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Santuario de Elefantes de Reteti, un oasis inesperado para los animales del norte de Kenia

Esta reserva gestionada por la comunidad samburu rescata a animales amenazados por la sequía persistente

Santuario de Elefantes de Reteti
Naomi Leshongoro, trabajadora del Santuario de Elefantes de Reteti, alimenta a una cría de elefante el pasado 14 de abril.Jordi Rovira
Jordi Rovira Padrol
Reteti (Reserva Natural de Namunyak, Kenia) -

El conductor del vehículo turístico excede de largo el límite de velocidad de la carretera y no levanta el pie del acelerador, ni siquiera cuando pasa por uno de los múltiples controles de policía. “No hay problema, saben que conviene ir rápido para evitar atracos”, se justifica. Quienes tienen años de experiencia al volante se ponen en alerta cuando llegan al norte de Kenia. Pero la carretera era mucho más peligrosa hace unos años, dice el hombre, cuando era una pista polvorienta y llena de baches, y los coches se veían obligados a ir despacio.

El paisaje de las últimas dos horas de camino antes de llegar a Reteti, en la Reserva Natural de Namunyak, impresiona. El corredor montañoso de las Matthews se levanta majestuoso sobre las llanuras del Condado de Isiolo. La modernidad que transmite la nueva carretera choca con la presencia de guerreros de la etnia samburu ataviados con sus abalorios tradicionales, y armados con kaláshnikov para proteger a sus rebaños de camellos. Son un pueblo que se dedica a la ganadería y que no ha renunciado a sus tradiciones.

Son los mismos samburu los que gestionan el Santuario de Elefantes de Reteti, un oasis inesperado para animales en situación de riesgo a medio camino entre Nairobi y la frontera etíope de Moyale. El peligro al que se enfrentan esos animales desde hace años, en todo caso, no se puede combatir con AK-47: se trata de la sequía persistente que castiga la zona. Se acumulan las malas temporadas de lluvias en Kenia y la situación es todavía peor en el norte del país, donde el ganado muere por falta de agua y los pastores se desesperan ante la perspectiva de perderlo todo. En cambio, en Reteti, crías de elefantes, jirafas reticuladas, babuinos, oryx, kudus y gerenuks (distintos tipos de antílopes), en muchos casos huérfanas o abandonadas por sus manadas, se benefician desde 2016 de una estructura que los samburu cuidan con el mismo celo que a sus rebaños.

Rusia Lenamatyio, uno de los cuidadores del centro, nació muy cerca del santuario. También samburu, el oficio le viene de familia. Su padre es guardabosques en la Reserva Nacional de Buffalo Springs, a pocos kilómetros, pero, antes de ser ranger, trabajó en la granja de un ruso que se estableció cerca de su casa. “Tiene mala memoria, no recordaba su nombre, pero el tipo le impactó mucho y decidió bautizarme con el nombre Rusia”. En el centro trabajan 104 miembros de los samburu. Solo el veterinario residente pertenece a otra etnia. Es el único que nació a más de 10 kilómetros de allí.

Lenkilai Lemojog le da leche a una cría de jirafa, en abril.
Lenkilai Lemojog le da leche a una cría de jirafa, en abril. Jordi Rovira

Entre todos mantienen una maquinaria que ha logrado éxitos impensables cuando arrancó. Reteti ha reintroducido en la naturaleza a 10 elefantes, y este año esperan su turno 13 ejemplares más. Los elefantes consumen unos 700 litros de leche diarios, que se compran a más de 800 pastores locales diferentes. Solo en leche, el centro gasta unos 30.000 euros al año. Lenamatyio prosigue sus explicaciones mientras enseña las instalaciones. “Alimentamos a los elefantes con leche de cabra porque estos animales tienen una alimentación muy parecida a la de los elefantes”, asegura. En cambio, añade, las jirafas la reciben de los camellos, por el mismo motivo.

