La 'esperanza blanca' de los barones
Algunos consideran a Rubalcaba, que según el CIS es el socialista más valorado, la mejor apuesta
En un partido agobiado por los sombríos vaticinios de los sondeos, algunos vislumbran la "alternativa Rubalcaba" como la única esperanza blanca capaz de dar la vuelta a los pronósticos electorales, porque el vicepresidente primero es el socialista mejor valorado, según el CIS, y porque no necesita presentación, es tan conocido como Zapatero o Rajoy.
Capaz de fabricar los mensajes más cortos y envenenados de cuantos circulan en la refriega parlamentaria, su dialéctica semanal en las sesiones de control ha dejado en nada la figura emergente de la portavoz popular, Soraya Sáenz de Santamaría, que hizo carrera como congresista gracias a sus preguntas de los miércoles a María Teresa Fernández de la Vega.
Rubalcaba apagó la estrella de Sáenz de Santamaría en unas pocas mañanas parlamentarias. En su segunda etapa de portavoz del Gobierno ha encontrado un nuevo estilo de comunicar y ordenar las conferencias de prensa de los viernes. Para contestar a la cuestión que le plantea un periodista es capaz de hacerse a sí mismo otras cinco preguntas para responder lo que quiere. A veces, en las conferencias de prensa más esperadas, Rubalcaba se agarra a su libro de autoayuda: "Si ustedes me preguntan... yo digo, y si me preguntaran, yo diría...". Y los asistentes al espectáculo de egocentrismo político se quedan perplejos y desconcertados pero con la hoja llena de titulares.
El PP le considera un diablo. Aunque sabe mucho más por veterano. Fue la voz del último Gobierno de Felipe González (1993- 1996), lo que no suma muchos puntos. Fue el mensaje del PSOE en las horas previas al vuelco electoral del 14 de marzo de 2004 cuando el PP acusaba a ETA del atentado del 11-M. "Los ciudadanos españoles", proclamó Rubalcaba, "se merecen un Gobierno que no les mienta, un Gobierno que les diga siempre la verdad". Un mensaje letal concentrado en seis segundos y 19 palabras que encerró a Rajoy en el sótano por ocho años.
Apagó la estrella de Sáenz de Santamaría en unas pocas mañanas parlamentarias
Ahora que suenan tambores de primarias, Rubalcaba debe recordar con cierta desgana que es un consumado perdedor de ese instrumento que los socialistas se han dado para partirse la cara entre fiestas de la democracia. El vicepresidente apoyó a José Bono contra Zapatero; y a Trinidad Jiménez contra Tomás Gómez. Sus elecciones siempre fueron desafortunadas. Ahora le toca apostar por sí mismo aunque si alguien le pregunta, sacará su libro de estilo de las conferencias de prensa de los viernes. "Si me preguntaran si deseo competir por el puesto de Zapatero, les diría que no me lo he planteado. Y si me preguntarán si me lo planteo, les diría que aún no lo he pensado..." (respuesta no real sino imaginada).
Sus apuestas perdidas en política no le han apartado de la escalera del poder por la que ha subido peldaños hasta llegar al penúltimo. "Ha llegado a lo más alto desde su competencia no desde su ambición", cuentan los que le conocen. Zapatero le aupó hasta ese penúltimo peldaño cuando le hizo vicepresidente del Gobierno. Aunque Rubalcaba es madridista.
El PP intenta cortarle las alas cada miércoles para que su ascenso solo sea a los infiernos. Le considera un táctico de la maldad y cómplice de terroristas. Ahora que EL PAÍS ha descubierto todas las actas que ETA escribió sobre las conversaciones con el Gobierno, el PP se ha lanzado al cuello del vicepresidente, al que acusa de haber dado un trato de favor ignominioso a los terroristas.
El mismo que sufre las acometidas del PP por una supuesta colaboración con ETA dirige el departamento que más ha golpeado a ETA
El candidato a presidente, Mariano Rajoy, sufre estos días los zarandeos de los sectores de la ultraderecha mediática y de casi todos los medios conservadores que le empujan para que acuse de todos los males del terrorismo etarra al vicepresidente primero. El chivatazo policial a ETA en el bar Faisán, ocurrido el 4 de mayo de 2006, apenas tres semanas después de que Rubalcaba llegara al Ministerio del Interior (11 de abril), le amenaza en la Audiencia Nacional y le persigue en el Congreso, donde el PP le insulta cada semana a cuenta del soplo. Unas semanas después de ese chivatazo, por el que hay un político (el ex director general de la Policía, Victor García), y dos policías imputados, el aparato que recaudaba el impuesto revolucionario para ETA fue detenido y encarcelado, pero a Rubalcaba ese hecho no le sirve como excusa para enterrar la sospecha. El mismo vicepresidente que sufre las acometidas del PP por una supuesta colaboración con ETA dirige el departamento que más ha golpeado a ETA y que ha acorralado como nunca a la banda criminal, cada día más cerca de su desaparición.
En estos días con rumor a mudanza, o Rubalcaba finge mucho o está desconcertado por las dudas hamletianas del presidente del Gobierno. El vicepresidente, químico acostumbrado a prever las consecuencias de cualquier acto, anda confundido y no soporta el festival de elucubraciones sobre el futuro de su jefe.
Hoy le quita el sueño la cuesta abajo por la que transita su partido y se ofusca cuando lee que algunos dirigentes del PSOE pretenden jubilarle con la excusa de que "los abuelos nunca suceden a los nietos". "El zapaterismo, excluido José Blanco, no quiere a Rubalcaba", cuentan unos. Al vicepresidente no le importa. Otros muchos, la mayoría del poder autonómico del partido, no albergan dudas: "Es la única alternativa solvente. Tal como estamos, no hay debate posible".
Hace unas semanas, la fiebre le ingresó unos días en el hospital Gregorio Marañón de Madrid y cundió el desánimo en todos los que le esperan como agua milagrosa de mayo. "En los últimos tiempos ha coqueteado con la idea de retirarse a un plano más tranquilo, con este problema de salud no estará para primarias ni para peleas", teorizan algunos. Pero en su reducido entorno nadie confirma esa tesis: "Si hay que dar la pelea por el partido, la dará".
Si me preguntan, no sé, pero contesto, que diría Rubalcaba.
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