Así extrae China ilegalmente madera y minerales en el norte del Congo
Distintas autoridades y mandos militares facilitan el comercio ilícito de árboles amenazados y diamantes destinados al mercado mundial, mediante permisos y cuotas de exportación irregulares
- Una investigación de Planeta Futuro/EL PAÍS halla pruebas de la extracción ilegal de especies de árboles amenazadas, minerales preciosos y metales estratégicos destinados al mercado mundial.
- La investigación revela que varias empresas de propiedad china utilizan permisos irregulares para talar y exportar afrormosia, una especie amenazada que la demanda internacional llevó a la extinción en países de África Occidental, y pone de relieve irregularidades en el cálculo de la cuota de exportación. La UE valora medidas más estrictas para las importaciones de la RDC.
- Las concesiones protegidas por militares congoleños llevan más de un año extrayendo ilegalmente oro, diamantes y metales raros. Además, emplean mercurio en aguas que las comunidades usan para pescar, bañarse y beber.
En Yaliwasa, al norte de la República Democrática del Congo (RDC), maderas preciosas de 200 años yacen pudriéndose en el corazón de la segunda selva más extensa del mundo. Fueron taladas a toda prisa para ser exportadas a centros de transformación en China y luego redistribuirlas a mercados de lujo en Asia y otros continentes. Y, sin embargo, la madera se está desintegrando, convirtiéndose en un serrín rodeado de setas naranjas.
Algunos de los troncos no están marcados, pero todos pertenecen a Fodeco, una empresa de propiedad china sin experiencia en la tala industrial, que en 2015 obtuvo una concesión del tamaño de 3,5 veces la ciudad de Nueva York. La entidad entró en conflicto con las comunidades locales por las compensaciones económicas y, desde entonces, estas boicotean la extracción de sus recursos.
“Otras concesiones [de propiedad china] pagan a policías o militares para proteger sus intereses, pero nosotros no nos lo podemos permitir porque nuestra madera no está llegando al mercado”, dice el gerente de la concesión, Liga Guo. Las “otras concesiones” a las que se refiere son las de ex empleadora, Maniema Union, que las obtuvo de manera ilegal a través de un general congoleño sancionado por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos por violaciones de derechos humanos.
“Lo único que quiero es sacar los troncos [de Fodeco del bosque], embarcarlos y largarme de aquí. Pero es imposible trabajar así. Salí de China para ganarme la vida, pero este trabajo me va a matar”, se queja Guo, mientras traslada docenas de cajitas de medicinas antiparasitarias al contenedor prefabricado en el que reside.
Lo que posee Fodeco es uno de los 18 contratos que diversos ministros otorgaron consecutivamente, violando la moratoria sobre nuevas concesiones madereras industriales, en vigor desde hace dos décadas. Se trata de “una venta pura y simple de concesiones forestales”, según consta en un informe de inspectores de finanzas congoleños. Este documento solo se publicó en abril tras meses de presión por parte de ONG y medios internacionales.
Río abajo, una filial de la compañía Booming Group International, registrada en Hong Kong, también está talando árboles amenazados contra la ley congoleña, mientras que Xiang Jiang Mining está extrayendo minerales preciosos y estratégicos de forma ilegal desde hace más de un año. Una investigación de Planeta Futuro/EL PAÍS ha obtenido pruebas de cómo distintas empresas de propiedad china están extrayendo ilegalmente recursos naturales en los bosques tropicales del norte de la RDC: trabajan con permisos de tala a la carta; extraen y exportan minerales especies en peligro de extinción en contra de la legalidad congoleña, e infringen derechos laborales y humanos. Y lo hacen con la connivencia de individuos en el poder: autoridades que han comerciado con los bosques congoleños a expensas de las comunidades, la biodiversidad y los ecosistemas vitales para el clima mundial.
Permisos de tala a la carta
La UE, el Reino Unido, Noruega y otros nueve donantes están pendientes de la RDC. Sobre todo, después de haber prometido desembolsar 475 millones de euros para la conservación de la selva del Congo durante la última cumbre del clima de la ONU. La primera condición del acuerdo era que el Gobierno congoleño publicase los resultados de la auditoría de las concesiones madereras, que su Inspección de Finanzas había finalizado en mayo de 2020.
