ERC decide algo más que su liderazgo
Las primarias entre Junqueras y Rovira pueden caer presa de posiciones maximalistas que condicionen la vuelta a la institucionalidad
Esquerra Republicana de Catalunya se mantendrá en la interinidad una semana más después de que Oriol Junqueras ganase, aunque de manera insuficiente, la primera vuelta de las elecciones internas para ocupar la presidencia del partido que se celebró el 30 de noviembre. Quien ya fuera presidente de la formación durante 13 años —antes de apartarse la pasada primavera tras los malos resultados electorales— ganó holgadamente la primera votación, pero se quedó a apenas dos puntos de la mayoría absoluta, que le habría ahorrado una segunda el 14 de diciembre.
Esta parte final del congreso de los republicanos se ha convertido en un plebiscito sobre Junqueras, una de las figuras más destacadas del fallido proceso independentista catalán. Acostumbrados a más de una década de fuertes liderazgos y nulas turbulencias internas, las discrepancias han aflorado con gran intensidad en ERC entre el exvicepresidente de la Generalitat y quienes se presentan —apoyados por la hasta ahora secretaria general, Marta Rovira— como la renovación pese a haber ocupado, en muchos casos, cargos tanto en la formación como en el Govern.
El partido, en fase de interinidad desde que dimitió Junqueras, ha extendido esta situación al resto del escenario político, tanto en Cataluña como en el resto de España. Pese a sus resultados a la baja, ERC es clave para la estabilidad del Gobierno de España, para el Govern de Salvador Illa y para la gobernabilidad del Ayuntamiento de Barcelona. La presentación de presupuestos para 2025 en las tres administraciones ha quedado frenada, entre otros motivos, a la espera del desenlace del cónclave de Esquerra.
Hasta ahora, las diferencias programáticas entre las dos facciones que se enfrentarán en dos semanas, lideradas por Oriol Junqueras y Xavier Godàs respectivamente, han sido muy limitadas. Ahora el riesgo es que las exigencias de la tercera candidatura —Foc Nou, eliminada en primera votación, pero que logró el 12% de los apoyos—, pueda radicalizar el debate interno. Entre las poco realistas demandas de esta candidatura para apoyar a una de las dos que quedan en liza está la de volver a someter a votación el acuerdo que permitió la investidura de Illa en Cataluña o de exigir un referéndum de independencia para cualquier futuro acuerdo de investidura en el Congreso de los Diputados.
Esquerra Republicana está haciendo un imprescindible examen de sus aciertos y errores de gestión en los últimos años y ha dado carpetazo a la vía independentista unilateral, fracasada en 2017. El riesgo ahora es que las heridas abiertas entre partidarios y detractores de Junqueras deriven en una maximalista guerra de guerrillas más allá de la votación del día 14. De una gestión cabal de este conflicto interno y de una correcta lectura de la realidad catalana de 2024, que nada tiene que ver con la de 2017, dependerá en buena medida la estabilidad del partido y la de los gobiernos sobre los que ERC tiene influencia.
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