¿Por qué Feijóo se hace ultra?
Lo que activó esta caterva de inseguridades fue la creciente convicción de que no dispone de tiempo
¿Por qué Alberto Núñez Feijóo navega en viaje ultra? ¿Por qué se empecina en una estrategia que confunde la conveniente crítica con la destrucción estéril? Nos conviene aclararlo tanto si le creímos centrista, como si solo le vimos afán de mostrarse así. Y a quienes aseguran que nunca fue moderado ni ahora estrictamente es caimán: “no es nada, es el hombre sin atributos y sin convicciones, puro oportunismo según sople el viento y pura cobardía ante los aznares, las ayusos, los federicos”, resume un doctor en feijóología.
Les prometí respuesta al dilema. Tras explorar, la conclusión es que el líder gallego es un tipo inseguro. Lo fue al relatar en un vídeo cursi que venía de pobres y no de menestrales acomodados, con posibles para enviarle a cole de pago. Lo fue en su intimidad con el narco Marcial Dolado, que evidenció balbuceando la coartada de que pensaba que era solo contrabandista. Lo fue antes de trasladarse a Madrid: confesaba, angustiado, que en Galicia andaba seguro y temía el fracaso, pues no disponía de un gran patrimonio como colchón de futuro. Lo fue al encaramarse a jefe de la derecha, y eludiendo a los barones moderados, se sometió al chantaje ultra de Isabel Díaz Ayuso y la caverna mediática (primera marcha atrás en el pacto sobre el poder judicial). Lo fue al trasladar desde Santiago a todo su equipo de centuriones herméticos.
Lo que activó esta caterva de inseguridades cristalizándola como ataque abismal —despiadado en lo personal, carente de veracidad y ponderación— al rival fue la creciente convicción de que no dispone de tiempo, que se le agota cuando solo empieza, que se le pasa el arroz: es el síndrome del apresurado Albert Rivera. Y el temor de llegar, si llega, después de esta legislatura, o la siguiente, ya pocho, el presidente más viejo de la democracia: es el síndrome Biden avant la lettre. Eso no es intuición, es información.
Y como alberga ese temor, lee mal la realidad: troca las torpezas y tropiezos del Gobierno Sánchez en catástrofes favorables: en anuncios de un derrumbe en 72 horas (¡y van…!). Avinagró esa pesadilla la humillación que le embargó la noche del 23 de julio de 2023, cuando se veía vencedor con aritmética de presidente (pese a sus encuestas, que lo negaban), y el ninguneo con el que le replica la Moncloa, que nada le comparte ni adelanta (un yerro sanchista), herida de la que se queja amargamente. Pobre tigre, es de papel.
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