Las ciudades no pueden ser hornos invivibles
Es urgente la adaptación del espacio urbano para mitigar el calor
Los datos abruman. Nueve de las 10 mayores ciudades de España vivieron entre el 23 de julio y el 12 de agosto pasados al menos un día en alerta sanitaria debido al calor. Tres de ellas, incluyendo las dos más pobladas (Madrid y Barcelona) pasaron esos 21 días seguidos con avisos activos por altas temperaturas, según los datos de Sanidad. El 22 y el 23 de julio fueron los dos días con la temperatura media mundial más alta registrada en la Tierra. Los 10 años más calurosos de toda la historia en España se han vivido en lo que va de este siglo. Este 2024, muy probablemente se cerrará como el año más cálido medido en el planeta.
Es innegable que la crisis climática amenaza la supervivencia del ser humano a largo plazo. Pero en el día a día de las sociedades desarrolladas, y especialmente en las ciudades, el aumento de temperaturas ya es también una crisis de salud pública. Más de 47.000 personas —la segunda cifra más alta de la década— murieron en Europa el año pasado por el calor, 8.300 de ellas en España, según un estudio publicado en Nature Medicine. En lo que va de verano, el sistema de monitorización del Instituto de Salud Carlos III calcula más de 1.700 muertes en España por las altas temperaturas, una estadística que suele quedar muy por debajo de otros estudios que se publican posteriormente. La mortalidad ligada al calor ha aumentado en Europa casi un 30% en los últimos 20 años.
La mayoría ha experimentado en su propia piel este verano. Las ciudades, que concentran casi la mitad de la población mundial, son las zonas que más sufren esta emergencia climática y sanitaria. En España, el 80% de la población vive en ciudades. El entorno urbano es causante y víctima al mismo tiempo de la crisis. Los materiales de construcción de calles y edificios favorecen las islas de calor, que causan noches cálidas dañinas para la salud. Al tiempo, el tráfico es uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, los principales responsables del calentamiento global. Poner en cuestión, o directamente boicotear medidas para reducir el uso del vehículo privado en las ciudades debería ser inadmisible políticamente.
Aunque no hay forma de revertir a corto plazo el aumento de temperaturas, las administraciones municipales sí pueden tomar medidas para evitar convertir sus ciudades en hornos invivibles durante el verano. Aumentar las zonas verdes disponibles y el número de árboles, cuya sombra puede rebajar la temperatura de seis a ocho grados. París plantó más de 63.000 nuevos árboles entre 2020 y 2023, y prevé tener 300 hectáreas adicionales de zonas verdes para 2050. En cambio, grandes ciudades españolas, como Madrid, están perdiendo masa arbórea en sus calles y parques o diseñando plazas sin sombra inhóspitas para los paseantes. El cemento y el asfalto no pueden seguir mandando en la planificación urbana.
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