El documento vio finalmente la luz en abril de 2021 y la ministra de Medio Ambiente se comprometió a suspender a las empresas que acusaba de infracciones e impagos hasta nuevo aviso. La orden de suspensión se publicó, pero Fodeco no estaba en la lista.
En enero de 2020, unos informes internos elaborados por la Coordinación Provincial de Medio Ambiente a los que ha accedido este medio ya alertaban de las infracciones de Fodeco: han presentado declaraciones trimestrales de tala falsas, han destruido plantones con maquinaria pesada y también carecen de un plan de gestión obligatorio. Esta investigación también obtuvo una declaración de diciembre de 2020 en la que la empresa admite apaños con las autoridades para rebajar el pago de ciertos impuestos, incluyendo el impago total de los aranceles sobre la renta y la contaminación.
Fodeco también solicitó un permiso de tala anual con un inventario de árboles imaginarios, que, sin embargo, fue aprobado por el ministro de Medio Ambiente de la época, Amy Ambatobe Nyongolo.
“En la RDC se puede comprar cualquier documento, cualquier prueba de legalidad; las administraciones son máquinas de legalizar”, explica un consultor internacional radicado en el país. El experto habla en condición de anonimato porque está apoyando a las autoridades congoleñas en materia de gobernanza forestal.
Distintos documentos consultados por esta investigación muestran que Fodeco obtuvo permisos de tala, que la autorizaban a extraer 2.885 pies de afrormosia (Pericopsis elata) entre 2018 y 2019. El norte de la RDC tiene las mayores poblaciones del mundo de esta especie amenazada de madera noble, un árbol de hasta 45 metros, el equivalente a un edificio de 15 pisos de altura, que necesita entre 120 y 200 años para alcanzar el diámetro de tala.
La demanda internacional ya ha extinguido este árbol en varios países de África Occidental y Central, y sus exportaciones están ahora reguladas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) mediante un sistema de cuotas y certificados de exportación.
Fodeco fue autorizada a recolectar la llamada teca africana basándose en un inventario ficticio. Como la especie constaba sobre el papel, pero no en la zona asignada de bosque, la empresa fue a buscar la madera adonde quiera que se encontrara: más allá de los límites autorizados y sin tener en cuenta a las comunidades que dependen del bosque para sobrevivir.
Este medio comprobó que la empresa también había comprado afrormosia a leñadores congoleños sin permiso de tala artesanal, y que la Policía Judicial declaró la incautación de 500 piezas.
Samuel Ekomba (nombre ficticio) es uno de los leñadores informales que ha recolectado este preciado recurso para la compañía. Ekomba pagaba 18 euros por árbol a los propietarios ancestrales del bosque y vendía el producto aserrado a Fodeco un 30% por debajo del precio local de 235 euros por metro cúbico. En Europa, esta madera es apreciada por su color pardo-amarillento y su increíble resistencia, y se utiliza para fabricar accesorios y muebles de alta gama. Su precio está entre 1.100 y 2.000 euros el metro cúbico.
“Llevo una década ejerciendo sin permiso de tala artesanal”, señala Ekomba. “Esperaba que Fodeco me diera el dinero para ponerme en regla y poder trabajar para ellos legalmente, pero estoy como al principio”.
Parte de la madera que vendió a Fodeco sigue en el recinto de la empresa, ennegreciendo con el paso del tiempo en un contenedor de transporte que nunca llegó al mar.
Tierra rica, gente pobre
“Esta gente [de Fodeco] llegó aquí sin experiencia y sin traductor, así que apenas pueden comunicarse con nadie”, afirma un empleado congoleño con años de experiencia en el sector, que pide proteger su identidad por temor a las represalias. “Nos preguntamos cómo consiguieron el permiso para poner en marcha este negocio”, añade, señalando montones de troncos centenarios en descomposición.
