El camino hacia la autosuficiencia de África
El desmantelamiento de USAID podría impulsar a los gobiernos africanos a afrontar claramente los desafíos de sus países. El continente necesita comercio justo, no ayuda

En 2015, el entonces presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, advirtió al Parlamento Panafricano sobre los peligros de la ayuda para el desarrollo. “El futuro de nuestro continente no puede dejarse a merced de intereses externos”, dijo. “La ayuda exterior, que a menudo viene de la mano de términos y condiciones que impiden el progreso, no es una base aceptable para la prosperidad y la libertad. Es hora de renunciar a ella”.
El llamamiento de Kenyatta a la autosuficiencia parece premonitorio a la luz del desmantelamiento por parte del presidente estadounidense, Donald Trump, de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y de los recortes recientes en los ya mermados presupuestos de ayuda exterior de Francia, Alemania y Reino Unido. Tenía razón: a medida que se fue afianzando la dependencia de la ayuda a lo largo de las décadas, la participación de África en el comercio mundial disminuyó de manera constante, para situarse ahora por debajo del 3%. Las ambiciones nacionales de crear industrias productivas que puedan satisfacer la demanda interna se han atrofiado, y los esfuerzos de todo el continente por fortalecer la integración regional han decaído.
Por eso, a pesar del impacto desproporcionado de estos recortes en el continente, algunos africanos ven la desaparición de la ayuda exterior como una oportunidad. Una encuesta de Afrobarometer realizada en 34 países africanos reveló que el 65% de los encuestados deseaba que sus gobiernos financiaran el desarrollo con sus propios recursos, en lugar de con préstamos externos.
A medida que se fue afianzando la dependencia de la ayuda a lo largo de las décadas, la participación de África en el comercio mundial disminuyó. [...] El continente necesita comercio justo, no ayuda
La autosuficiencia era una aspiración para líderes independentistas como Kwame Nkrumah, el primer presidente de Ghana y cofundador de la Organización para la Unidad Africana (precursora de la Unión Africana), que consideraba el sistema de ayuda exterior como una forma de neocolonialismo. El actual presidente ghanés, John Dramani Mahama, ha hecho suya la causa, calificando la eliminación de USAID como una “señal para África de que ha llegado el momento de que seamos más autosuficientes”.
La respuesta silenciosa africana contrasta marcadamente con las predicciones alarmantes de los profesionales del desarrollo en las capitales occidentales, quienes advierten que pronto se producirá una catástrofe humanitaria en el continente. Según Nicholas Enrich, exadministrador adjunto en funciones de USAID para la salud global, el desmantelamiento de la agencia provocaría entre 71.000 y 166.000 muertes más al año por malaria y un millón de niños al año con desnutrición aguda grave no tratada, entre otras consecuencias perjudiciales.
Es cierto que África ha dependido durante mucho tiempo de la ayuda exterior no solo para la ayuda de emergencia a corto plazo, sino también para una financiación sanitaria crítica. El Plan Presidencial de Emergencia para Alivio del SIDA (PEPFAR) y la Iniciativa Presidencial contra la Malaria (PMI, por sus siglas en inglés), programas creados hace décadas por el presidente estadounidense George W. Bush, han sido fundamentales en la lucha contra el VIH/sida y la malaria, cuya prevalencia en África es desproporcionada. Alrededor del 67% de las personas que viven con VIH en todo el mundo residen en el África subsahariana y el continente concentra más del 90% de los casos y muertes por malaria.
Esta ayuda no se limita a los países más necesitados y vulnerables de África, como la República Centroafricana, Somalia y Sudán del Sur, donde la ayuda oficial para el desarrollo representa más del 20% del ingreso nacional bruto. Incluso Nigeria y Sudáfrica, dos de las mayores economías del continente, dependen fuertemente de los programas de USAID. El PEPFAR financia casi el 20% de los 2.300 millones de dólares anuales (2.100 millones de euros) del programa sudafricano contra el VIH/sida, que proporciona tratamientos antirretrovirales que salvan vidas a 5,5 millones de personas cada día. Las ayudas de la PMI suponen alrededor del 21% del presupuesto nacional de sanidad de Nigeria, que tiene la mayor carga de malaria del mundo.
