El círculo virtuoso de la FP
La importante mejora en la tasa de abandono escolar demuestra la necesidad de apostar aún más por la formación profesional
La tasa de abandono escolar temprano en España está en su mínimo histórico, el 13% en 2024. El porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que dejó los estudios sin haber obtenido al menos un título de Bachillerato o de FP se ha reducido drásticamente un 40% en la última década. Hay motivos claros para el optimismo. Este descenso muestra que el esfuerzo del Gobierno por dignificar la Formación Profesional está dando sus frutos: con una inversión de más de 748 millones desde 2020, se han creado más de 331.000 nuevas plazas que están permitiendo el diseño de nuevos itinerarios académicos adaptados a las diferentes expectativas de los estudiantes, en muchas ocasiones, con un horizonte de acceso al mercado laboral más a corto plazo que la vía universitaria. La FP tiene una alta tasa de empleabilidad, que alcanza el 27,7% entre los menores de 25 años. En el curso 2022-2023 se superó por segunda vez el millón de alumnos, un crecimiento del 32% en un lustro.
Una de las ventajas de esa formación es que puede conducir a una inserción laboral temprana de mayor calidad. Según los últimos datos, la franja de edad en la que más creció el empleo juvenil en 2024 fue el colectivo de 16 a 19 años, donde el número de ocupados aumentó un 16,6%, frente al 7,4% de los que tenían entre 20 y 24. En cuanto a la cualificación de esos empleos, hay un dato alentador: el 51,7% de los nuevos trabajadores del sector industrial fueron jóvenes de 16 a 24 años. Además, el 93% de los contratos para menores de 20 años fueron fijos.
Pero detrás de la felicitación por esta senda virtuosa de menor abandono y más empleo joven todavía hay motivos para la preocupación. España sigue siendo el segundo país de la UE con más abandono escolar, solo por detrás de Rumanía (la media europea se sitúa en el 9,5%), y está lejos no solo de los países más desarrollados, sino de otros parecidos, como Portugal (8%). En algunas autonomías, como Baleares (20,1%), incorporaciones al mercado laboral casi inmediatas, como sucede con el sector servicios, siguen seduciendo a los menores con un perfil socioeconómico más inestable y menor capital cultural en sus hogares. Pese a que los datos de creación de empleo juvenil son positivos —los menores de 25 años ocuparon 104.400 nuevos puestos de trabajo en 2024, un crecimiento del 8,7% con respecto al año anterior—, el sector servicios fue el que más jóvenes contrató. En la hostelería, ligada mayoritariamente a baja cualificación, los jóvenes de 19 a 24 años ocuparon el 25% de los nuevos empleos que se crearon en 2024.
La fórmula está funcionando en un contexto de fuerte avance del PIB y mejora del mercado de trabajo: hay menos repetidores y más graduados con ESO, más plazas públicas de FP, y más programas de apoyo y refuerzo para estudiantes en desventaja, entre otras medidas. Pero no hay que perder vista a los estudiantes más vulnerables. El perfil de adolescente que abandona sin una titulación que le permita afrontar con garantías el mundo del trabajo se concentra en entornos cercanos a la exclusión social en los que es difícil actuar: los alumnos de hogares con bajos niveles de estudio cuadruplican la media de abandono en España. Además, el de los menores extranjeros casi triplica al de los españoles. Celebrar las cifras no puede distraer de la realidad de los muchos que aún abandonan y comprometen su futuro y el del país.
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