Aniversario del sida: 40 años y 40 millones de muertos
En junio de 1981 se realizó la primera descripción clínica de casos de lo que se denominaría luego Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Un repaso a la historia de una pandemia que fue devastadora y para la que aún no existe vacuna
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El 5 de junio de 2021 se cumplen 40 años de la primera descripción clínica de casos de lo que, posteriormente, se denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida). Los casos aparecieron publicados en el Boletín Epidemiológico Estadounidense Morbidity Mortality Weekly Report (MMWR) en 1981. Se trataba de cinco varones previamente sanos que presentaban infecciones oportunistas en el contexto de una gravísima inmunodepresión celular.
Tan solo dos años después, en 1983, los Laboratorios del Instituto Pasteur en París aislaban el agente infeccioso responsable de esta nueva enfermedad, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).
A lo largo de estas cuatro décadas se calcula que cerca de 40 millones de personas han fallecido de sida en todo el mundo. Además, conviven con el VIH unos 38 millones, todavía se infectan cerca de un millón de personas anualmente y fallecen unas 700.000 por año. En España el número de enfermos de VIH asciende a 150.000, y surgen en torno a 3.000 nuevas infecciones al año.
La pandemia devastadora
La primera década de la pandemia de VIH fue terrible desde todos los puntos de vista, con una morbimortalidad elevadísima. Tanto que a ese período se le conoce también como la “Edad Media” del VIH.
Había desconcierto general, y la desesperación en pacientes y personal sanitario era enorme. A ello contribuyó que, aunque el VIH había sido identificado en 1983, hasta 1986 en España no eran obligatorias las pruebas de despistaje del VIH en todo producto hemoderivado (transfusiones, etc.). Por otro lado, durante los primeros años no estaba claro si atribuir la causa del sida a un agente biológico o a un agente químico. Para colmo, todos los intentos por conseguir tratamientos frente al VIH tenían un éxito muy discreto y muy limitado en el tiempo.
Durante los primeros años no estaba claro si atribuir la causa del sida a un agente biológico o a un agente químico
En aquella primera década, la infección por VIH llegó a ser la primera causa de muerte en nuestro entorno en personas de entre 20 y 40 años. El cambio radical llegó en la segunda década, tras el Congreso Internacional de sida de 1996 en Vancouver (Canadá). Fue entonces cuando aparecieron estrategias antirretrovirales muy potentes, capaces de inhibir la replicación del VIH casi al 100%, que hicieron que la mortalidad disminuyera de forma importantísima.
Sin embargo, los efectos adversos de la medicación y las múltiples pastillas diarias que debían ingerir los pacientes eran un obstáculo muy grande para un tratamiento crónico.
Por otro lado, múltiples estrategias de tratamiento incluían terapias de tres moléculas que, si bien tenían una eficacia muy alta, se acompañaban de importantes efectos adversos como la lipodistrofia que limitaban la calidad de vida de los pacientes, incrementando el estigma de la enfermedad.
Una pastilla al día… o a la semana
En la tercera década de la pandemia aparecieron al fin opciones más potentes que las anteriores con un perfil de seguridad excelente (prácticamente sin efectos adversos), de múltiples familias de fármacos y reunidas en una sola pastilla al día.
Desde entonces, los avances han ido orientados a encontrar nuevas moléculas con un perfil de eficacia, tolerancia y conveniencia excelentes, que incluso permiten la administración parenteral (intramuscular o subcutánea). Esto abre la posibilidad a tratamientos antirretrovirales administrables cada varias semanas o meses.
Además se han establecido las bases para el control efectivo de la pandemia mediante medidas profilácticas. Eso incluye la detección y tratamiento precoz de los infectados (test and treat, “diagnosticar y tratar”). Pero también la profilaxis pre-exposición (PrEP), consistente en administrar moléculas antirretrovirales en personas con alta probabilidad de infectarse para, efectivamente, evitar dicha infección. Además, se insiste en investigar verdaderas vacunas profilácticas que puedan evitar la infección por el VIH.
Curación completa y vacunas
En el momento actual, la investigación sobre el VIH se enfrenta a dos grandes desafíos: alcanzar su curación mediante nuevas estrategias de tratamiento que permitan eliminar el virus en el paciente infectado y conseguir una vacuna preventiva frente al VIH.
El propio Hospital Clinic desarrolla en el momento actual un prototipo de vacuna preventiva basado en la envuelta trimérica de virus de infección aguda que, tras los resultados obtenidos en laboratorio y modelos animales, iniciará su desarrollo clínico a lo largo de este año.
Asimismo, existen actualmente al menos otros dos proyectos de vacunas preventivas en diferentes fases de investigación clínica: Scripps-IAVI (proyecto de vacuna que se encuentra en fase I) y Janssen (vacuna frente al VIH que se encuentra en fase III).
ONUSIDA se ha propuesto también que la sociedad en su conjunto elimine totalmente el estigma que ha conllevado la infección por VIH
En este contexto, es importante destacar la campaña de ONUSIDA para controlar la epidemia del VIH. Su objetivo no es otro que diagnosticar para el 2030 al menos al 95% de personas infectadas por VIH, que el 95% de ellas reciban terapia continuada, y que el 95% de las tratadas alcancen una carga viral plasmática del VIH indetectable. Es lo que se conoce como el Programa 95-95-95.
No queda ahí la cosa. La campaña se ha propuesto también que la sociedad en su conjunto elimine totalmente el estigma que ha conllevado la infección por VIH.
Solo el esfuerzo conjunto de las personas infectadas, las organizaciones comunitarias, los investigadores, el personal sanitario y las instituciones permitirá que en cuestión de pocos años podamos controlar de manera efectiva lo que ha sido y es la peor crisis social y sanitaria de la segunda mitad del siglo XX, la infección por el virus del sida.
Jose Mallolas Masferrer es jefe de la Unidad VIH-sida del Hospital Clínic-Barcelona, Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi Sunyer.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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