Las mujeres afro en la política brasileña: un acto de valentía
El asesinato de la concejala Marielle Franco en 2018 marcó un punto de inflexión para muchas que no habían pensado en aspirar a posiciones de gobierno, pero decidieron vencer al miedo infundido por las amenazas y la persecusión, y dieron un paso adelante. Ellas mismas cuentan por qué
El 14 de marzo de 2018, en Río de Janeiro, dos personas, un hombre y una mujer, son asesinados a balazos mientras van en coche. Ella recibe cuatro tiros. Él, al menos tres. Eran Marielle Franco, ex concejala por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), y Anderson Pedro Mathias Gomes, su conductor. Esa fecha se ha convertido en todo un símbolo del la violencia política en Brasil. Más aún: del feminicidio contra las mujeres negras faveladas. Pero también se ha convertido en un símbolo de lucha.
Esta es la razón que mueve cada vez a más mujeres negras, en su mayoría venidas de favelas o situaciones de pobreza, a dedicarse a la política a pesar del riesgo que entraña para ellas. Ponerse en el foco da miedo, sobre todo para este grupo demográfico o para los integrantes del colectivo LGTBIQ (no hay que olvidar que Brasil está considerado como el país más peligroso del mundo para las personas transgénero). Pero si lo hacen es porque les merece la pena correr el riesgo, porque de otra manera, ¿quién va a hablar por ellas?
La mayor representatividad política de la historia de las mujeres negras: un 6%
Aquí un repaso por el panorama político hoy en Brasil. La primera vuelta de las elecciones ya ha dejado un tablero preparado para la siguiente legislatura. Salga quien salga elegido este domingo, los diputados del Congreso y los representantes de los Estados ya están dispuestos con una mayoría conservadora (que no bolsonarista). Por otra parte, las mujeres negras han conseguido la mayor representatividad política de su historia. ¿Y cuál es esa abrumadora cifra histórica? Un 6%.
De 513 representantes, apenas habrá 29 mujeres negras en un país en el que la población afrodescendiente representa, según señala el Equipo del Decenio para los Afrodescendientes en España en su vídeo Voces de Mujeres en el Decenio Afrodescendiente, alrededor de un 50% de la población. Además, de este 50%, un 28% son mujeres, lo que convierte a este grupo demográfico en el más grande del país.
Esto significa que los órganos encargados de representar a los ciudadanos se dejan en la sombra las realidades de muchos de ellos. No es que no se vean representados las mujeres y los hombres negros, es que no se ve representado Brasil, pues la mayoría de los cargos sigue copándolos un mismo perfil: los hombres blancos.
La representación de las mujeres afro es, efectivamente, muy baja, pero hace unos años lo era aún más. En la legislatura que acaba, sin ir más lejos, eran apenas un 2%. ¿Qué es lo que ha cambiado para que cada vez más mujeres decidan militar en la política? ¿Por qué podría cambiar la situación de este grupo demográfico con una victoria de Da Silva si después de gobernar durante casi una década, la representación negra femenina experimenta hoy su máximo histórico?
¿Existe el racismo en Brasil?
Para responder a esta pregunta, la diputada de la Assembléia Legislativa do Estado do Rio de Janeiro (ALERJ), Mónica Francisco, recurre a la historia. Brasil fue el último país occidental en abolir la esclavitud. No lo hizo hasta 1888 y, además, se constituyó como el país que más esclavizados africanos había importado: siete veces más que Estados Unidos. El mestizaje que se da en Brasil, donde la mayoría de colonos portugueses eran hombres blancos, es fruto de aquella oscura época.
Este mestizaje es, de hecho, el principal obstáculo para que los ciudadanos entiendan que Brasil es un país racista, según expone el sociólogo Edwar Telles en su crónica Discriminación racial y mestizaje. “El mestizaje y los matrimonios mixtos sugieren la existencia en el Brasil de unas relaciones fluidas entre las razas. Por esos motivos, los brasileños consideraban a su país como una ‘democracia racial”, explica. Mónica Francisco lo corrobora: “Brasil es un país único, singular, complejo… Porque su mestizaje creó una mentalidad de que somos todos iguales y no lo somos”.
