Psicólogos para atender las otras heridas del terremoto de Marruecos
Un grupo de jóvenes voluntarios trata de ayudar a supervivientes del seísmo del pasado 8 de septiembre en el país norteafricano, donde la salud mental está rodeada de estigma y recibe pocos recursos
Abdelaziz Indjarene tiene las manos ágiles, firmes y armoniosas. Con estas explora roca por roca entre las grietas que dejan los escombros, buscando pertenencias de su madre o su abuela, fallecidas en el terremoto que azotó Marruecos el pasado 8 de septiembre. Al recibir condolencias, levanta las manos a la altura del pecho, dibujando un corazón, y aleja los trazos de sus dedos en un gesto de dolor. “Mon coeur est cassé”, dice. Mi corazón está roto. Imi N’Tala, en las montañas del Atlas, al suroeste de Marrakech, fue una vez un destino turístico y un paraíso geológico por sus formaciones rocosas y arquitectura. Todos aquí, incluido Indjarene, han perdido algo o a alguien en el seísmo. Casi ninguno recibirá terapia psicológica.
Ese viernes 8 de septiembre, en Casablanca, a 300 kilómetros del epicentro del terremoto, Hajar Eddhibi, de 24 años, se relajaba frente a la televisión, exhausta tras acabar sus exámenes de último año de Psicología. A las 11 y 11 de la noche empezó a sentirse mareada y escuchó el reloj del salón hacer un clack clack fuera de lo normal, acompañado de saltos descoordinados contra la pared. Eddhibi recuerda que pasó las siguientes horas pegada a la pantalla, siguiendo las noticias hasta la madrugada. “Estaba aterrada, sabía que iba a ser algo muy grave”, dice. El terremoto dejó cerca de 3.000 muertos y devastó la región del Alto Atlas, dañando unas 60.000 viviendas. Al día siguiente, Eddhibi se unió a un colectivo recién creado de voluntarios, profesionales y estudiantes de Psicología de varias ciudades de Marruecos. El objetivo: atender a los supervivientes dándoles asesoramiento psicológico. La línea móvil de este grupo autogestionado, llamado Psychologues Maghreb, activada a los dos días del terremoto, ha recibido hasta el día de hoy más de 1.200 llamadas. La atienden entre 33 psicólogos y tres consultores jurídicos.
Los voluntarios también han visitado las zonas afectadas en cuatro ocasiones, en pequeños grupos con los que han atendido a cerca de 400 personas. Bajo las tiendas velozmente asentadas sobre las calles arenosas de Talat N Yacoub (una pequeña ciudad de cerca de 8.000 habitantes a 25 kilómetros del epicentro del terremoto y 98 al sur de Marrakech), Souhail Abounnaim, líder de la iniciativa, de 29 años, y sus colegas pasan largas jornadas atendiendo a vecinos. Les sorprende la acogida que les dan los supervivientes del desastre. “El cambio de la mentalidad [desde el terremoto] respecto a la salud mental es increíble. Algunas personas no sabían qué era un psicólogo y otras asociaban esto con la locura”, asegura Abounnaim. Es como si el sismo le hubiera dado la razón definitiva a la gente para hablar de su salud mental, enfatiza Eddhibi. ”Estoy en algunos lugares durante cinco horas y siguen llegando pacientes”, subraya. Cuando se marcha, les dice que no se frustren. Que volverá.
En la atención a la salud mental de Marruecos no hay solo un problema de estigma, sino de escasez. Este país, con una población de 37 millones, contaba en 2022 con 214 psicólogos y 343 psiquiatras, de los cuales 16 eran psiquiatras infantiles, según el medio de comunicación Maroc Hebdo.
Los voluntarios de Psychologues Maghreb dicen que un problema habitual entre los supervivientes a los que prestan “primeros auxilios psicológicos” es que reviven constantemente aquella noche de septiembre. “Es como si se repitiera en sus cabezas, creen que el terremoto pasa, una y otra y otra vez”, dice Abounnaim. La también voluntaria Eddhibi cuenta que muchos sufren ataques de pánico. “Les explico qué es, cómo reacciona el cuerpo. Y hacemos algo de relajación y ejercicios que puedan repetir cuando sientan la necesidad”, explica Eddhibi, que cambia de idioma como de gesto: de francés a inglés (idiomas en los que estudió), pasando por árabe y bereber (en los que trabaja) y dariya, el dialecto marroquí, en el que vive. Con los más jóvenes la terapia es especialmente complicada, puesto que a los niños hay que tratarlos de forma didáctica, señala, y los adolescentes tienden a aislarse. Según Unicef, más de 100.000 menores se han visto afectados por el sismo.
La religión a veces ayuda a los supervivientes, subraya Eddhibi. “Es su mecanismo de defensa, les ayuda a seguir adelante y a aceptar la realidad, a procesar sus emociones”.
En los meses que se aproximan, los voluntarios pretenden hacer seguimiento en los lugares que ya han visitado, ver si la ansiedad y el miedo disminuyen en sus pacientes con el tiempo. Fue el caso de un hombre de 40 años que había perdido a varios miembros de su familia cercana, recuerda Abounnaim. Se atrevió a entrar en las carpas de Psychologues Maghreb y, al empezar a contar cómo se sentía, se vino abajo. “Lloró tanto, tanto. Me dijo que era la primera vez que lloraba desde el terremoto”. Agendaron una cita telefónica y, al terminar la sesión, le dijo al psicólogo: “No te necesito más, me siento muy bien, muchas gracias. Creo que le puedes traer esta ayuda a otros”.
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