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Las mujeres del sur de la India también escalan cocoteros

El Estado de Kerala, aquejado de falta de mano de obra en la industria del coco, forma a trepadoras para asumir una labor que durante siglos solo pudieron realizar los hombres

Cocoteros India
Una joven escala un cocotero en el pueblo de Kuruvattoor (Kozhikode, distrito de Kerala, India), en una foto de archivo cedida por el Coconut Board Development.Ajeeb_Komachi
Alberto Piernas Medina
Fort Kochi (Kerala, India) -

Mini Sugunan aprieta los labios cada vez que va a responder una pregunta. Es una mueca de dulzura, pero también de orgullo. En Kumbalangi, una aldea ubicada entre marismas y exuberantes bosques tropicales a 13 kilómetros al sur de la ciudad de Cochín (Estado de Kerala, al sur de India), es complicado encontrar a una mujer que, como ella, suba hasta las copas de los cocoteros. A las que se atreven se las conoce como maram keri, una palabra con doble sentido que también significa “mujer que se atreve a romper las normas”.

“Mi padre siempre se dedicó a este trabajo”, cuenta Sugunan, de 47 años, en idioma malayalam, a través de un vecino que ejerce de traductor. “Cuando yo era adolescente me enseñó a subir a lo alto de los cocoteros, para reemplazarle cuando él no pudiera hacerlo”. Ella está casada y tiene dos hijos; su hermano trabaja en otra población y, en un primer momento, no vio con buenos ojos que su hermana trepase por los cocoteros. “Este siempre ha sido un trabajo de hombres”, continúa, con la seguridad de quien ha dejado atrás los convencionalismos hasta convertirse en la única trepadora de su panchayat (el nombre del consejo de autogobierno de cada comunidad rural de Kerala).

Mujeres escalan un cocotero en el pueblo de Kuruvattoor (Kozhikode, distrito de Kerala, en una foto de archivo).
Mujeres escalan un cocotero en el pueblo de Kuruvattoor (Kozhikode, distrito de Kerala, en una foto de archivo).

Sugunan tiene fracturada una pierna desde hace unas semanas, pero se abraza al cocotero que brota en la entrada de su humilde casa. “He llegado a trepar hasta 30 árboles por día”, cuenta. “Solía cobrar entre 200 y 300 rupias (entre 2,2 y 3,3 euros) por cada uno, siempre en función de la altura. Generalmente, se trata de encargos de particulares o personas que tienen una parcela, pero no pueden recolectar los frutos”.

La economía del Estado de Kerala (kera significa árbol del coco en la región de Malabar) ha girado en torno a la industria de este fruto desde tiempos inmemoriales. De los más de 19.000 millones de cocos recolectados en toda la India en la temporada 2021-2022, 5.522 millones pertenecían a Kerala, seguido de otros estados del sur del país como Karnataka (5.177 millones) y Tamil Nadu (5.091 millones). Los trepadores, un eslabón vital en la cadena de producción, son una rareza y muy pocos asumen la profesión tradicional. A diferencia de la norma general de ciclos de cosecha de 45 a 60 días, actualmente solo se cosechan frutos cada tres o cuatro meses. Esto supone la pérdida de miles de cocos —y rupias— para la industria.

La precaria situación llevó al Ministerio de Agricultura de Kerala a desarrollar en 2011 Friends of Coconuts, un programa masivo de capacitación que comenzó enseñando a más de 5.000 personas desempleadas entre 18 a 40 años a trepar cocoteros.

“Durante los últimos años hemos empleado a 68.000 personas, de las cuales un 10% son mujeres”, cuenta a Planeta Futuro Mini Mathew, responsable del Área de Publicidad y Relaciones Públicas del organismo gubernamental Coconut Development Board. “Esto abre puertas a muchas mujeres desempleadas a la hora de ejercer este trabajo, generalmente limitado a hombres. Cada vez son más las que se animan y contribuyen a la economía familiar”.

A través de diferentes iniciativas de reclutamiento, como anuncios en periódicos locales, un programa de formación ayuda a las interesadas a conocer mejor el árbol símbolo de Kerala, a mejorar las dotes de liderazgo y las habilidades de comunicación con los productores y a empoderar a otras mujeres. “Aunque el programa se llama Friends of Coconuts (amigos o amigas de los cocos), a veces también nos gusta llamarlo ‘doctores de los cocos’ porque aprenden a conocer mejor las necesidades del árbol a través de formaciones sobre técnicas de polinización, selección de frutos maduros o procesos de mantenimiento”, afirma Mathew con una sonrisa.

Gracias al programa, las mujeres pueden contribuir al sustento familiar gracias a un sueldo estimado de 15 a 25 rupias (17 a 28 céntimos de euro) por árbol, en función de la altura —un sueldo medio en el sector agrícola en Kerala ronda las 840 rupias, unos 9,3 euros—. Además, al formar parte de la plataforma, las trabajadoras disponen de un seguro médico con cobertura de hasta 500.000 rupias (unos 5.500 euros) en caso de accidente o baja laboral.

Una de las nuevas trabajadoras es Suni Lee, de 53 años, de la aldea de Varkala, en el distrito de Thiruvananthapuram, capital de Kerala. Por WhatsApp comparte docenas de fotografías en las que aparece una lozana mujer recibiendo premios o subida a un cocotero bajo la mirada fascinada de sus vecinos. No puede ocultar su orgullo. “Hasta 2011 vivía en Bombay con mi familia y cuando regresamos a Kerala nos encontramos con una finca con varios cocoteros de los que queríamos extraer agua de coco”, cuenta Suni Lee, a través de mensajes de voz. “Me costó mucho encontrar a alguien que trepara por el árbol y después cortara el coco. Así que me comprometí a aprender por mí misma”.

Suni Lee acudió a la oficina de agricultura de Varkala y se unió al programa de la Coconut Development Board. Fue la primera mujer de su promoción. “Para mí suponía un orgullo no depender de ningún hombre para mis necesidades. Así que aprendí y no solo pude recoger mis propios frutos para tener agua de coco, sino que también monté un centro de entrenamiento donde enseñé a otros a hacerlo, tanto a hombres como mujeres”.

El siguiente paso será la inauguración de un centro de atención al cliente para conectar a las escaladoras profesionales registradas en el programa.

En Kumbalangi, la aldea de la escaladora Mini, el cielo está encapotado, los cocoteros apuntan a los aviones que aterrizan en el aeropuerto de Cochín y ella espera volver a trepar por los cocoteros dentro de poco. Su padre la observa a lo lejos mientras toma un té.

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