Algunos africanos ven la desaparición de la ayuda exterior como una oportunidad
La dependencia de los países africanos de Estados Unidos para el gasto en salud pública supone un riesgo para la seguridad nacional, como puso de manifiesto el nacionalismo de las vacunas durante la pandemia del COVID-19. También implica enormes costos de gobernanza. Un estudio de 2023 ha demostrado que la ayuda exterior tiende a debilitar la capacidad fiscal en las democracias africanas. Estos gobiernos pueden volverse menos responsables ante sus ciudadanos y más autocráticos, apuntalados por la ayuda oficial para el desarrollo.
La ayuda exterior impide el progreso económico precisamente por sus “términos y condiciones”, como dijo Kenyatta. La industria de la ayuda en África funciona en gran medida con contratistas extranjeros, lo que limita las oportunidades de los empresarios africanos y socava el crecimiento local. Esto limita la expansión del estrechísimo margen fiscal de los gobiernos, mantiene unas tasas de desempleo persistentemente altas y alimenta las presiones migratorias. Incluso Sudáfrica, la economía más avanzada del continente, tiene una tasa de desempleo superior al 30%.
Tras el asalto de Trump a USAID, África debería ponerse en camino hacia la autosuficiencia sanitaria. Eso significa asumir un mayor control sobre la respuesta al VIH/sida y la malaria, desde la investigación y el desarrollo hasta la fabricación de diagnósticos y tratamientos, en lugar de depender de soluciones e importaciones extrarregionales. Para mitigar los riesgos de la dependencia de la ayuda e impulsar el crecimiento económico, los países africanos deben aprovechar las oportunidades inherentes a las crisis sanitarias y dar rienda suelta a los espíritus animales de los empresarios locales. El Gobierno nigeriano ya ha aprobado un gasto sanitario adicional de 200 millones de dólares como parte de su presupuesto para 2025, y otros países están contemplando incrementos similares.
Los países africanos deben adoptar la misma estrategia para otros sectores estratégicos, especialmente la seguridad nutricional, porque la dependencia excesiva de las importaciones de alimentos financiadas con ayuda exterior perjudica a los agricultores africanos al distorsionar los mercados y deprimir los precios locales. El continente necesita comercio justo, no ayuda. Con aproximadamente el 60% de la tierra cultivable no cultivada del mundo, África no debería depender de proveedores externos para alimentarse.
Sin duda, los gobiernos africanos con un espacio fiscal limitado y escaso acceso a los mercados internacionales pueden no ser capaces de construir la infraestructura necesaria para impulsar la producción nacional. Este problema puede resolverse aunando recursos con otros países para desarrollar infraestructura productiva y cadenas de suministro regionales resilientes, impulsando así el comercio al interior de África y profundizando la integración regional. India es un ejemplo de lo que se puede conseguir. Al fin y al cabo, su industria de medicamentos genéricos, competitiva en todo el mundo y con precios extraordinarios, empezó a despegar mucho antes de que lo hiciera la economía nacional.
Lograr economías de escala a través de la Zona de Libre Comercio Continental Africana podría ayudar a atraer capital privado para construir industrias críticas. Esto le permitiría a África ampliar la producción agregada y aumentar los niveles de comercio, que han permanecido desoladoramente bajos.
El ataque de Trump a la ayuda para el desarrollo puede ser la llamada de atención que necesitan los líderes africanos. Tras décadas de reducir las ambiciones y externalizar el desarrollo, es hora de que el continente aproveche al máximo las oportunidades de crecimiento asociadas a las crisis internas, en lugar de ceder el control al sistema de ayuda y a los contratistas extranjeros que llenan sus filas. Se suele decir que la necesidad es la madre de la invención, lo que significa que el fin de USAID podría impulsar a los gobiernos africanos a afrontar claramente los desafíos de sus países.
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