Este hombre resultó herido de gravedad debido a un accidente laboral, pero nunca recibió ninguna compensación ni atención médica más allá de los primeros auxilios. La ley congoleña exige a las empresas que contraten a sus trabajadores pasados tres meses, pero tras tres años, este profesional y sus compañeros, que se separaron de sus familias en Kinshasa para unirse a Fodeco, siguen siendo jornaleros por menos de tres euros al día.
En la remota Yawinawina, exempleados locales de Fodeco se abren camino hacia un claro en la selva, mostrando las endebles chozas de ramas donde solían dormir durante las operaciones de tala. Sin embargo, el Código Forestal de la RDC ordena equipar dichos campamentos con viviendas adecuadas, agua potable e instalaciones sanitarias.
“Media taza de arroz al día, durmiendo en el suelo, sin mosquiteras, sin contrato, sin dispensario... ¿Somos bestias?”, lamenta Joseph Atuku, uno de los exempleados de Fodeco. “Teníamos muchas esperanzas de que sería bueno para nosotros, bueno para la comunidad.”
La empresa opera en el territorio de Basoko, una zona pantanosa con cinco concesiones de tala industrial, una de las mayores plantaciones de aceite de palma de la región y una empresa minera que funciona 24 horas al día, siete días a la semana.
Los recursos naturales atraen a inversores de China, Europa, Sudáfrica y Estados Unidos, e implican redes de inversión registradas en jurisdicciones secretas como Liechtenstein, Islas Caimán, Isla Mauricio, Delaware y Hong Kong. Pero esta afluencia no se refleja en el nivel de vida de las comunidades en la zona, donde uno de cada tres niños sufre desnutrición crónica, según la ONG Acción contra el Hambre.
En las orillas del río, niños de pelo anaranjado, síntoma de una deficiencia grave de proteínas, se bañan sin saberlo sobre campos de diamantes, a la sombra de árboles de maderas preciosas que valen miles de euros en mercados internacionales.
Jean Francis Ilinga Mokonzi es un líder tradicional con un tocado de leopardo, un collar de 40 colmillos donde cada pieza representa una aldea y una licenciatura en Derecho: “Nuestro bosque ancestral está siendo saqueado con la connivencia de nuestras propias autoridades. [El Gobierno] habla mucho del cambio climático, pero la administración forestal está corrompida hasta los huesos”.
Comercio internacional de especies amenazadas
Al otro lado del río, la empresa de capital chino Booming Green controla más de un millón de hectáreas de selva. El gigante maderero, que también trabaja en Liberia, obtuvo cinco concesiones en 2017, violando la moratoria sobre nuevas operaciones de tala industrial. Los inspectores congoleños también les acusan de deber casi dos millones y medio de euros al Tesoro Público, en concepto de tasas de adquisición e impuestos. Y, sin embargo, los números de sus concesiones tampoco figuran en la orden de suspensión emitida por el ministerio de Medio Ambiente.
Un permiso de tala de Booming Green muestra que, en enero de 2021, el ministro de Medio Ambiente saliente, Claude Nyamugabo, les autorizó a talar 91.455 metros cúbicos de afrormosia, casi el doble de la cuota de exportación (fijado en) la mencionada Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), aprobada para todo el país en 2020 y publicada en la web del Secretariado de la Convención. El volumen también representa el 93% de la cuota de exportación de CITES para 2021, una cifra que no se publicó hasta finales de año.
Buena parte de la producción se exporta el año siguiente a su tala. Ello significa que, ahora mismo, el grueso de las exportaciones de afrormosia congoleña están en manos de una empresa que está rompiendo una moratoria de dos décadas.
Ese permiso anual deja talar un millón de metros cúbicos en una temporada, aunque la RDC, oficialmente, nunca ha exportado más de 400.000. Además, cita una especie que no existe en la zona (moabi o Baionella taxisperma) y no hay correspondencia entre el número de árboles y los volúmenes de madera que permite extraer, incluso para la especie amenazada conocida como mukulungu (Autranella congolensis).