De esta forma, los brasileños han tenido durante toda su historia la ilusión de que en su país no existía el racismo, una idea que ha calado hasta la actualidad. Para ellos, el racismo solo se manifiesta en actuaciones muy concretas: como la agresión física o los insultos. No tienen en cuenta, por ejemplo, el vacío existente de las personas negras en los puestos de poder ni el hecho de que la mayoría de ellas viva en las favelas. Todo ello a pesar de representar a la mitad de la población.
“Son 134 años desde la abolición de la esclavitud en Brasil contra 354 años de lo contrario”, apunta Francisco, que también es pastora evangélica. Por todo ello, el Estado nunca se ha cuestionado realmente la baja representatividad de las personas afro en la política: porque no lo veían como un problema o como una actitud racista.
Lívia Ferreira, presidenta de Uniao Nacional LGBT Bahía, asociación que lucha por los derechos de este colectivo, coincide: “En este lugar no se discute nada sobre prejuicios y racismo. No se discute que es estructural, ni la cuestión del racismo ambiental, ni los prejuicios que actúan contra los cuerpos de estas personas... Así, las políticas públicas no llegan a estos espacios muchas veces”. Ferreira, que acude a la videollamada con la bandera del partido de Lula da Silva, el Partido de los Trabajadores (PT), a sus espaldas y con una camiseta con la bandera LGBTIQ, indica también que donde ella vive, el archipiélago de Bahía, “hay dinero para hacer esas políticas, pero los políticos actuales no buscan emplear el dinero para estas cuestiones”.
El legado de Marielle Franco, la cicerone de las mujeres brasileñas
En los últimos años, cada vez más mujeres negras se han sumergido en el mundo de la política, a pesar del paralelo aumento de la violencia de este. Para Renata Souza, activista de derechos humanos y también diputada en la ALERJ, el punto de inflexión fue el año 2015, cuando el ultraconservador y entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, presentó un proyecto de ley que pretendía endurecer la ya de por sí restrictiva ley del aborto de Brasil.
En la actualidad, la interrupción voluntaria del embarazo es totalmente ilegal según el Código Penal brasileño, a excepción de tres casos: que el embarazo ponga en riesgo la vida de la gestante, que sea fruto de una violación o en el supuesto de que el feto sea portador de anencefalia. Y Cunha quería endurecer aún más estas condiciones. “Había hombres blancos fundamentalistas religiosos haciendo política para criminalizar a las mujeres”, indica Souza, que también fue jefa de gabinete y amiga de Marielle Franco. Aquel momento sentó un precedente.
“Hubo una conexión de todas las mujeres en Brasil y se habló de que era necesario que mujeres comprometidas con los derechos humanos pudieran llegar al frente”, indica la diputada. Era también la época de Franco, que fue elegida como concejala de Río de Janeiro con más de 46.000 votos en 2016. “Era un proceso que Marielle protagonizaba y con su asesinato, las mujeres implicadas en este movimiento hablaron que otras deberían venir”, añade Souza.
El asesinato de Marielle Franco supuso un durísimo golpe de realidad para estas mujeres. Era, como indica Souza en varias ocasiones, “su cicerone”. Pero su muerte sirvió para que otras mujeres se unieran a la causa, indignadas ante el homicidio. Por ejemplo, Francisco se decidió, tras el asesinato de su querida compañera, a presentarse como asambleísta: “No me veía para estar en su lugar, pero después que la asesinaron, vi la importancia de estar en estos espacios”.
“Todos aquellos que tenemos un compromiso con la humanidad seguimos, con toda la certeza, el legado de Marielle”, dice Souza sobre su amiga, a la que conoció en la favela de Maré, donde las dos se criaron.
Violencia política en Brasil: disparos y amenazas
El “feminicidio político de Franco”, como Renata Souza reivindica que hay que llamar al crimen de la concejala, solo es la punta del iceberg de un sistema donde el miedo a sufrir este tipo de agresiones no es novedad. De hecho, según el informe Violência e Democracia: Panorama Brasileiro Pré-Eleições de 2022, en Brasil siete de cada 10 personas tiene miedo a sufrir violencia política.
