La bala perdida que encontró a Mirlande: “Apenas tenía un hilo de vida cuando llegó”
Una cirujana de Médicos sin Fronteras relata la historia de una niña superviviente de una bala perdida en la capital de Haití. Allí, la población convive con la extrema violencia sin acceso a suficiente atención médica pública
Me encuentro en el centro de emergencias de traumatología y quemaduras graves de Tabarre que Médicos Sin Fronteras (MSF) gestiona en Puerto Príncipe, la capital de Haití. Y os voy a contar la historia de Mirlande, una niña cuyo caso es muy representativo de la violencia indiscriminada que hoy se vive en esta ciudad y que está desangrando todavía más a una población que, desde hace más de una década, está demasiado acostumbrada a vivir rodeada de desgracias.
Mirlande (nombre cambiado para preservar su identidad) llegó al hospital en la parte trasera de un camión desde Cité Soleil, uno de los barrios más conflictivos de Puerto Príncipe, la capital haitiana. En aquel momento, su vida pendía de un hilo. En su mirada se podía percibir el miedo; el mismo miedo que sentiría cualquier niña de siete años que ha sido víctima de un tiroteo entre bandas armadas y que, de repente, se despierta en un hospital rodeada de médicos y personal sanitario corriendo de un lado para otro.
Su familia nos explica que Mirlande estaba caminando del colegio a casa con su padre cuando varias balas se incrustaron en sus piernas.
No se juega en las calles de Cité Soleil
No se juega en las calles de Cité Soleil. No se visita a amigos. No se va a pasear. Solo sales de casa por razones esenciales, para ir a trabajar, ir a la escuela o ir al hospital. Y cuando lo haces, sabes que estás asumiendo un riesgo. A veces lo complicado es eso: tener que decidir qué nivel de peligro estás dispuesto a que corran tus hijos. Aquí, ni siquiera el toque de queda supone una garantía de seguridad adicional.
No se juega en las calles de Cité Soleil. No se va a pasear. Solo sales de casa para ir a trabajar, ir a la escuela o ir al hospital. Y cuando lo haces, sabes que estás asumiendo un riesgo
Hay demasiadas amenazas acechando en cualquier esquina. Además del riesgo que suponen las balas perdidas, también está, por ejemplo, el peligro que entraña el fuego, ya que los miembros de los grupos armados lo usan para intimidar y castigar indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. En nuestro hospital ofrecemos atención especializada para quemaduras, pero a pesar de esto el daño es a menudo irreparable, y muchas personas acaban muriendo a causa de sus heridas. Y, a la inmensa mayoría de aquellas personas que sobreviven a quemaduras graves, les resulta muy difícil reintegrarse en la comunidad.
El impacto de la violencia y la inestabilidad política
Haití es una nación con bastante historia política y cultural, y fue de hecho la primera república negra independiente de la era moderna. Sin embargo, en los últimos tiempos los haitianos se han enfrentado a inestabilidad política, violencia, terremotos, epidemias y pobreza, hechos que hacen que mucha gente lo vea como un país en permanente crisis.
Haití es también uno de los países más poblados y más pobres del hemisferio Oeste. Aquí, la atención médica privada está fuera del alcance de la mayoría y a muchas personas les resulta difícil incluso pagar el trasporte a un centro médico. La prioridad para las personas que viven en las zonas más pobres es intentar cubrir sus necesidades más básicas, como por ejemplo disponer de agua potable, comer cada día o acceder a un refugio donde pasar la noche.
Para los habitantes de barrios asediados como Martissant, Cité Soleil, Carrefour y Croix-des-Bouquets, la violencia se ha convertido un problema de salud pública, reduciendo enormemente su acceso a la atención médica. Barrios enteros son inaccesibles para quienes viven fuera de ellos debido a los tiroteos y las barricadas, que impiden la circulación de vehículos y ambulancias. El personal de las ONG también tiene muchísimas dificultades para entrar en muchos lugares.
Y, a medida que la violencia se expande hacia grandes zonas de la capital, las personas se ven obligadas a hacer cada vez desvíos más largos para llegar a algunos barrios de Puerto Príncipe.
Los enfrentamientos recurrentes entre bandas armadas han llevado a miles de personas a huir de sus hogares. A veces, solo de forma temporal: las personas se refugian con familias de acogida y esperan a que pare la violencia. Sin embargo, para otras personas, esta situación puede llegar a ser permanente. Si tienen recursos, encontrarán un alojamiento alternativo en algún otro lugar. De lo contrario, terminarán en campos para desplazados donde las condiciones de vida son extremadamente duras.
Mis compañeros haitianos me explican que muchos de sus compatriotas sueñan con poder irse del país.
Cirugía vital
Las armas de fuego de gran calibre son despiadadas. Son fáciles de usar, efectivas y sus balas estallan en multitud de pedazos al impactar en el cuerpo. Extraer cada uno de los fragmentos puede ser una tarea agotadora y sumamente complicada para el equipo quirúrgico.
Todos los quirófanos están ocupados. Junto a Mirlande, otros pacientes están luchando por sus vidas, pero ella tiene suerte: a pesar de la gravedad de sus heridas, ha llegado a tiempo y sobrevivirá.
Tras varios días de recuperación, por fin trasladan a Mirlande de la unidad de cuidados intensivos a la sala, pero el miedo de no volver a caminar o la preocupación de regresar a un hogar en el que ya no se siente segura continúa atormentándola durante su estancia en el hospital. Después de mucha frustración y lágrimas, sucede lo que todos estábamos deseando ver: Mirlande vuelve a poner los pies en suelo y da sus primeros pasos. Y a la vez nos regala su primera sonrisa. Mientras los demás damos gritos de alegría y nos fundimos en abrazos, ella mira confundida y sorprendida, buscando la cálida mirada de su padre mientras camina lentamente por el pasillo.
Y yo, mientras la miro, no paro de pensar que, si nuestro hospital no hubiera estado aquí, Mirlande no habría tenido ningún otro lugar al que acudir. Y quién sabe qué habría sido de ella. Tabarre es la única instalación en la zona que puede ofrecer el nivel de cuidado que la niña necesitaba en ese momento. Y en un lugar tan condicionado por la violencia como Puerto Príncipe, un hospital marca la diferencia entre la vida y la muerte. Siento mucho orgullo por el trabajo que hacemos y por la capacidad impresionante que tienen los chiquillos como Mirlande de sobreponerse a cualquier desgracia y seguir adelante. Pero ojalá las cosas fueran diferentes y los haitianos pudieran recobrar un día no muy lejano esa tranquilidad que tanto ansían y merecen.
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