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LA PRECAMPAÑA ELECTORAL

255 páginas de requiebros

Hoy se presenta el libro de Rajoy, en el que consagra su cliché sin pisar callos El líder del PP se dibuja como un moderado, negociador con los nacionalistas

Carlos E. Cué

Pocas cosas le obsesionan tanto a Mariano Rajoy como cumplir con la palabra dada. “A lo que me comprometa lo voy a cumplir, yo ahora no me he comprometido a nada”, sentenció el jueves en Barcelona, entre risas de los empresarios catalanes. Tal vez eso, mezclado con la decisión estratégica de no dar miedo, ha hecho que Mariano Rajoy escriba por primera vez en su vida nada menos que 255 páginas sin mojarse nada, sin arriesgar, sin concretar, sin siquiera desvelar algún episodio delicado de su trayectoria.

Su libro, En confianza (Planeta), que se ha presentado hoy en Madrid, está dentro de una estrategia muy pensada para dulcificar la imagen del líder del PP, que se presenta a sí mismo como un moderado, un negociador con los nacionalistas, borra las facetas más duras de su mandato —no aparece la recogida de firmas contra el Estatuto catalán, por ejemplo, y tiene hasta un capítulo titulado “España plural”— y se cuida mucho de anunciar medidas impopulares. Ni siquiera de apuntarlas.

Rajoy insiste varias veces en la idea de “despolitizarlo” todo. La ideología desaparece. Incluso en su entrada en política: “La UCD agrupaba a los reformistas del régimen. Yo entré en AP, donde tenía varios buenos amigos”. Esto es, casi optó por casualidad.

Rajoy ha querido hacer un libro optimista, mirando al futuro, pero sus referencias al pasado son constantes. Hay una defensa cerrada de la educación que recibió, en época franquista. “No existían los problemas tan graves que lastran la educación: la falta de motivación de los profesores y el descenso del nivel de disciplina”.

Hay pocas propuestas a lo largo del texto y ninguna promesa

El candidato del PP tiene un gran afán: explicar lo que le ha enseñado la vida. Hasta el punto de que su destino a labores de limpieza en la mili le vale para una reflexión moral: “Aprendí a valorar hasta el trabajo más sencillo, hay que recuperar el orgullo de la tarea bien hecha”.

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Su gran ejemplo moral es el deporte: “Es difícil que deje de ver una competición deportiva de nivel”. Rajoy ve en los deportistas los grandes valores que le gustan: el sacrificio, el mérito, la constancia, la libertad.

Lo que menos le gusta a Rajoy es la polémica. Así, pasa de puntillas por la corrupción: “Contra ella hay que ser contundente, pero respetando la presunción de inocencia. No se puede ser inquisidor”. Despacha rápidamente el Prestige: “Como gallego, fue un duro golpe. Poco a poco, se consiguió tranquilizar a la opinión pública”. Incluso la guerra de Irak: “No fuimos capaces de explicar a la sociedad española las razones por las cuales pensábamos que teníamos que estar con EE UU”. Y el momento clave de su carrera, la sucesión, se resuelve con esta frase: “Creo que Aznar valoró mi larga experiencia en puestos políticos muy distintos”.

El candidato tiene un gran afán por explicar lo que le ha enseñado la vida

Tampoco hay un análisis a fondo del 11-M: “De repente se creó una dinámica de creciente polarización política”. Ni un atisbo de autocrítica. Y aún: “La sentencia absolvió a los autores intelectuales. El PP apoyará cualquier actuación futura”. Rajoy habla muy bien de Aznar, e indirectamente se compara con él, porque en 1993 decidió seguir tras su segunda derrota. En 2004 pensó en irse, dice, pero se quedó para garantizar la unidad del PP. Y en 2008, siguió porque se lo pidieron. “Traté de superar las críticas con paciencia, comprensión y esfuerzo. No fueron meses fáciles”, dice de su crisis de liderazgo.

Hay pocas propuestas y ninguna promesa. Rajoy está en contra de los interinos, y habla de adelgazar la Administración, aunque es muy inconcreto al hablar de recortes. Defiende, eso sí, las diputaciones, y apunta una posible reducción de Ayuntamientos:

“Son muchos los que carecen del mínimo de población y recursos”. Cree que solo los ministros y secretarios de Estado deberían ser cargos políticos, e insiste sobre la reforma laboral: “Tenemos una negociación colectiva y legislación laboral excesivamente rígidas”.

En educación, plantea un sistema competitivo entre centros, que será polémico: “Conseguiremos más libertad si los padres tienen una capacidad real de elegir centro y la modalidad de educación que deseen para sus hijos, y si se reconoce el derecho de cada centro a diseñar su oferta educativa”. Sobre el aborto sí hay una especie de compromiso inconcreto: “El aborto es siempre un fracaso, no un derecho, y por ello serán necesarias reformas legislativas”.

Si no se moja en público, con frases siempre contradictorias para no pisar callos —“Soy un europeísta convencido, pero al mismo tiempo pragmático”, llega a decir— aún menos en cuestiones privadas, donde se le ve retraído.

Viri es “guapa, discreta e inteligente”. “Es la mujer con la que he decidido compartir un proyecto de vida que, en lo que mí dependa, es para siempre”.

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