El Papa se despide pidiendo a España que progrese sin abandonar "su alma católica”
Los Reyes y otras autoridades despiden a Benedicto XVI en Barajas Ratzinger pide a los jóvenes que vuelvan a sus casas "como misioneros del Evagelio".
El Papa subió la escalerilla del avión, se dio la vuelta, levantó los brazos y desapareció. Dejó Madrid rumbo al Vaticano después de cuatro días de agenda apretada y baños de multitudes católicas. En su último discurso antes de subirse al avión, Benedicto XVI pidió a España que progrese sin “renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”. Un alma, dijo, que se ha podido ver estos días en la capital.
La despedida no fue tan multitudinaria como la bienvenida, a la que asistieron decenas de autoridades. Ayer en Barajas, además de los Reyes, despidieron al Papa el presidente de Congreso, José Bono, los ministros de Presidencia y Justicia, el líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáez de Santamaría, entre otros. Faltaron a la cita el presidente del Gobierno, el líder de la oposición o la presidenta de la Comunidad. A ellos, y a todas las autoridades españoles, el Pontífice agradeció su “cooperación y fina sensibilidad” con la JMJ.
Pero los jóvenes volvieron a ser los verdaderos protagonistas del discurso, en el que el Papa también se acordó de los parados a los que tiene, dijo, muy presentes en su oración. Ratzinger aseguró que los participantes de las jornadas vuelven a “sus casas como misioneros del Evangelio” y les invitó a difundir por “todos los rincones del mundo la gozosa y profunda experiencia de fe vivida en este noble país”.
El grupo de peregrinos que pudo despedir al Papa desde Barajas celebró sus palabras con aplausos y hasta se oyó entonar alguna canción. “No te vayas todavía, no te vayas por favor…”, cantaron mientras Benedicto caminaba sobre una alfombra roja hasta su avión acompañado por los Reyes. “Que salude”, gritaron algunos, y entonces Doña Sofía le chivó al oído la petición, que inmediatamente fue cumplida con su tradicional alzar de brazos. Después de repetir la escena en la puerta del avión de Iberia y tras cerrarse la puerta, a María José García, una voluntaria de 42 años, le cayeron unas lágrimas. “De alegría por lo que nos deja”, se apresuró a apuntar.
¿Y qué nos deja? José María Almendro, voluntario de 24 años, auguraba ya alguna secuela a estos cuatros días de fervor religioso, pocas veces visto en España: “Habrá un repunte de las vocaciones, seguro”. Eso mismo les había pedido su Papa.
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