“Este tipo de permisos se vende a precio de oro”, dice el consultor internacional, que apoya la mejora de la gobernanza de bosques en RDC. “Los concesionarios podrían utilizarlos para blanquear la madera comprada en cualquier lugar del país, para hacer pasar una especie por otra y para exportar de manera fraudulenta árboles amenazados”.
Mientras tanto, los cargamentos de leña de Booming Green han continuado saliendo del puerto de Matadi hacia destinos como Jinjiang, en China, un centro mundial de procesamiento de este recurso.
Ni Booming Green ni Fodeco han respondido a peticiones de comentarios enviadas por correo electrónico.
“Motivos de preocupación” para países de la UE
La forma en que la RDC calcula sus cuotas de exportación de especies protegidas también genera dudas. La última cuota disponible para afrormosia, por ejemplo, se basa en un estudio financiado por la UE a través de la CITES y realizado por universidades congoleñas bajo la coordinación del Gobierno. El trabajo se publicó a principios de 2022, con casi un año de retraso y algunas sorpresas.
La primera pregunta a la que debía responder la investigación era qué volumen de afrormosia debía entrar en un aserradero del Congo para generar un metro cúbico de productos como tablones y chapas. Fijar esta cifra, conocida como tasa de conversión, es una cuestión altamente sensible porque cuánto mayor es, más árboles pueden talar las compañías.
Sin embargo, la tasa que el país acabó presentando este año no se basa en un estudio científico independiente, como se pretendía en un principio, sino en datos de dos años ofrecidos por un par de empresas madereras.
Un segundo objetivo era verificar la trazabilidad de la madera desde el bosque hasta la frontera. Sin embargo, según fuentes conocedoras consultadas para esta investigación, la autoridad de gestión de la CITES en la RDC obstruyó el acceso de los investigadores a los permisos de exportación en diversas ocasiones. Tampoco les facilitó el acceso al puerto marítimo de Matadi para revisar los datos aduaneros.
La autoridad de gestión de la CITES en Kinshasa no respondió a las solicitudes de comentarios enviadas por correo electrónico.
Este medio compartió estas irregularidades con la administración responsable de la CITES en Bélgica, el principal importador de afrormosia congoleña de la UE, y preguntó por su posicionamiento: ‘’El elevado índice de conversión y la auditoría del Ministerio de Finanzas de la RDC son, en efecto, motivos de preocupación’', respondieron desde el Servicio Público Federal encargado de Medio Ambiente.
“Sugeriremos [al Grupo de Revisión Científica de la UE] una consulta oficial con la RDC, solicitando más información sobre su sistema de gestión, la auditoría, el estudio y la tasa [de conversión]”, añadieron. “La auditoría plantea un debate más amplio sobre los problemas de gestión de la RDC y que tendrá que discutirse en la UE, y es posible que se adopten medidas más estrictas”.
Mercados globales expuestos a madera ilegal
Para reducir el riesgo de importar madera ilegal, los socios comerciales de la RDC pueden adoptar una doble medida: confirmar la autenticidad de los permisos de exportación CITES y comprobar la coherencia de los correspondientes permisos de tala.
Aun así, los mercados con normativas estrictas como la UE y Estados Unidos corren el riesgo de importar madera ilegal con papeles; o sea, que se ha obtenido infringiendo las leyes congoleñas o los principios de tala sostenible, pero tiene toda la documentación en regla según la RDC.
“Salvo que haya alguna alerta, tenemos que dar por buenos los documentos expedidos por el país de origen”, indica el experto Alfonso San Miguel, asesor de flora de la Autoridad CITES española. La última palabra la tiene el comité científico europeo, que busca proteger al mercado común de las importaciones dudosas.
Sin embargo, el riesgo se multiplica cuando Europa no compra la madera directamente, sino que importa productos acabados que proceden de Asia y se venden en todo el mundo. Por ejemplo, muebles. China y Vietnam han sido los principales importadores de afrormosia congoleña en los últimos cuatro años, según cifras declaradas por la RDC, mientras que Bélgica continúa siendo el principal puerto de entrada de esta madera en Europa, seguida por Portugal, Italia y España.