Los ejemplos más cercanos están a la orden del día. Este septiembre, sin ir más lejos, hubo una discusión política entre dos compañeros de trabajo: uno, seguidor de Lula da Silva y otro, deJair Bolsonaro. El conflicto desencadenó el asesinato del primero por parte del segundo. Mientras, la candidata a la reelección en el Estado de Minas Gerais, Andreia de Jesús, recibió una escalofriante amenaza durante la campaña electoral: “Tus días están contados y tu fin es cuestión de tiempo. Muy poco tiempo. Marielle te espera”. Aunque el caso más emblemático ha sido el del asesinato de Marcelo Arruda, tesorero del PT.
Brasil registró más de 200 episodios de violencia política en el tercer trimestre de 2022
Ya hace unos años, la política transgénero Carol Lara, sufrió una tentativa de homicidio cuando un coche disparó contra su casa la madrugada del 26 de enero de 2020. Un día después, a su compañera Samara Sosthenes también la dispararon. Esta vez desde una moto.
Según publicó el Observatorio de Violencia Política y Electoral, Brasil registró más de 200 episodios de violencia política en el tercer trimestre de 2022, mucho más que en el mismo periodo de 2021. Entre julio y septiembre fueron víctimas de violencia política y electoral 42 concejales, 20 alcaldes y dos vicealcaldes. Las razones de este aumento son una amalgama de circunstancias que se articulan en torno a los discursos de odio, las fake news (noticias falsas) y el miedo a políticas identitarias que representan una amenaza para el status quo de la sociedad brasileña.
La violencia es tal que, ante el riesgo de violencia política durante la campaña electoral, el juez de la Corte Suprema de Brasil, Edson Fachin, decidió restringir de forma cautelar el acceso a armas y municiones.
“Ya no puedo ir sola por la calle”
“Las personas que defienden los derechos humanos están siempre sufriendo amenazas. ‘O se callan o les van a callar’, les dicen”, señala Livia Ferreira. Por su parte, Francisco indica que ha tenido que enfrentarse a algunas situaciones desagradables. “Me ocurrieron algunos sucesos en la calle, pero soy una mujer del pueblo que está siempre por ahí haciendo campañas… Y he tomado algunos cuidados de seguridad, aunque quizás debería tener personas para protegerme”, afirma.
Renata Souza también ha enfrentado sus propias batallas a este respecto. “El gobernador del Estado de Río de Janeiro intentó quitarme mi mandato de parlamentaria porque yo denuncié el genocidio de la juventud negra”, indica la asambleísta. “Pero no lo consiguió”, dice orgullosa.
La política ha tenido que cambiar su vida desde que se ha convertido en una figura reconocida, concretamente desde el asesinato de su amiga y compañera Marielle Franco. “Yo perdí mi libertad para hacer política en Brasil después del asesinato de Marielle”, afirma rotundamente esta política que se ha visto obligada a abandonar su hogar en Maré. “Ya no puedo ir sola por la calle, ni a una confitería, ni a una panadería… Tengo que estar en un coche blindado y con agentes de seguridad para protegerme”, añade.
Nunca parar, nunca desistir
Ninguna de ellas, ni Souza, ni Francisco, ni Ferreira, se plantean siquiera dejar esta contienda. No dudan en la respuesta: no piensan abandonar. Hay quien diría al escucharlas que ni siquiera tienen miedo. “Pienso en lo que yo y todo mi equipo podemos dar a la sociedad”. Así justifica Souza su guerra: precisamente a través de la lucha por los demás.
Ferreira, por su lado, se emociona un par de veces durante la entrevista. En una ocasión, pone música y coge un micrófono para cantar: esta es su respuesta ante el miedo. “Nunca parar, nunca desistir y aunque no esté presente, lo estaré en forma espiritual’', asegura. “Mantendré el legado que otras personas me han ayudado a construir”.
Monica Francisco también lo tiene claro: “Soy una persona con una vocación para la lucha que es casi inexplicable. Lo que sé es que tengo una gran necesidad de construir una sociedad que comprenda a las personas negras, LGTBs… Que estas personas puedan existir plenamente”. “Estar ahí cambia la vida de las personas”, concluye.
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