicos suficientes como para fabricar decenas de detonadores de bombas” (…) “Tampoco se han detectado intentos de captación de nuevos miembros, ni ejercicios de adiestramiento, pero algunos de los activistas que quedaron aislados tras el “parón técnico” iniciado por razones de seguridad en mayo del año pasado han sido reincorporados a las estructuras clandestinas, una vez que la dirección de ETA ha chequeado los supuestos puntos de fuga que propiciaron las últimas caídas y el práctico desmantelamiento de la organización” (…) “Si ETA ha abandonado en suelo francés varios zulos (depósitos de armas, escondites) que contenían armas, explosivos e incluso 20.000 dólares es porque albergaban la sospecha, fundada, de que podían encontrarse bajo vigilancia policial” (…) “Todo apunta a que se están reorganizando desde cero” (…) “Aunque el parón técnico de seguridad, luego prolongado por la tregua, ha roto hilos de comunicación y secado algunas fuentes, los equipos mixtos de investigación hispano-franceses creen haber detectado movimientos en un grupo de activistas dependiente del “aparato militar”. ¿Qué cabe deducir de estos datos?
La impresión general en esos círculos es que, ante la imposibilidad material de acometer una reestructuración organizativa en toda regla, ETA está tratando de recomponer un núcleo operativo básico que le permita afrontar con un mínimo de presión tácita los nuevos tiempos de sondeos, amagos y negociaciones venideros. Ese sería el propósito de la reestructuración, salvo que se admita a pies justillas que ETA ya no volverá a atentar jamás en ninguna circunstancia, pase lo que pase, y que, a falta de verdaderos arsenales y polvorines como los que el IRA pudo mostrar en Irlanda, busca ahora rearmarse para, llegado el caso, poderse desarmar ante una eventual “Comisión Internacional de Verificación de Desarme” y escribir un nuevo capítulo del proceso prefigurado. La frase: “La llegada del PP no puede cogernos con los pantalones bajados”, que la policía interceptó meses atrás ilustraría la actitud de al menos una parte de la organización terrorista que meses atrás no descartaba la posibilidad de romper la tregua en el caso de que el “proceso de paz” sufriera una involución, Bildu fuera ilegalizada, y no se colmaran las expectativas mínimas creadas.
La llegada del PP no puede cogernos con los pantalones bajados”, dijeron los etarras en una comunicación
Por lo visto, esa posición resultaba entonces compatible con los movimientos de la actual ZUBA (dirección de ETA) cara a obtener el respaldo explícito de antiguos dirigentes o de activistas con galones en ese mundo que se encuentran en la cárcel, huidos o en libertad. Es como si a la actual dirección, formada mayoritariamente por elementos jóvenes del perfil de Iratxe Sorzábal, David Pla e Izaskun Lesaka, todos ellos con menos de tres años de clandestinidad, le hubiera entrado miedo escénico a seguir hasta el final los pasos que le marca Batasuna y necesitara armarse con la legitimidad de la vieja guardia para cuando llegue el caso de tener que echar la persiana.
Vista desde Francia, ETA es un grupo de entre 70 y 80 individuos, en su mayoría plenamente identificados, que ha ido progresivamente perdiendo terreno y capacidad operativa pero que en sus comunicaciones internas y en sus actitudes no dan señales de estar dispuestos a dejarlo sin haber obtenido antes sus exigencias políticas, aunque los jóvenes que integran la dirección parece haber sido “arrastrados” por el empuje dialéctico y la determinación de veteranos de Batasuna como Rufi Etxeberria, Rafa Díez Usabiaga y, naturalmente, Arnaldo Otegi. Y aunque se subraya que los movimientos y el control de los tiempos realizados hasta ahora por ETA y Batasuna están dirigidos cuidadosamente a evitar las fracturas internas -“todos juntos para que nadie se quede descolgado”-, en Francia, no descartan, bien al contrario, la posibilidad de que a medio plazo se produzca un escisión interna: una “ETA berri” (nueva) o “Benetazko ETA” (auténtica), como la del IRA.
“El hecho de que el brazo político haya tomado la iniciativa para que ambos puedan salir del atolladero no significa que pueda imponerse totalmente sobre el brazo militar, sobre todo si la cuestión de los presos no encuentra una salida satisfactoria”, indica un responsable de Interior. ETA ha cedido la “vanguardia” a la parte política y aceptado el cambio de estrategia, pero lo ha hecho, y no de forma unánime, en un momento en el que los triunfos políticos de Bildu están a la vista y son festejados como propios por el conjunto de la organización terrorista. De momento, todo les va bien con Batasuna como elemento tractor y guionista de un proceso escenificado con brillantez que el pasado lunes escribió su primer acto. El problema podría surgir más adelante, cuando ETA tenga que tomar decisiones irreversibles de gran calado, además de declaraciones grandilocuentes, pero no ahora, cómodamente instalados en la perspectiva de una nueva escalada electoral de Bildu-Amaiur que debe fortalecer el frente soberanista y abrir el camino a las negociaciones políticas sobre la autodeterminación.
