El poder creativo de los migrantes
El problema con la vulnerabilidad estructural de la población extranjera es que tritura el potencial de quienes llegan a España con la inquietud de buscarse una vida diferente. Es un debate reiterado e irresuelto en el que la palabra potencial pasa desapercibida
Hay un vídeo familiar del instante en que mi esposa y yo leemos el documento que le concede la nacionalidad española a nuestra hija. Es un recuerdo de 32 segundos con una densidad palpable. La voz que se escucha es la mía y se entrecorta mientras leo una jerga que finjo comprender. Mi esposa aprieta las manos, como estrujando la suerte. De pronto, el rostro se nos hace frágil y lloramos mientras los brazos se encuentran.
Ese momento, que amplió los márgenes de la vida para nuestra bebé y borró de su inventario algunas incertidumbres, tuvo lugar mientras mi esposa, de origen venezolano, no tenía trabajo, y yo, nacido en Colombia, me había quedado sin papeles.
Un retraso de varios meses con mi expediente de residencia me empujó a ese limbo jurídico y económico en el que nadie puede emplearte, aunque quisiera, ni puedes ser autónomo, aunque lo intentes, ni acceder a financiación, aunque la necesites. Los medios de subsistencia de mi hogar, que dado el desempleo prolongado de mi pareja dependían esencialmente de mí, quedaron sujetos a la inescrutable burocracia de la Dirección de Extranjería de la Comunidad de Madrid.
Por eso, hace unos meses, mientras leía el Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en la Comunidad de Madrid de la Fundación FOESSA y Caritas, recordé esos días, oscilantes entre la necesidad y la inventiva. “En los hogares donde el familiar que aporta más ingresos es de nacionalidad extranjera –señalaba el documento– la prevalencia de la exclusión social es del 51%, frente al 17% de los hogares encabezados por personas de nacionalidad española”.
Mi historia, sin saberlo, también cabía dentro de una cifra, porque la vulnerabilidad de los migrantes es elástica, multiforme y, aunque se manifiesta en distintas proporciones según el país de procedencia, la melanina en la piel, la etnía, el género, la cualificación y otras papeletas del infortunio son elementos transversales, salvo ciertas excepciones, para quienes venimos de fuera.
El problema con esa vulnerabilidad estructural es que tritura el potencial de quienes llegan a España con la inquietud –para no romantizar– de buscarse una vida diferente. Ya sea porque huyen de contextos asfixiantes, de laberintos sociales, de distintos tipos de violencia o porque simplemente –como es mi caso– quieren encontrar su lugar en el mundo. Es un debate reiterado e irresuelto en el que la palabra potencial pasa desapercibida, como en este mismo párrafo, y se lee quizás como un lugar común, sin énfasis, ni desglose.
Los inmigrantes son el 11% del total de los autónomos de España, y a pesar de las dos crisis económicas en 14 años, es una cifra que no ha dejado de crecer
Un debate que omite, por ejemplo, que según la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos, los inmigrantes son el 11% del total de los autónomos de España, y que a pesar de las dos crisis económicas en 14 años, es una cifra que no ha dejado de crecer. O que los niveles educativos de la población inmigrante “no son solo altos, sino muy similares a los de la población española”, como reveló el informe Arraigo sobre el Alambre de Caritas y el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad P. Comillas. Unos datos que, según los autores, derriban “la idea estereotipada de la inmigración como una población ‘sin estudios’ procedente de países ‘subdesarrollados’, que se amolda, perfectamente, a las ocupaciones elementales del mercado de trabajo español”.
A pesar de lo anterior, según el mismo estudio, el ingreso medio de los extranjeros es un 38% menor que el de los trabajadores españoles, provocando una tasa de exclusión social que es más del doble que la de estos. Asimismo, y a pesar de ese potencial difuminado, el 75% de los inmigrantes desempeña ocupaciones en servicios elementales, con una movilidad hacia mejores empleos muy reducida, tanto que “después de tres lustros de estancia media en el país” la gran mayoría permanece en las mismas ocupaciones.
¿Qué ocurre en España que no hemos logrado, todavía, leer esa oportunidad? ¿Por qué no nos planteamos orientar ese potencial a sectores no elementales? Según CEOE, hacen falta 125.000 profesionales con formación digital y otros 26.000 de ciberseguridad para cubrir la demanda del sector tecnológico español que, al menos en un porcentaje, podrían ser migrantes. De los 133.988 puestos sin cubrir en el primer trimestre de este año, según el INE, 38.685 estaban situados esencialmente en el sector público. ¿Extranjeros en la gestión pública? No solo se puede, sino que es necesario, considerando que en España sumamos cinco millones y medio de seres humanos de otras latitudes. Es un tema de representación en las instituciones, donde hay que decirlo, la sensibilidad hacia la multiculturalidad es todavía un adeudo.
Ese potencial es uno de los elementos que la narrativa, la política, la idiosincrasia y el sistema necesitan comprender para que el ser extranjero no signifique vivir entre los pliegues de la dificultad, la precariedad o la exclusión. Si la sociedad española crea un consenso alrededor del poder creativo de los migrantes, de su enorme potencial para contribuir al enriquecimiento cultural, al desarrollo social, al crecimiento económico y al avance en todos los ámbitos donde la mirada local necesita nutrirse de experiencias y voces globales.
¿Extranjeros en la gestión pública? No solo se puede, sino que es necesario
Escribo esto mientras el debate sobre la ley de regularización está latente, y pocos días después del horror en la frontera de Melilla. Y lo hago con la consciencia de que hay muchas y distintas voces válidas para decir lo que este texto se ha propuesto plantear, que no es otra cosa que una invitación a pensar en soluciones sistémicas, que comprometan e inspiren a todos los actores posibles.
Es tiempo de abrir esta conversación, todavía endogámica, a toda la sociedad. Igual que esperamos que España nos abra sus brazos a quienes llegamos a enterrar nuestras raíces en esta tierra y a quienes, como mi hija, son el símbolo de ese esfuerzo. Un buen punto de partida es aceptar que el desplazamiento humano a través de las fronteras es una fuerza autónoma y dinámica, que responde a inquietudes infinitas. Que emigrar no es una condena, sino todo lo contrario. Como diría Massimo Livi, “una prerrogativa del ser humano”.
Un breve anuncio: el próximo martes 5 de julio, a las 18 horas, tendrá lugar en Madrid El poder creativo de los migrantes: talento global para la competitividad local, una conversación que reunirá líderes empresariales, del ámbito público y del sector social para abordar las oportunidades que representa el talento extranjero para el emprendimiento y el mercado laboral de España. Este evento gratuito, bajo registro, es organizado por Voice (ES), con el apoyo de la Fundación porCausa, Open Value Foundation, CEAJE y Tower. Entradas aquí.
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