Alemania: horror, angustia, esperanza
Si fracasa la operación que busca exportar a Europa el iliberalismo trumpista y putinesco, la Política democrática con mayúsculas habrá triunfado

Nada es imposible en la incertidumbre. Tampoco un horror en las elecciones alemanas. Aunque las encuestas lo descarten: que la extrema derecha filonazi de Alternativa fuese decisiva. Y empujase a la Democracia Cristiana (CDU) de Friedrich Merz a retractarse del “cordón sanitario” antiultra. Algo con lo que coqueteó.
Si eso no sucede, lo demás abre espitas a la esperanza. Gracias a la derrota de la operación que busca exportar a Europa el iliberalismo trumpista y putinesco. Elon Musk deberá dedicar la motosierra a podar su jardín. La Política democrática con mayúsculas habrá triunfado. Pero se abrirán angustias sobre las políticas ―con minúsculas, pero decisivas― a desarrollar: la inmigración y el endeudamiento para superar la recesión.
Para ambas, el mejor escenario ―de acertar los pronósticos―, sería un Gobierno tripartito Jamaica entre democristianos, socialdemócratas y verdes ―o su versión menor, una sólida alianza parlamentaria―, capaz de encaramarse a la mayoría absoluta. A lo que se ha opuesto ceñudamente la CSU bávara, hermana menor de la CDU, pues sigue viendo a los ecolos como melenudos despeinados, con gafas de encegarse.
Solo estos compensarían, siquiera parcialmente, la querencia reaccionaria de Friedrich Merz por un cierre completo a la inmigración. Y el oportunista endurecimiento de los socialdemócratas dificultando las reagrupaciones familiares y pavimentando otras medidas antihumanitarias y antimerkelianas: por mero cálculo al compás de algunos crímenes a cargo de extranjeros, escandalosos, pero estadísticamente irrelevantes. El envite no es menor. Además de su inclinación humanitaria y su interés económico, la locomotora europea (Alemania, con Francia) se juega el ser o no ser de una sociedad abierta.
La otra gran cuestión estriba en cómo dinamizar la economía. Lo mejor del programa neoliberal de la CDU es su apuesta por la civilización digital, rescatando al país del lastre analógico. Para ello, y para restañar carreteras, vías fluviales, ferrocarriles y todas las viejunas infraestructuras, urge multiplicar la inversión. Privada. También pública.
Y para activar esta última, y facilitar un cambio de modelo económico (desde el derrumbe de la tripleta energía barata rusa/exportación a China/seguridad gratis de EE UU) es imprescindible eliminar el “freno a la deuda”. O sea, el tope del 0,35% que limita el aumento de la inversión/gasto público en la Constitución; o al menos, suavizarlo en la ley.
El Gobierno semáforo de Olaf Scholz fracasó en el intento, por culpa de los sedicentes liberales. Eso obstruyó inversiones por 60.000 millones y colapsó todo su programa. Los democristianos se oponen al archivo del tope austeritario, hijo bastardo del primer Gobierno Merkel. Pero socialdemócratas y verdes seguirán auspiciándolo… con el apoyo de una inmensa mayoría del empresariado. Sería una luz verde a un cierto endeudamiento. Indispensable.
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