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Los migrantes de la India sueñan con un futuro mejor, pero no pueden votar para conseguirlo

Unos 400 millones de personas trabajan en un Estado distinto al de su nacimiento en este país. Gran parte de ellos no podrán participar en las elecciones que se celebran estos días

Migrantes India elecciones
Una fila para votar en las elecciones parlamentarias de India, en Pahalgam (Cachemira) el día 25.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)

“Queremos que nuestros hijos estudien bien, pero las escuelas de nuestro pueblo solo tienen un profesor para tres clases”, dice Naina Pradhan, sastre de 34 años que vive en la ciudad de Gurugram, perteneciente a la Región de la Capital Nacional de Delhi (al norte de la India). “Sin educación, nuestras vidas no pueden mejorar”. Pradhan es originaria del Estado de Odisha, situado al este del país, a unos 1.800 kilómetros de distancia. Emigró con su familia a Gurugram para trabajar y estudiar. “Vinimos aquí porque no conseguíamos trabajo en el pueblo”, explica.

Pradhan es uno de los más de 400 millones de emigrantes interestatales (según datos del último censo, de 2011) que hay en la India, un país inmerso estos días en unas elecciones generales en las que una gran parte de estos ciudadanos no podrán participar. Los votantes indios tienen que depositar su papeleta allí donde tengan registrada la tarjeta de identidad electoral, pero la mayoría de los trabajadores migrantes están registrados en su Estado de origen, bien debido a la naturaleza irregular y temporal de su empleo, o bien porque tienen planes de establecerse finalmente en sus localidades de origen.

La Comisión Electoral de la India mostró ya en un comunicado de 2022 su preocupación por “la cuestión de los más de 300 millones de electores que no ejercen su derecho a voto”, y puntualizó que la migración interna es uno de los principales asuntos “que hay que abordar para mejorar la participación electoral y garantizar unas elecciones participativas”. Para ello, anunció un prototipo de máquina de votación electrónica remota, pero este aún no está funcionando.

Este sistema favorecería a migrantes como Sudan Gain, conductor de tuk tuk. “Tardo entre nueve y 10 horas en autobús en volver a mi pueblo”, dice. Emigró del Estado de Uttar Pradesh hace cuatro años, y calcula que a su familia de cuatro miembros le costaría entre 10.000 y 20.000 rupias indias (entre 110 y 220 euros) hacer el viaje. A menudo los trabajadores inmigrantes, que cobran salarios bajos y tienen pocos ahorros, no pueden permitirse el coste que supone emitir su voto. “Somos muchos los que trabajamos lejos, en las ciudades. Y los niños también tienen que ir a la escuela. Sería bueno que pudiéramos votar a distancia”, reflexiona.

El problema del desempleo

Algunas de las principales cuestiones de estas elecciones en la India —cuyos resultados se esperan el martes 4 de junio— han sido la precariedad y el desempleo, que afectan directamente a los medios de subsistencia de la vasta mano de obra inmigrante del país. Según el grupo de análisis Centre for Monitoring Indian Economy, la tasa de desempleo en la India aumentó de un 7,4% en marzo de este año a un 8,1% en abril. Las tasas de empleo informal son altísimas, un 90% de los trabajadores, según algunas estimaciones.

Los trabajadores migrantes en la India se están recuperando todavía del golpe asestado por la pandemia de covid-19. El cierre nacional de 2020 dejó a muchos varados en sus lugares y ciudades de trabajo, sin empleo e incluso sin servicios básicos. Muchos recorrieron cientos de kilómetros a pie para volver a casa, ya que el transporte también se vio interrumpido. Gain se pregunta qué haría si volviera a ocurrir algo parecido: “Si no hay trabajo, tendremos que volver. Nuestros ingresos se usan casi por completo en gastos como comida, escolarización y otras cosas. Como mucho, podemos ahorrar unas 2.000 rupias. Y, si hay una enfermedad en la familia, se gasta más de lo ahorrado”.

Neelam Gupta, gestora de proyectos sin ánimo de lucro de Agrasar, afirma: “Desde la covid, la inflación ha subido. Para los trabajadores migrantes, las cosas aún no han vuelto a la normalidad. Algunas ocupaciones también se han visto afectadas por la adopción del ecosistema digital, como las compras en línea en el caso de los pequeños tenderos o las aplicaciones de transporte por carretera en el caso de los tradicionales conductores de tuk tuk”.

La falta de oportunidades de empleo, las malas cosechas y la necesidad de devolver préstamos financieros son las razones por las que emigran, según explican varios trabajadores. Los salarios también son mucho más altos en algunos Estados como Kerala, en el sur del país. Sheikh Sabul es un agente laboral del pueblo de Islampur, en el distrito de Murshidabad, en el Estado de Bengala Occidental. Suministra mano de obra para la construcción en los pueblos cercanos. “Los trabajadores cambian a menudo porque muchos se marchan a otros Estados como Kerala, Tamil Nadu y Delhi, ya que allí los salarios son más altos. En Kerala y Tamil Nadu cobran unas 1.000 rupias al día, mientras que aquí solo pueden ganar entre 400 y 500″, explica Sabul, que añade que tampoco hay suficientes puestos de trabajo en estos pueblos. Muzamar Haq, del Estado de Assam, que trabaja en Kerala como ayudante en una fábrica, también lo confirma. Con entre 1.200 y 1.500 rupias al día, gana más de lo que conseguía como conductor en Nagaon, su ciudad natal.

Sahita Khatoon, ante su casa en la localidad de Islampur (distrito de Murshidabad, India), el día 14.
Sahita Khatoon, ante su casa en la localidad de Islampur (distrito de Murshidabad, India), el día 14.

En muchos casos, son los hombres los que emigran para trabajar dejando atrás a sus familias en los pueblos. “Mi esposo no ha podido venir a votar ni a la fiesta de Eid [fin del Ramadán]. Me siento sola aquí”, se queja Sahita Khatoon, de 32 años, en su casa del pueblo de Islampur, distrito de Murshidabad, Bengala Occidental. Su marido, Munjul Ali Miya, trabaja como albañil en Kerala desde hace cuatro años. La familia tiene que devolver dos préstamos, de 70.000 y 45.000 rupias.

Benoy Peter, cofundador y director del Centro para la Migración y el Desarrollo Inclusivo, una organización india sin ánimo de lucro, señala que a raíz de la pandemia de covid surgieron varias iniciativas gubernamentales para los trabajadores migrantes, pero cuatro años después, muchas cosas siguen igual. “La aplicación, el cumplimiento y el seguimiento de estas iniciativas son sencillamente inexistentes”, afirma. Por ejemplo, el Gobierno creó un portal llamado E-shram, una base de datos nacional de trabajadores del sector informal destinada a mejorar su acceso a la seguridad social central y estatal, pero este no ha ayudado realmente al trabajador migrante, afirma Peter. Y, aunque un programa gubernamental permite a quienes lo necesiten acceder a alimentos subvencionados en grano, este aún no se ha ampliado a todo el país.

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