¿Y si tu hijo se convierte en asesino?
Si los adolescentes de Badajoz hubieran sido extranjeros, la ultraderecha habría azuzado el odio. Pero hay algo más importante que azuzar: el debate sobre la externalización

Ningún dolor puede medirse y ni siquiera limitarse, pero hay sucesos que reparten sobredosis en múltiples direcciones aciagas. Al dolor infinito al que se han visto condenados la familia y seres queridos de Belén Cortés, la educadora social de 35 años presuntamente asesinada por tres menores en Badajoz, se puede sumar el de unos padres cuyos hijos se han convertido en criminales. Pienso en la muerte de Badajoz y también en la de Samuel Luiz en A Coruña, donde unos chavales lincharon a su víctima porque sí, porque era gay. Pienso en los padres de la víctima y pienso en los padres de los agresores.
Philip Roth nos enseñó en Pastoral Americana cómo se trunca una familia cuando una hija rompe el esquema feliz que la cohesiona y se enrola, aún adolescente, en un grupo violento. La vida se descarrila para todos y esa destrucción quedó retratada en esa anatomía perfecta del dolor de unos padres.
Hoy, nos encontramos con una educadora social que afrontaba sola el cuidado de unos menores que ya habían dado grandes muestras de agresividad. Se habían escapado del piso tutelado, habían atracado y se habían pegado un pasote de drogas y desmadre. Varios trabajadores del centro se habían quejado de su peligrosidad. Y seguramente fallaron muchas cosas y una de ellas pudo ser que el juez, tras encontrarlos la Guardia Civil, los devolviera al centro al no haber fiscal de menores por ser fin de semana. Pero otra, acaso mucho más importante, es la ausencia de recursos que lastra la atención a seres que la necesitan.
El contrato de la empresa que gestiona esa vivienda preveía los turnos de una sola persona, cuando los expertos saben que eso es del todo insuficiente. Pero hay otra reflexión necesaria: la externalización de los servicios públicos, la privatización de facto de tantas facetas que corresponden al Estado, desde la limpieza de las ciudades a esta supervisión de los menores, puede conducir a criterios de rentabilidad que nada tienen que ver con el fin último de su trabajo. Y la precariedad ahí está servida.
Si los asesinos fueran menores extranjeros, la ultraderecha habría armado un escándalo y azuzado el odio a los extranjeros. Pero como no lo son, sino hijos de personas muy reconocidas en la sociedad extremeña, nadie alimenta nada que no sea la rabia estéril por el ocurrido. Pero aquí hay algo más importante que azuzar, hay un debate que abrir: el de la externalización de servicios tan sensibles que pueden causar toneladas de dolor. Al luto de los padres sumamos, así, el luto por lo público.
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