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La milicia que controla un país

El grupo integrista de Al Shabab, ligado a Al Qaeda, domina tres cuartos de Somalia y frena la llegada de la ayuda

Óscar Gutiérrez Garrido

Se llaman Al Shabab, esto es, La Juventud. Y no en vano, muchos de los alrededor de 7.000 hombres que ahora militan en las filas de la milicia islamista radical que está detrás del secuestro de las dos cooperantes españolas son jóvenes arrancados de los campos de refugiados que atestan la frontera entre Somalia, Kenia y Etiopía, como reconocen trabajadores humanitarios con experiencia en el Cuerno de África. El 7 de agosto y debido a la presión de las fuerzas de la Unión Africana atrincheradas en Mogadiscio, el grupo, que controla tres cuartos de Somalia, anunció que se replegaba para rearmarse y llevar a cabo otro tipo de ataques contra la presencia extranjera. Y lo ha hecho. Hace una semana, un camión bomba causó la muerte a más de 70 personas en la capital somalí.

Pero la amenaza de Al Shabab, grupo que la CIA incluye en su lista de organizaciones terroristas vinculadas a Al Qaeda, ha recorrido, especialmente en septiembre, el camino que separa Somalia de los campamentos de Dadaab, en Kenia. La alerta saltó el 19 de septiembre con el secuestro aún sin resolver en el campo de Hagadera (uno de los cuatro que dividen Dadaab) del conductor de un vehículo de la ONG Care International. Tres días antes, la policía de Kenia informó de que tenía indicios de que Al Shabab quería atacar a personal extranjero de las ONG desplazadas a la zona. Y Naciones Unidas, a través de su agencia para los refugiados, tomó cartas en el asunto difundiendo una nota entre los cooperantes para que extremaran la precaución si viajaban a Dadaab.

Al Shabab, no obstante, no acumula en su historial una lista de secuestros que puedan acercarla al perfil de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), la rama magrebí de Al Qaeda. El grupo, que exige la aplicación de la sharía, la interpretación más rigurosa de la ley islámica, y la expulsión de los extranjeros de Somalia, es heredero de las Cortes Islámicas expulsadas de Mogadiscio por las fuerzas etíopes en 2007. Desde entonces ha logrado controlar la práctica totalidad del país y han cerrado el acceso a las ONG, salvo excepciones como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y Acción contra el hambre, precisamente en la peor sequía del país en los últimos 20 años. Fuera de sus fronteras, Al Shabab, liderada hoy por Ibrahim Haji Jama Mee’aad, dio un paso adelante en la yihad internacional con el atentado en Kampala (Uganda) en julio de 2010 y la muerte de 74 personas.

El foco de la comunidad internacional, sin embargo, está ahora en el sur de Somalia. Un informe de la ONU, difundido en agosto, denunció el asesinato en esa zona a manos de Al Shabab de cooperantes humanitarios —desde 2008, 14 empleados del Programa Mundial de Alimentos, PMA—, la quema de comida y material médico, y la extorsión a ONG y agencias internacionales. El reporte cifró en más de 70 millones de euros el presupuesto anual que manejan los integristas, llegado, sobre todo, de redes de fidelización en Etiopía y Kenia.

Es de estos dos países de donde provino la presión para que Al Shabab dejara en agosto el centro de Mogadiscio unas semanas después de que la ONU aprobase el puente aéreo del PMA desde Nairobi (Kenia) hacia la capital somalí. Los cooperantes consultados coinciden en que la crisis humanitaria de Somalia no terminará sin la firma de un acuerdo de cese de las hostilidades con este grupo.

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Sobre la firma

Óscar Gutiérrez Garrido
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

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