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Tribuna
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Rubalcaba / Rajoy

Si el líder de la oposición tiene soluciones, el interés general debería prevalecer y de paso nos enteraríamos de su oferta

Antonio Elorza

El debate del estado de la nación puso de manifiesto una vez más las limitaciones de quienes hoy desempeñan los papeles de presidente del Gobierno y de jefe de la oposición. Zapatero estuvo brillante en las réplicas, es un buen parlamentario, pero a estas horas su credibilidad es mínima y por ello perdió el debate. Nadie se puede creer a estas alturas que sus medidas —“reformas”— han sido siempre acertadas y que ganamos puestos en el ranking de las potencias económicas europeas. Incluso cometió algún desliz, ya que la autocrítica no es lo suyo, al mencionar lo difícil que hubiera sido “pinchar la burbuja inmobiliaria”. Un contrincante hábil le hubiera sacado los colores advirtiendo que si se dio cuenta y no puso remedio entre 2004 y 2008, su incapacidad como gestor quedaba probada. Pero Rajoy es todo lo contrario de un contrincante hábil. Su discurso puede ser comparado a un martillo pilón bien construido que frase a frase intenta aplastar al adversario, sin matiz alguno, y tal vez eso funciona a medias dada la actual situación de ZP, pero es poca cosa para alguien que dice estar en condiciones de sacar a España de la crisis. Amén de que no es muy ético reprochar al presidente recortes en pensiones y salarios que él realizaría de forma más radical. En el PP tratan de salvar el escollo aduciendo que no toca a Rajoy ofrecer soluciones ahora. Pobre excusa: si las tiene, el interés general debería prevalecer y de paso nos enteraríamos de la calidad de su oferta como futuro presidente.

Sin duda es este punto débil sobre el que va a golpear una y otra vez Rubalcaba en el periodo preelectoral, a favor también de la rigidez mental del político gallego. La única dificultad aquí para el candidato reside en su propensión a pasar de la ironía, buen terreno para marcar distancias, al sarcasmo, que provoca reflejos defensivos e incluso solidaridad con “la víctima” si no va acompañado de una argumentación suficiente. Los golpes de Rubalcaba son secos y propician esta desviación. Tanto más costosa cuanto que en cambio es muy superior a su adversario en el terreno elegido por este con frecuencia del “sentido común”, dirigido a conectar con el ciudadano medio. Rubalcaba tiene una notable habilidad para presentar en palabras y en gestos sus planteamientos como razonables, por encima de las ideologías. En cambio, Rajoy rezuma conservadurismo; por eso tiende a elaborar un discurso de consolidación de las posiciones de sus seguidores, limitando así su proyección sobre el centro.

Rubalcaba es astuto y paciente, cualidades que explican su éxito en una cartera difícil como Interior. El tratamiento de la cuestión del 15-M ha sido buena prueba de ello, por contraste con su homólogo catalán. Tiene además un buen sentido para abordar problemas que inciden sobre la opinión, y esto le distingue claramente de algún otro ministro del actual Gobierno. Le queda por demostrar que es capaz de plantear iniciativas, de alcance general o sobre temas cruciales, de explicarlas y sostenerlas. No es aceptable su propensión a rechazar o eludir cualquier pregunta de la prensa que le resulta incómoda, por no hablar de su seca prepotencia si se digna contestar (ejemplo, la réplica al “ya” de González).

Más allá de los contenidos, sería buen ejemplo de ello todo el tema de la legalización de Bildu. Formalmente puso en marcha y apoyó la ilegalización, para luego celebrar la sentencia y blindarla más allá del lógico acatamiento, según muestra la resolución del Congreso. En ella la protección de los demócratas viene acompañada de menciones en apariencia fuera de caso, una al TC, otra implícita nada menos que a los votos recibidos por Bildu, los cuales nada dicen sobre su condición de coalición democrática o asociada con ETA, de ilegalización entonces necesaria. Claro que PP, UPN y UPyD se pasaron en sentido contrario, abriendo desde ya la vía para la ilegalización, cuando bastaba con exigir rigurosamente el cumplimiento de la ley sobre el rechazo a ETA. Si a eso sumamos la críptica alusión de Rubalcaba al tema, diciendo que las cosas pudieron hacerse mejor, queda abierto un amplio abanico de interpretaciones, entre ellas la de un doble juego. Solo falta para la confusión que el previsible comunicado de ETA celebrando la situación y refrendando la vía política triunfante, lo interprete como el anuncio de su final, ignorando que sigue a la espera hasta el momento en que el Estado español rechace “el derecho a decidir” del pueblo vasco. Apuesto a favor.

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