Móviles llenos de contactos con nombre de hospital
En esos negocios que se hacen llamar clínicas, algunos médicos se dedican profesionalmente al trampantojo de denominar salud a lo que solo es estética y medicina a lo que es alquimia
Vivo en un barrio acaudalado de Madrid en el que desde 2020, en los chaflanes de todas las manzanas, han ido brotando establecimientos pulcros y luminosos, cuyos recibidores de techos altos y mobiliario de diseño son la antesala hacia un mundo de mejoras estéticas. Estos negocios, que se hacen llamar clínicas, venden la falsa idea de que es posible desafiar a la muerte y en ellos algunos médicos se dedican profesionalmente al trampantojo de denominar salud a lo que solo es estética y medicina a lo que es alquimia. En uno de ellos, hace dos semanas una doctora exquisitamente educada me recibió en su consulta donde, mientras me tranquilizaba con su voz suave, me aplicó un haz láser sobre un bultito inocuo pero muy feo. Salí de allí más ligera (sin mi protuberancia y con tres billetes gordos menos en la cartera) y a la vez con un peso en el corazón. Sé de buena tinta que en la sanidad privada algunos galenos te tratan mejor o peor en función de si acudes a ellos mediante póliza barata o cara; y lo sé porque me pasó a mí con esta dermatóloga, que cuando me atendió en otro sanatorio comercial (¿cómo llamar a un lugar donde se comercia con la sanación de la gente?), mucho más asequible, fue una borde de tres pares, aun sabiendo de mi sufrir. Desesperada por las listas de espera de un año que a muchos ciudadanos nos separan de los que aún respetan el juramento hipocrático, había acudido allí para atajar a la mayor brevedad posible un problema mucho más serio que un grano. Uno de esos problemas para los que las sillas modelo Wassily de una elegante sala de espera no sirven de nada. Cuando semanas después me volvió a atender por casualidad no le dije que la había reconocido, pero me aseguré de no volver a olvidarme de su nombre. Esa clase de profesionales son los mercenarios de la falsa red sanitaria del neoliberalismo. Esa que pone precio a la empatía y que se teje en móviles llenos de contactos de empresarios con nombre de hospital.
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