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RED DE REDES
Columna
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Morata y Campello, algo personal

Los enfurruñados con la separación del futbolista y la modelo son los mismos que demandaban, inconscientemente, esa perfección continua en redes sociales

Alice Campello y Álvaro Morata celebran el triunfo de España en la Eurocopa el pasado 14 de julio.
Alice Campello y Álvaro Morata celebran el triunfo de España en la Eurocopa el pasado 14 de julio.Mikolaj Barbanell (SOPA Images/LightRocket/Getty)
Natalia Junquera

Álvaro Morata, capitán de la selección española, ha sido dos días seguidos trending topic por razones extrafutbolísticas tras anunciar en un comunicado en redes sociales que se separa de su esposa, Alice Campello, modelo e influencer. La vida misma. Las parejas nacen, crecen, se reproducen y mueren, pero ese cambio de estado civil ha provocado un aluvión de reacciones en X, divididas en dos grandes categorías, a saber: los que ya lo veían venir y nadan en “fuentes del entorno de”, y los que se han sentido estafados por la ruptura. Todo ello con abundancia de insultos, cronologías y teorías conspirativas. El asunto se convirtió, para muchos, en algo personal.

El berrinche fue de los gordos: “Ya no creo en el amor. No me esperaba lo de Morata y Alice” (@mcunsaidthings); “Si se separan Alice Campello y Álvaro Morata, definitivamente, el amor no existe” (@aespino_93). Parte de la comunidad tuitera exigía coherencia con el álbum de idílicas fotos de la pareja en Instagram, como a los políticos con su hemeroteca, y reclamaba explicaciones más convincentes. La decepción acaparó las redes sociales con mensajes cargados de dolor, como si Morata o Campello acabasen de separarse no de su esposa/o, sino del tuitero/a que sollozaba a todo lo que daban los caracteres.

“Rescato una lección: NUNCA os creáis la falsa felicidad que emanan las redes. Disfrutad y no os miréis en el espejo. Esto es de hace dos semanas”, tuiteaba @salvamartin con una foto de la pareja muy acaramelada. Cuando X dejó de llorar, llegó el tiempo de la moviola, del análisis. “Morata y Alice Campello son el ejemplo vivo de que nunca te tienes que creer lo que la gente publica en las redes sociales” (@Franc_grau); “Otra pareja perfecta que todo el mundo romantiza y que se rompe. Dejad de romantizar parejas de las que no sabéis nada de su vida privada”, recomendaba @GBCLopi.

Las redes sociales contienen un amplio abanico de factores de distorsión. El primero es la percepción de cercanía. Como los podemos seguir en sus cuentas de X o Instagram y ponerles corazones o comentarios sobre lo que publican, pensamos que los famosos son de casa y queremos creer cada cosa que comparten. La ilusión de estar cerca puede llevar a pensar que, de algún modo, nos pertenecen, y el siguiente salto es asumir que, como a nosotros nos gustan mucho, ellos no tienen derecho a hacer algo que pueda disgustarnos, como separarse, casarse, cambiar de equipo, cortarse el pelo sin avisar u opinar algo distinto a lo que creíamos que pensaban, que pensábamos. Los seguidores de Morata y Campello se sintieron estafados con la ruptura porque las fotos de amor profundo que ambos habían difundido en sus respectivas cuentas eran muy recientes, por no hablar de la Eurocopa, donde todos nos derretimos con esa prole de niños monísimos celebrando el triunfo sobre el césped con sus atractivos y enamorados padres. En la vida real uno puede comerse a besos a su pareja por la mañana, oírle respirar fuerte a mediodía, odiarlo con todas sus fuerzas a media tarde, reconciliarse y no dejarlo dormir en toda la noche; más aún en verano, una distorsión en sí misma al multiplicarse el tiempo de convivencia. Pero en redes sociales no pasamos ni una. Los que se han enfurruñado con la separación de Morata y Campello son los mismos que demandaban esa perfección continua. Las fotos idílicas se colgaban para ellos. Para consolarlos, les animo a ver un hermoso vídeo viralizado estos días: Hunter Woodhall, atleta paralímpico, sigue la competición en salto de longitud de su esposa, Tara Davis, en los Juegos Olímpicos. Una cámara bien avisada lo enfoca en las gradas de París. Él la anima, llora de emoción al aplaudir, junto a una multitud, a la mujer con la que duerme. Lleva una camiseta con el nombre de ella y cuando la atleta se hace con el oro, no hay nadie en el estadio más contento que él, ni siquiera la campeona. El abrazo que se dan a continuación es el más bonito del año. Que les dure mucho.


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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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