En ocasiones querría ser francesa
Los lectores escriben sobre el urbanismo descuidado, el infantilismo político, las fiestas de los pueblos y los cinefórum
Haciendo senderismo en Pirineos, hoy en España, mañana en Francia, te das cuenta de qué se prioriza a un lado y al otro de la frontera. Mientras allí ves el Pirineo íntegro, conservado, respetado, aquí crece la sobreexplotación del suelo, tanto en viviendas como en infraestructuras y propuestas de ocio. El Pirineo, que años atrás nos daba vida, relax, descanso, se va transformando en una zona urbana más, contaminada y saturada. Leí el artículo sobre que España es un país urbanísticamente feo y no puedo más que coincidir. Cada vez hay menos diferencias entre un lugar y otro; en todos se construye igual, y pierden la identidad. En los pueblos franceses, las casas se rehabilitan por dentro y aquí se tiran y se construyen urbanizaciones de adosados gemelos. Y mientras las carreteras francesas respetan el medio, aquí construimos autovías que destruyen el monte y el entorno, como en Sabiñánigo. ¡Y todo levantando bandera de país ecologista!
Chus de la Fuente Guitart. Sabiñánigo (Huesca)
Infantilismo político
Aunque izquierda y derecha han sido, y siguen siendo, los ejes fundamentales en los que se desarrolla la política, parece que está surgiendo una nueva diferenciación. Con el auge de las extremas derechas se ha impuesto cada vez más un discurso simplista y de recetas mágicas que es propio de argumentaciones inmaduras y falaces. Esto lleva a una nueva partición que se refleja hoy en el discurso político entre aquellos que se comportan como adultos y entienden que los problemas no siempre están claros y que las soluciones son complejas, y aquellos que creen infantilmente que todo está claro y que quien no lo ve es que está ciego. La extrema derecha no solo ha inoculado el virus de la intolerancia, sino también el del infantilismo político.
Javier Jiménez Montes. Barcelona
Las fiestas del pueblo
Son casi las seis de la mañana, hace fresquito en un verano largo y cálido, demasiado. Vuelvo a casa tras una noche de fiestas del pueblo. Me duelen los pies, estoy piripi, he visto a mucha gente que hacía años que no veía. Las fiestas de los pueblos están para decir a la cara lo que normalmente escribimos por Instagram, para resocializar, abrazar, brindar, bailar como en una boda con tus primos, saludar a tu amor platónico y llegar a casa reventada. Tenemos que vernos, te llamo, sí, quedamos pronto, te quiero… Y, al final, pese a todo el amor que destilamos, la euforia de la birra, la vida que llevamos y los quehaceres diarios, nos veremos el próximo año en fiestas, en las del pueblo, claro.
Viviana Vivas Giles. Colmenar Viejo (Madrid)
Que vuelvan los cinefórum
Completamente de acuerdo con el artículo de Irene Vallejo El don de la conversación, que entronca con algo que le escuché a Fernando Trueba y que ahonda en una idea que me ronda desde hace un tiempo: ¿por qué no resucitamos los cinefórum? Me imagino películas como El cuarto pasajero, Ocho apellidos…, o A tiempo completo a debate por espectadores jóvenes que aporten cada uno su punto de vista y enriquezcan así las mentes. ¿Alguien se apunta?
José Todolí de Mora. Madrid
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