En la base de datos de comercio de la CITES, los volúmenes declarados por los países exportadores e importadores rara vez coinciden, lo que hace aún más complicado seguir la madera congoleña desde el bosque hasta el consumidor final. Pero bajo los árboles y dentro del río se esconden riquezas aún más difíciles de rastrear.
Minería ilegal de oro y diamantes
El mundo de las empresas chinas en el norte de la RDC es pequeño. El director de operaciones de Fodeco, por ejemplo, se unió a ellos procedente de Maniema Union para sustituir a un cargo que se había pasado a Xian Jiang Mining. Esta empresa minera, que empezó a operar en enero de 2021, y que controla 5.000 hectáreas repartidas entre dos concesiones en el territorio de Basoko y una tercera en Banalia.
Sin lanchas rápidas, llegar a las concesiones de Basoko desde la capital de la provincia supone navegar durante días por el río Congo en canoas fabricadas con troncos vaciados; remar a contracorriente; arreglar motocicletas todoterreno en senderos selváticos embarrados y llevarlas a hombros a través de pantanos tropicales, vadeando aguas que llegan hasta la cintura. El destino es una aldea ribereña donde se oye, día y noche, el zumbido de las dragas.
Esta investigación constató que Xian Jiang Mining lleva más de un año extrayendo ilegalmente oro, diamantes y metales raros del lecho del río con un documento que solo permite la prospección, prometiendo falsamente a las comunidades que les construirán escuelas y dispensarios cuando empiecen a vender la mercancía. Sus cinco dragas eran vigiladas por policías, pero la empresa acabó contratando a militares congoleños para ahuyentar a los lugareños que se oponen a la operación.
Las empresas con permisos de prospección únicamente están autorizadas a realizar estudios para identificar zonas ricas en minerales; todos lo que extraen pertenecen al Estado congoleño, de modo que no pueden venderse; y debe haber inspectores de la División Provincial de Minas en cada draga para verificar y recoger las muestras. En cambio, Xian Jiang Mining ha estado explotando y vendiendo las materias preciosas sin supervisión, mientras las administraciones hacían la vista gorda.
Este medio accedió a datos inéditos del Registro Minero que muestran que Xian Jian Mining puede buscar oro y diamantes, así como niobio, tantalio, óxido de estaño y wolframio, también conocido como tungsteno. Los metales raros se utilizan para producir acero de aleación de alta resistencia para oleoductos y gasoductos, detectores de humo, componentes de misiles y centrales nucleares, así como implantes quirúrgicos, entre otros.
Colusión con las autoridades
En 2020, el ministro provincial de Minas y el vicegobernador de la provincia deTshopo encabezaron misiones financiadas por Xian Jiang Mining para presionar a las autoridades locales y a las comunidades a apoyar la inversión china. Las concesiones mineras abarcan tramos del río Aruwimi y el bosque tropical circundante, incluyendo núcleos de población.
Pero, al recibir 1.600 euros y puestos de trabajo de la empresa, incluso los líderes juveniles que llevaban meses bloqueando la primera draga admitieron que habían acabado cediendo a finales de 2020. “Kinshasa estaba con ellos; la provincia estaba con ellos; incluso los militares estaban con ellos”, dijo el ex opositor Charles Kolo (nombre ficticio). “¿Qué podíamos hacer?”.
En 2021, hasta la Asamblea Provincial instó a los lugareños a “sensibilizar” a los últimos bastiones de resistencia para que los mineros pudieran empezar a trabajar en la segunda de sus dos concesiones en la zona, según un acta obtenida por este medio.
En sus visitas, el jefe de la División de Minas y los representantes del Gobierno provincial aseguraron a las comunidades que la empresa estaba en regla; insistieron en que los estudios de prospección no afectarían a la calidad del agua ni a los medios de subsistencia locales, y dijeron que se llegaría a algún tipo de acuerdo entre los inversores extranjeros y las personas que llevaban años extrayendo minerales de forma artesanal en la misma zona. La mayoría de gente les creyó.
