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Dudas por la gestión de Rajoy de la crisis

La oposición se pregunta si el presidente del PP sabría actuar en el Gobierno con la crisis

Carlos E. Cué
Mariano Rajoy.
Mariano Rajoy.EUROPA PRESS

Hay una pregunta que se repite mucho en los pasillos del Congreso. La plantean sobre todo sus rivales, los que se sientan en la izquierda. Pero también la dejan caer en voz baja algunos de sus compañeros de la bancada popular. ¿Será capaz Mariano Rajoy de gestionar en el Gobierno las crisis constantes a las que se va a enfrentar y en 24 o 48 horas, como suceden últimamente la mayoría de los problemas en Moncloa, en especial la vorágine de los mercados?

Los marianistas más convencidos señalan que sí, que Rajoy siempre fue conocido cuando era ministro y después vicepresidente por su capacidad para resolver crisis. Pero tanto algunos compañeros como los rivales de la bancada de enfrente, a la vista de cómo resuelve sus problemas internos, creen que no, que se limitará a dejar pasar el tiempo. Eso puede valer en la oposición, dicen, pero no en el Gobierno. Insisten en que Rajoy no es un líder, es un segundo con mucha capacidad para “matar los problemas”, como hizo con el Prestige, pero que siempre ha necesitado un número uno que tomara las decisiones, como era José María Aznar.

Su gestión de las crisis internas, en especial de las del caso Gürtel, ha animado a los pesimistas sobre sus posibilidades de ser un buen gobernante. La pésima imagen del esperpento valenciano alienta las críticas. Algunos incluso ironizan con la idea de una de las leyendas más conocidas de Francisco Franco, esa que cuenta que en su despacho tenía dos montones de papeles, en uno los problemas que el tiempo resolvería y en otro los que el tiempo no resolvería. Y claro, no se ocupaba de ninguno de los dos, porque era mejor esperar.

Los marianistas estaban ayer eufóricos. Sostienen que su jefe, una vez más, ha demostrado que es un killer y que acaba con los enemigos. Tarda mucho, admiten, pero todos acaban cayendo. Salvo Esperanza Aguirre, con la que ahora parece reconciliado.

Sus silencios a veces son cómodos. Como ayer, cuando en vez de ofrecer una explicación pública y aceptar preguntas, envió un comunicado, superando su propio límite. Pero a veces esos silencios buscan mantener toda la presión en su rival interno, esperar a que cometa errores y se vea obligado a rendirse. Tarde lo que tarde.

Sin embargo, muchos otros dirigentes, sobre todo los más veteranos, están obsesionados con una idea. No basta con vencer, algo que todos dan por hecho. Hay que convencer, ilusionar. Todos ven que Rajoy insiste en ganar todas sus partidas por agotamiento. Y eso, explican, en La Moncloa ya no vale.

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