¿Sobrevivirá la OTAN a otra presidencia de Trump?
Esta es la cuestión central que ocupa las mentes de los convocados a la capital de Estados Unidos, aunque en comunicados y discursos sean otras las preocupaciones explícitas
Esta es la pregunta con la que la prestigiosa y centenaria revista Foreign Affairs, publicada por el Consejo de Relaciones Exteriores, el más prestigioso think tank del mundo, ha recibido la celebración de la cumbre del 75º aniversario de la OTAN en Washington estos días. Responden más de 40 expertos, en su mayoría confiados en el futuro de la alianza, al menos en la persistencia de sus siglas y estructuras, aunque no tanto en el compromiso de Estados Unidos, fundamental en los tres cuartos de siglo de su historia, y con serias dudas en caso de que Donald Trump recupere la Casa Blanca el próximo 5 de noviembre.
Esta es la cuestión central que ocupa las mentes de los convocados a la capital de Estados Unidos, aunque en comunicados y discursos sean otras las preocupaciones explícitas. El mayor protagonismo corresponde a Ucrania, cuya candidatura a la OTAN constituye el motivo formal esgrimido por Putin para atacarla. La cumbre quiere darle a Zelenski cuanto esté en su mano para disuadir a Rusia de que siga bombardeando territorio ucranio y especialmente hospitales e infraestructuras civiles. Ucrania merecería un trato por parte de sus aliados al menos similar al que recibe Israel con la cúpula de hierro, que la hace prácticamente invulnerable a los ataques aéreos, como se pudo comprobar con el ataque masivo por misiles iraníes el pasado 13 de abril.
La Alianza instalará un representante permanente en Kiev y un mando militar en Alemania, un primer paso en la dirección demandada por Emmanuel Macron de considerar el eventual envío de instructores militares. También ha habilitado un enorme paquete de ayuda financiera para constituir un mecanismo pensado a prueba de Trump, es decir, que sea irreversible incluso en un nuevo mandato del expresidente, y un conjunto de acuerdos de defensa bilaterales con gran número de socios atlánticos. Se trata de acercar a Ucrania a la cobertura del artículo 5 de la OTAN en caso de un ataque exterior, sin que se haya producido la plena integración ni esté activada la garantía de defensa mutua. Es la ambigüedad estratégica imprescindible para disuadir al enemigo ante la incertidumbre de la respuesta que puedan provocar sus ataques.
No es solo Ucrania la que espera resultados de Washington. También los espera Joe Biden, ahora en cuestión como candidato demócrata a causa de sus dificultades expresivas y cognitivas. De la cumbre puede salir todavía vivo en la liza electoral o totalmente descartado como candidato demócrata. De la encuesta de Foreign Afffairs se desprende que muchos han empezado a acomodarse a la idea de Trump como próximo líder de la Alianza y de que la OTAN aguantará, al igual que ha aguantado tantas crisis a lo largo de su historia.
Pocos de los encuestados mencionan el mayor peligro que se cierne sobre la OTAN. No es la retirada de Estados Unidos ni el reparto de los gastos de defensa, sino la corrosión de la credibilidad del artículo 5 del Tratado, un mecanismo sutil de disuasión fundamentado en la potencia militar y nuclear del principal socio de la Alianza. Trump ya ha dado muestras de su capacidad para convertirlo en inservible y con ello echar por la borda el valor de la Alianza, devaluar la petición de ingreso de Ucrania y en consecuencia conceder la victoria a Putin. Si tal cosa llegara a suceder, el futuro de la Alianza y sobre todo del mecanismo de defensa mutua, quedaría en manos de los europeos, y especialmente de Francia y Reino Unido, las dos mayores potencias militares de Europa y las únicas de la Alianza que pueden desplegar un paraguas nuclear. La OTAN sobrevivirá, pero será difícil reconocerla con Trump, Estados Unidos políticamente ausente si no ausente del todo, y su democracia en fase de eclipse.
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