Nosotros seguimos trabajando pese a la atmósfera de optimismo reinante en España"
Aunque los temerarios no falten en ese mundo, la alternativa de romper la tregua no deja de ser para ETA asomarse al abismo porque, una vez que las policías y los jueces les han tomado la medida, difícilmente volverían a levantar cabeza y porque la vuelta a las andadas acarrearía la escisión interna y el ingreso en la marginalidad, perspectiva que tratan de evitar a toda costa. Por mucho daño que puedan causar una docena de activistas decididos –la ruptura de la tregua anterior fue llevada a cabo por 14 individuos-, su capacidad operativa no sería en ningún caso comparable a la que poseían cuando rompieron la tregua con el atentado a la T-4 de Barajas y se disponían a actuar desde Portugal y Cataluña.
De cara a los próximos meses, los profesionales de la Judicatura y la Policía franceses dibujan un panorama previsible de doble juego en el que la declarada disposición a alcanzar la paz se combina con la reorganización interna y los movimientos politicos sibilinos orientados a obtener ventajas, penitenciarias y políticas, tanto de la tregua como de no la entrega de las armas y la no disolución. Que se sepa, ETA no tiene fecha de despedida, ni voluntad de disolverse así como así. No tiene prisa y puede enfrascarse en el debate interno el tiempo que necesiten porque su propia existencia actúa de espada de Damocles sobre la sociedad y porque pretende tutelar el proceso lo más posible. ¿Por qué va a disolverse si no se lo pide Batasuna y sus aliados soberanistas del Acuerdo de Gernika y ni siquiera lo ha hecho la autodenominada Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián?
Preguntas para el fin del proceso
Una pregunta es si la “internacionalización del conflicto”, aunque sea artificiosa, postiza, las concesiones en materia de atrezzo diplomático anglosajón y la aceptación del lenguaje y hasta del argumentario inventado por los terroristas aceleran o posponen el final, facilitan o encarecen el precio que ETA pretende cobrarse por dejar de matar, si acercan o alejan el momento de la libertad y la convivencia entre los vascos. Otra pregunta es si después de que Batasuna–Bildu ha conseguido la legalidad y el poder institucional sin hacer la travesía del desierto ni una autocrítica elemental, Euskadi puede permitirse que ETA salga de tres décadas de lucha contra la democracia sin depurarse moralmente ni pedir perdón a sus víctimas y al conjunto de la sociedad. ¿No supondría eso que el ultranacionalismo vasco seguiría sin vacunarse contra la violencia?
Si el “proceso” acaba de acuerdo con el guión prefigurado por Batasuna, ¿quién podrá garantizar que dentro de unas décadas no habrá jóvenes abertzales herederos de esa pretendida lucha patriótica que considerarán justo y necesario echar mano de las armas para responder a cualquier nuevo agravio o injusticia real o ficticia, por ejemplo, a la negativa de los gobiernos a convocar un referendo de autodeterminación o a admitir que la mitad más uno de los votos dé paso directo a la proclamación de la independencia?
El terrorismo de ETA no es un asunto de psicópatas, sino de gentes aleccionadas en la idea de que matar es legítimo para conseguir objetivos superiores. Más que otra cosa, el de Euskadi es un problema de esas “identidades asesinas” descritas por Amin Maalouf, que convendría tratar para impedir que la historia se repita y lograr que la libertad de ser vasco como a cada cual le plazca se instaure plenamente en las plazas de Euskadi o Euskalherria.
Una pregunta es si la “internacionalización del conflicto”, aunque sea artificiosa, postiza, las concesiones en materia de atrezzo diplomático anglosajón y la aceptación del lenguaje y hasta del argumentario inventado por los terroristas aceleran o posponen el final, facilitan o encarecen el precio que ETA pretende cobrarse por dejar de matar, si acercan o alejan el momento de la libertad y la convivencia entre los vascos. Otra pregunta es si después de que Batasuna–Bildu ha conseguido la legalidad y el poder institucional sin hacer la travesía del desierto ni una autocrítica elemental, Euskadi puede permitirse que ETA salga de tres décadas de lucha contra la democracia sin depurarse moralmente ni pedir perdón a sus víctimas y al conjunto de la sociedad. ¿No supondría eso que el ultranacionalismo vasco seguiría sin vacunarse contra la violencia?
Si el “proceso” acaba de acuerdo con el guión prefigurado por Batasuna, ¿quién podrá garantizar que dentro de unas décadas no habrá jóvenes abertzales herederos de esa pretendida lucha patriótica que considerarán justo y necesario echar mano de las armas para responder a cualquier nuevo agravio o injusticia real o ficticia, por ejemplo, a la negativa de los gobiernos a convocar un referendo de autodeterminación o a admitir que la mitad más uno de los votos dé paso directo a la proclamación de la independencia? El terrorismo de ETA no es un asunto de psicópatas, sino de gentes aleccionadas en la idea de que matar es legítimo para conseguir objetivos superiores. Más que otra cosa, el de Euskadi es un problema de esas “identidades asesinas” descritas por Amin Maalouf, que convendría tratar para impedir que la historia se repita y lograr que la libertad de ser vasco como a cada cual le plazca se instaure plenamente en las plazas de Euskadi o Euskalherria.
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