“Recurrimos al río Aruwimi para todas nuestras necesidades, pero ahora está tan turbio que debemos ir al bosque para conseguir agua potable”, afirma el jefe del Sector Bangelema-Mongandjo, Jean Christophe Njanjale. Los pescadores también se vieron obligados a desplazarse río abajo. Las canoas se atascan en los bancos de arena creados por las dragas, las lanchas rápidas desgarran las redes y el ruido constante ahuyenta a los peces. En la orilla, bloques enteros de tierra firme se han desmoronado.
Cada una de las cinco dragas de la empresa extrae hasta 150 toneladas de arena del lecho del río cada 48 horas y utilizan mercurio de manera ilegal para separar el oro, arrojando por la borda los residuos con el metal neurotóxico. Río abajo, los pescadores siguen bebiendo de esa agua, los niños se bañan en ella y las mujeres la emplean para lavar los platos.
La empresa compra el mercurio a 4,75 euros por centímetro cúbico en el mismo mostrador al que vende el oro en Kisangani, un bullicioso centro de comercio de minerales frecuentado por negociantes chinos, rusos y belgas conectados con las altas esferas.
Como chófer y asistente del jefe de Xiang Jiang Mining en Kisangani, el congoleño Joseph Dako (nombre ficticio) tuvo un acceso privilegiado al modus operandi de la empresa. “Me tocaba ir a la ciudad en moto por un camino de tierra infernal, transportando paquetitos con diamantes, que se vendían en el extranjero”, dice. “Otros trasladaban oro un par de veces por semana en el barco que va a comprar combustible y comida. En un buen día, depositábamos 95.000 euros en el banco solo por las ventas de oro”.
Por su tamaño y su potencia, está claro que las dragas están destinadas a explotar minerales y no a obtener muestras, y que cuestan mucho más que el capital social de 9.500 euros que la empresa declara en sus estatutos de creación. Entonces, ¿por qué las autoridades provinciales permitieron y defendieron su despliegue?
Los inversores chinos controlan alrededor del 70% del sector minero de la RDC, según la Cámara de Minas congoleña. Este país cuenta con importantes yacimientos de oro y fue el tercer mayor productor de diamantes industriales en 2019, aportando alrededor del 21% de la producción mundial. También tiene una de las poblaciones más pobres del mundo y enfrenta dificultades en la gobernanza de sus recursos naturales.
Hablando cerca del lugar de montaje de las dragas en Kisangani, el entonces jefe de la División de Minería, Michel Liete, dijo que no había tenido la oportunidad de ver las máquinas ni de hablar con los representantes de la empresa sobre las alegaciones de explotación ilegal. Todo ello, a pesar de que responsables chinos vivían al otro lado de la carretera y de que él mismo había viajado hasta Basoko en 2020 para acabar con la oposición local a la primera draga.
“No necesitaba echar un vistazo a la draga [en Basoko]. Me fío de la palabra de la empresa”, afirma. “Y de todos modos, ¿por qué tanto interés en los chinos?”.
“Consecuencias muy graves”
Esta investigación tuvo acceso a correspondencia oficial de la viceprimera ministra de Medio Ambiente de la RDC, Eve Bazaïba, y de la ministra nacional de Minas, Antoinette N’Samba.
El 3 de septiembre de 2021, N’Samba ordenó la suspensión temporal de Xian Jiang Mining. Sin embargo, el 13 de diciembre, Bazaïba advertía que seguían “explotando ilegalmente las materias primas con consecuencias muy graves” y la instaba a tomar todas las medidas necesarias para revocar el permiso.
Los ministerios de Medio Ambiente y de Minas no han respondido a las peticiones de comentario enviadas por correo electrónico. Xian Jiang Mining tampoco ha contestado a peticiones mandadas por aplicaciones de mensajería.
Hoy en día, las dragas de Xian Jiang Mining continúan removiendo la tierra, Fodeco sigue intentando evacuar su madera y Booming Green continúa en poder de más de un millón de hectáreas de bosque tropical. Los barcos siguen emergiendo de las entrañas de la selva congoleña, transportando minerales y maderas preciosas desde África hacia el resto del mundo.
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