Los elefantes consumen unos 700 litros de leche diarios, que se compran a más de 800 pastores locales diferentes. Solo en leche el centro gasta unos 30.000 euros al año

Hay 46 elefantes tutelados, ninguno de ellos adulto. Los animales viven en libertad, pero acuden al centro por voluntad propia cada tres horas para recibir su botellín de leche y pasan la noche en establos, donde duermen a salvo de los ataques de depredadores. El veterinario realiza análisis y asigna a cada animal un determinado biberón, a cuya leche se le añade la cantidad exacta de nutrientes que este necesita. Cada botellín lleva el nombre de un animal. “Pasamos tanto tiempo en compañía de los elefantes que sabemos diferenciarlos y les ponemos nombres”, dice Lenamatyio con una gran sonrisa.

De vez en cuando, en su trabajo de conservación, los samburu utilizan métodos poco ortodoxos y muy imaginativos. Cuenta Peter Lenasalia, el gerente del proyecto, que para simular situaciones de peligro real y preparar a los elefantes para el día de su reintroducción en la naturaleza, el personal de la reserva se disfraza con máscaras de león. “Nos dedicamos a asustarlos mientras otros ponen rugidos por megafonía”, narra. De esta manera, explica con seriedad, los elefantes sabrán que no deben acercarse a los felinos, a los que tienen que temer. Lenasalia, que tiene una carrera universitaria en Ciencias Medioambientales y está estudiando un posgrado en gestión turística, habla con sus compañeros en lengua samburu. Cuando se dirige a alguien ajeno al centro, lo hace en un inglés académico.

El mural 'Elephant’s Rock', del artista francés Youri Cansell, en las inmediaciones del santuario de animales.
El mural 'Elephant’s Rock', del artista francés Youri Cansell, en las inmediaciones del santuario de animales.Jordi Rovira

El mantenimiento de los paquidermos forma parte de un engranaje que enriquece en paralelo a la economía local. El centro no recibe fondos ni subvenciones del Gobierno. Se financia con donaciones privadas. La Fundación Sarara, uno de sus principales benefactores, impulsa proyectos de apoyo educativo y sanitario a la comunidad samburu, y cuenta con varios alojamientos sostenibles en la zona.

De izquierda a derecha, los cuidadores Longan Lenantoyie, Safaricom Lenarum y Lonyiekie Lekurayo, el pasado abril.
De izquierda a derecha, los cuidadores Longan Lenantoyie, Safaricom Lenarum y Lonyiekie Lekurayo, el pasado abril.Jordi Rovira

Otra fuente de financiación son las visitas regulares de turistas, durante las cuales los cuidadores del centro explican detalladamente la labor que se realiza en el santuario. El inicio del tour coincide con la hora de alimentación de los animales. Es entonces cuando se pueden apreciar los lazos creados entre la fauna y los cuidadores. “Los visitantes pueden mirar, pero no tocar”, dice Rusia Lenamatyio. El objetivo principal, explica, es la reintroducción de los elefantes en la naturaleza. “Por eso evitamos la interacción entre los animales y los humanos ajenos al centro”, subraya.

La visita suele terminar en Elephant’s Rock. Esta roca del tamaño de un edificio de dos plantas, que antaño servía de escondrijo a cazadores furtivos, es hoy el lienzo de una de las obras de arte más emblemáticas del francés Youri Cansell, conocido en redes sociales como Mantra. Este cotizado artista callejero, famoso por sus grandes murales con motivos naturales que decoran paredes en muchas de las grandes capitales europeas, colaboró con la causa realizando una ilustración de un elefante que impresiona por su realismo. La roca se ha convertido en un centro de reunión para la comunidad local. También en una sala de convenciones informal en la que los cuidadores del centro imparten charlas de concienciación a las nuevas generaciones samburu. Allí les explican que la conservación del entorno natural puede ser una salida profesional para ellos, una fuente de ingresos alternativa por la que vale la pena apostar.

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